Cuando uno viaja por lugares apartados del país, ya no sorprende el rechazo de la mayoría de la población, contra los partidos políticos. Quizás sí, sorprende un poco, que sean miembros del tradicional voto duro de los dos principales partidos políticos (ARENA y FMLN), los que -hasta con expresiones airadas- hacen más evidente el rechazo a las cúpulas partidarias.
Durante la pasada Semana Santa me fui a mis lugares queridos por la fuerza de mis raíces, al N. de Morazán. Me fui reporteando desde Villa El Rosario, mi suelo natal, hasta El Mozote, triste escenario que fue de una de las más horrendas masacres de la historia salvadoreña, perpetrada por el ejército durante la guerra civil de El Salvador, 1980.1992.
Así conocí la opinión de muchos paisanos, sobre las dos tradicionales fuerzas políticas del país. De los otros dos partidos más antiguos y del resto, nadie dice nada. Como si no existieran, aunque, con evidente rechazo también, brevemente aseguran que “los viejos políticos de los partidos PDC y PCN, nunca más… son rostros que ya ofenden…”. Sin mucho esfuerzo, al periodista le resulta fácil identificar a tales políticos.
Aquello se da en Morazán, pero en el resto del país la cosa es igual. Indagar sobre simpatías partidarias en cualquier municipio, es encontrarse con respuestas que -con algunas excepciones- en nada favorecen a los partidos tradicionales; y, peor aún, el rechazo siempre tiene el valor agregado del reclamo por promesas no cumplidas, corrupción, impunidad, nepotismo, compadrazgos y desatención a las comunidades, entre otros.
Lamentable para los partidos y, particularmente, para los militantes honestos -de las distintas tendencias- porque su lucha y entrega han sido en vano y, sin lugar a dudas, producto de la conducta de sus dirigentes: primero, por dedicarse más a atender sus intereses antes que a la población; y segundo, por las desacertadas maneras de conducir el partido. Por ejemplo, durante las recientes elecciones presidenciales, fueron evidentes y continúan: los insultos en vez de propuestas, las descalificaciones sin fundamento a los opositores, el triunfalismo exacerbado, las componendas entre los partidos para obtener privilegios y prebendas… estrategias equivocadas, que más acentuaron la caída en sus votaciones.
Razón tenía el Maestro Salarrué cuando -hace muchas décadas- cuestionaba a los políticos -especialmente a los diputados- por su conducta antipopular y corrupta, similar a la de los actuales. Si los políticos tuvieran el hábito de leer siquiera un poquito -y más a los autores nacionales, por ejemplo a Salarrué- quizás los diputados de hoy detendrían sus impulsos negativos, realizarían funciones honestas y, por lo mismo, gozarían de la aceptación popular.
Pero, apenas leen los periódicos matutinos con su línea editorial conocida, sin veracidad ni imparcialidad. Los elogios enfermizos y el aval de algunos periódicos, a los denuestos e insultos contra líderes de arraigo popular, sin duda contribuyeron a la antipatía de los electores a los malos políticos, la que -en gran medida- propició su descalabro en las recientes elecciones.
El maestro Salarrué no era ajeno a estas realidades. Lo expresó en su carta “Mi respuesta a los patriotas”, publicada el 21 de enero de 1932, como sentencia lapidaria de un hombre de principios. El siguiente es un fragmento de la carta:
—- “… La mayor parte de vosotros -decía Salarrué a los políticos- se dedica en su patriotismo a pelearse por si tienen o no derecho, por si es o no constitucional, por si será fulano o zutano, por si conviene un ismo u otro a la prosperidad de la nación. La prosperidad es para vosotros el tenerlo todo, menos la tierra en su sentido maternal. Capitalistas embrutecidos, perezosos y bribones muestran sus caras abotagadas y crueles… Mientras dos bandos en todos sus grados de intensidad se gruñen unos a otros, nosotros los soñadores no pedimos nada porque todo lo tenemos. Mientras nosotros los soñadores, sin que nadie se oponga, hacemos crecer la espiga embelleciendo el paisaje, gozamos la música del maizal que sonríe con la brisa, recogemos cantando la mazorca y dejamos el comerla a tarrascadas a los puercos…”—
Así cuestionaba el Maestro Salarrué a los políticos, hace 87 años. El que quiera oír, que oiga…