La izquierda latinoamericana, incluida la salvadoreña, parece estar en una encrucijada. Todo parece apuntar a procesos que tienen que ver con la corrupción y malos manejos de la cosa pública, así como arbitrariedades que niegan el avance democrático.
Las izquierdas latinoamericanas, en su mayoría lucharon contra las dictaduras y la falta de democracia, así como contra el ahogo de la mayor parte de población en la miseria a causa de la injusticia social y económica, que favorecía a las oligarquías.
En la década de 1990, con el fin de la Guerra Fría ““a causa del derrumbe del Socialismo Real-, las izquierdas fueron ascendiendo a los gobiernos, izquierdas algunas relacionadas con las luchas armadas emancipadoras y libertarias.
Frescas están en la memoria de los luchadores contra las dictaduras y las oligarquías, y de la sociedad en general, los sacrificios que significaron sus gestas, muchas de las cuales, como en el caso de El Salvador, fueron duros años de guerras civiles.
Por ello en la actualidad, cuando se presentan casos de presuntos desmanes o casos de corrupción y de arbitrariedad en funcionarios de gobiernos de izquierda, el repudio de la población es generalizado, causa doble dolor, porque no se concibe a luchadores de izquierda o a sus representantes como corruptos, ni siquiera en la fase de presunción.
Varios analistas nacionales e internacionales señalan que la izquierda está en reflujo. Pero mucho de ese reflujo ha sido propiciado por los mismos protagonistas del cambio que llevó a las izquierdas al poder.
La izquierda actual debe reflexionar y propiciar cambios profundos desde su interior. Un líder de izquierda no debe dar lugar ni a la más mínima sospecha de arbitrariedad y corrupción, de lo contrario sería negarse y dañar a los sectores que dice representar.