Por Anya Schiffrin, Dylan W. Groves y Joseph E. Stiglitz
NUEVA YORK – Aunque el consumo de noticias se disparó durante la pandemia de la COVID-19, desde entonces la cantidad de suscripciones a esos servicios ha caído y medios de comunicación en todo el mundo han estado despidiendo periodistas, o directamente cerraron sus puertas. Son malas noticias para todos.
El nuevo informe de la UNESCO que preparamos destaca investigaciones recientes que demuestran cuán importante es la información de alta calidad para que las economías, sociedades y democracias funcionen bien. Los nuevos estudios de economía y ciencia política usan métodos rigurosos para confirmar aquello que los periodistas ya sabían: su trabajo influye positivamente sobre las normas democráticas, la participación civil y la responsabilidad gubernamental y empresarial. La información seria y creíble aumenta la confianza social y fomenta los derechos humanos, apoyando además al desempeño económico y el desarrollo sostenible.
La Declaración Windhoek+30 de la UNESCO en 2021 —que reafirma la importancia de la información como bien público (algo de lo que no se excluye a nadie y beneficia a todos)— se basó en numerosos estudios de África, India, América Latina y Estados Unidos. Este material muestra que las noticias y el periodismo de alta calidad fomentan la responsabilización y capacidad de respuesta, incluso en medio de crecientes oleadas de mala información y desinformación; y los controles de veracidad son realmente capaces de contrarrestar las mentiras y distorsiones que actualmente inundan a las sociedades de todo el mundo.
Además, el periodismo de alta calidad sigue siendo más eficaz que las redes sociales para difundir noticias precisas y confiables. Aunque la tecnología pueda ampliar la difusión de la buena información, actualmente hace lo contrario. Las grandes plataformas digitales habitualmente asignan calificaciones inferiores a las noticias, basándose en que los usuarios se interesan más por otras categorías de contenidos; pero los datos del Centro de Investigaciones Pew sugieren que el consumo de noticias se mantuvo estable en las distintas plataformas (al menos en EE. UU.) desde 2020. Y este año, en el que se prevé una participación histórica de votantes en las elecciones, la necesidad de un periodismo de calidad es mayor que nunca.
Todos —incluso quienes no invierten en el periodismo— nos beneficiamos con la investigación, cura y difusión de información confiable y útil; pero es poco probable que la provisión de este bien público sea adecuada en condiciones de libre mercado, incluso con la asistencia de organizaciones de ayuda, medios de difusión, gobiernos y filántropos orientados al bien público. En muchos mercados, su apoyo no es suficiente.
Los gobiernos, en especial, son responsables de garantizar la provisión de los bienes públicos. El periodismo de alta calidad requiere regímenes legales que protejan la libertad de expresión y «el derecho a contar», aunque eso no alcanza. Para que los periodistas puedan hacer su trabajo también debe haber leyes y mecanismos de cumplimiento que garanticen el derecho al acceso a la información: «el derecho a saber». Muchos países han aprobado ese tipo de leyes, pero rara vez las cumplen, incluso cuando las autoridades públicas se molestan en responder a los pedidos de información, suelen hacerlo después de prolongadas demoras y de tachar gran parte de ella.
Los medios de difusión más antiguos son un componente clave del ecosistema de noticias y requieren apoyo continuo, pero también lo necesitan los medios más pequeños y aquellos que sirven a áreas desatendidas. Entre algunas de las ideas prometedoras para apoyar al periodismo están la provisión de fondos especiales o ventajas impositivas —como los créditos fiscales por empleo o reducciones específicas del impuesto al valor agregado (IVA)— y la emisión de vales para la suscripción a servicios de noticias. Durante la pandemia, en distintos lugares del mundo los gobiernos implementaron variantes de esas políticas y crearon así una amplia gama de modelos que ahora podemos emular.
Otro paso fundamental es garantizar la compensación adecuada por su trabajo a los periodistas. Los gigantes tecnológicos (propietarios de los motores de búsqueda, redes sociales y la mayoría de las plataformas de inteligencia artificial) dependen de los medios de difusión para mantener interesados a los usuarios y mejorar sus productos. Como las empresas tecnológicas no generan información de manera directa, sin los contenidos que producen los periodistas no pueden cubrir la demanda de sus usuarios de noticias de alta calidad y resultados para las búsquedas. Sin embargo, por mucho tiempo han usado esos contenidos sin ofrecerles demasiada (si alguna) retribución, privando así a los medios de difusión de una gran fuente de ingresos: la publicidad. Este ciclo está destruyendo al ecosistema informativo del que tanto los gigantes tecnológicos como nuestra sociedad dependen.
Muchos países han invertido en la difusión pública independiente para mantener un periodismo de alta calidad. Cuando existen instituciones públicas de difusión saludables, se crea confianza social y genera un importante efecto de derrame: la competencia que obliga a los medios de difusión privados a trabajar mejor. Sabemos bien cuáles son las estructuras institucionales que facilitan el desarrollo de las transmisiones públicas; lo que hace falta es la voluntad política para establecer los marcos necesarios.
El periodismo de calidad es más importante que nunca
Por Anya Schiffrin, Dylan W. Groves y Joseph E. Stiglitz
NUEVA YORK – Aunque el consumo de noticias se disparó durante la pandemia de la COVID-19, desde entonces la cantidad de suscripciones a esos servicios ha caído y medios de comunicación en todo el mundo han estado despidiendo periodistas, o directamente cerraron sus puertas. Son malas noticias para todos.
El nuevo informe de la UNESCO que preparamos destaca investigaciones recientes que demuestran cuán importante es la información de alta calidad para que las economías, sociedades y democracias funcionen bien. Los nuevos estudios de economía y ciencia política usan métodos rigurosos para confirmar aquello que los periodistas ya sabían: su trabajo influye positivamente sobre las normas democráticas, la participación civil y la responsabilidad gubernamental y empresarial. La información seria y creíble aumenta la confianza social y fomenta los derechos humanos, apoyando además al desempeño económico y el desarrollo sostenible.
La Declaración Windhoek+30 de la UNESCO en 2021 —que reafirma la importancia de la información como bien público (algo de lo que no se excluye a nadie y beneficia a todos)— se basó en numerosos estudios de África, India, América Latina y Estados Unidos. Este material muestra que las noticias y el periodismo de alta calidad fomentan la responsabilización y capacidad de respuesta, incluso en medio de crecientes oleadas de mala información y desinformación; y los controles de veracidad son realmente capaces de contrarrestar las mentiras y distorsiones que actualmente inundan a las sociedades de todo el mundo.
Además, el periodismo de alta calidad sigue siendo más eficaz que las redes sociales para difundir noticias precisas y confiables. Aunque la tecnología pueda ampliar la difusión de la buena información, actualmente hace lo contrario. Las grandes plataformas digitales habitualmente asignan calificaciones inferiores a las noticias, basándose en que los usuarios se interesan más por otras categorías de contenidos; pero los datos del Centro de Investigaciones Pew sugieren que el consumo de noticias se mantuvo estable en las distintas plataformas (al menos en EE. UU.) desde 2020. Y este año, en el que se prevé una participación histórica de votantes en las elecciones, la necesidad de un periodismo de calidad es mayor que nunca.
Todos —incluso quienes no invierten en el periodismo— nos beneficiamos con la investigación, cura y difusión de información confiable y útil; pero es poco probable que la provisión de este bien público sea adecuada en condiciones de libre mercado, incluso con la asistencia de organizaciones de ayuda, medios de difusión, gobiernos y filántropos orientados al bien público. En muchos mercados, su apoyo no es suficiente.
Los gobiernos, en especial, son responsables de garantizar la provisión de los bienes públicos. El periodismo de alta calidad requiere regímenes legales que protejan la libertad de expresión y «el derecho a contar», aunque eso no alcanza. Para que los periodistas puedan hacer su trabajo también debe haber leyes y mecanismos de cumplimiento que garanticen el derecho al acceso a la información: «el derecho a saber». Muchos países han aprobado ese tipo de leyes, pero rara vez las cumplen, incluso cuando las autoridades públicas se molestan en responder a los pedidos de información, suelen hacerlo después de prolongadas demoras y de tachar gran parte de ella.
Los medios de difusión más antiguos son un componente clave del ecosistema de noticias y requieren apoyo continuo, pero también lo necesitan los medios más pequeños y aquellos que sirven a áreas desatendidas. Entre algunas de las ideas prometedoras para apoyar al periodismo están la provisión de fondos especiales o ventajas impositivas —como los créditos fiscales por empleo o reducciones específicas del impuesto al valor agregado (IVA)— y la emisión de vales para la suscripción a servicios de noticias. Durante la pandemia, en distintos lugares del mundo los gobiernos implementaron variantes de esas políticas y crearon así una amplia gama de modelos que ahora podemos emular.
Otro paso fundamental es garantizar la compensación adecuada por su trabajo a los periodistas. Los gigantes tecnológicos (propietarios de los motores de búsqueda, redes sociales y la mayoría de las plataformas de inteligencia artificial) dependen de los medios de difusión para mantener interesados a los usuarios y mejorar sus productos. Como las empresas tecnológicas no generan información de manera directa, sin los contenidos que producen los periodistas no pueden cubrir la demanda de sus usuarios de noticias de alta calidad y resultados para las búsquedas. Sin embargo, por mucho tiempo han usado esos contenidos sin ofrecerles demasiada (si alguna) retribución, privando así a los medios de difusión de una gran fuente de ingresos: la publicidad. Este ciclo está destruyendo al ecosistema informativo del que tanto los gigantes tecnológicos como nuestra sociedad dependen.
Muchos países han invertido en la difusión pública independiente para mantener un periodismo de alta calidad. Cuando existen instituciones públicas de difusión saludables, se crea confianza social y genera un importante efecto de derrame: la competencia que obliga a los medios de difusión privados a trabajar mejor. Sabemos bien cuáles son las estructuras institucionales que facilitan el desarrollo de las transmisiones públicas; lo que hace falta es la voluntad política para establecer los marcos necesarios.
Uno de los principios generales de la economía es que sin apoyo estatal habrá un déficit en la provisión de bienes públicos. Desafortunadamente, el periodismo de calidad se está convirtiendo rápidamente en una pieza de museo de ese principio, a pesar de los rigurosos estudios académicos que demuestran su importancia. El modelo de negocios del periodismo se ve amenazado por el ascenso de la IA y el poder de los monopolios tecnológicos que difunden las noticias sin pagar un precio justo por ellas, y esto ocurre justo cuando la mala información, la desinformación y la polarización política magnifican los peligros de la caída del periodismo.
En todo el mundo crece la sensación de que la democracia está perdiendo terreno, un paso importante para revertir esa tendencia es ampliar el apoyo al periodismo de calidad, y hacerlo ya mismo. El costo de la inacción es enorme.
Traducción al español por Ant-Translation
Anya Schiffrin es la directora del Programa de Especialización en Tecnología, Medios y Comunicaciones de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia. Dylan W. Groves es profesor adjunto de ciencia política del Lafayette College. Joseph E. Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente de EE. UU., es profesor de la Universidad de Columbia y premio nobel de economía.
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