En los recientes comicios salvadoreños del 4 de febrero de 2024, el FMLN y ARENA, antaño fuerzas políticas dominantes, experimentaron una decadencia sin precedentes en su historia política. Tanto en la Asamblea Legislativa como en la carrera presidencial, ambos partidos sufrieron una significativa pérdida en su respaldo electoral, reflejando el desencanto generalizado hacia sus gestiones presidenciales y legislativas previas.
En primer lugar, es innegable que la incursión en la política del partido Nuevas Ideas, liderado por Nayib Bukele, ha desafiado y desplazado el tradicional bipartidismo encarnado por ARENA y el FMLN. El desencanto hacia estas antiguas fuerzas políticas se gestó con el tiempo, y la entrada de Nuevas Ideas en 2021 actuó como catalizador, llevando a una reconfiguración del panorama político que resultó en una pérdida masiva de apoyo para estos institutos políticos el 4 de febrero.
En el caso de ARENA, la caída desde su más reciente prosperidad electoral en 2018, donde obtuvo 35 diputaciones, hasta solo 2 en 2024, señala no solo una pérdida numérica, sino una desconexión profunda con las demandas y expectativas de la ciudadanía. El desgaste político y la incapacidad para adaptarse a un electorado que busca cambios significativos han dejado a este partido en una posición precaria.
Por otro lado, el FMLN, históricamente asociado con la izquierda salvadoreña, enfrenta su crisis más aguda al no obtener ningún escaño en la Asamblea Legislativa. Este declive ha sido progresivo, agravándose desde la irrupción de Nuevas Ideas en 2021. La falta de adaptación a las nuevas dinámicas políticas y la persistencia en estrategias que ya no resuenan con la población han llevado al partido a un callejón sin salida.
En el contexto presidencial, la victoria arrolladora de Nayib Bukele, con más del 82% de los votos, evidencia una preferencia abrumadora por un liderazgo que responde a las demandas de la sociedad. La diferencia de más de 2.2 millones de votos entre Nuevas Ideas y los partidos tradicionales refleja una clara indicación de la voluntad de la población de dejar atrás las políticas obsoletas.
La situación actual plantea preguntas cruciales sobre el futuro de ARENA y el FMLN. ¿Pueden estos partidos adaptarse y reinventarse para recuperar la confianza perdida? ¿O están destinados a desvanecerse en la irrelevancia política? La respuesta a estas preguntas dependerá de su capacidad para entender y abordar las necesidades cambiantes de la sociedad salvadoreña.
La transformación política en El Salvador no solo se trata de números electorales, sino de un llamado urgente a la adaptación y la innovación por parte de los partidos de oposición. La ciudadanía ha hablado, y su mensaje es claro: la vieja guardia política ya no satisface las expectativas.
La renovación y la conexión con las demandas ciudadanas se perfilan como imperativos para cualquier partido que busque recuperar o mantener relevancia en este nuevo y dinámico panorama político salvadoreño.