El Salvador de hoy cerró el primer año de gobierno electo por el pueblo con las cifras de violencia más bajas de la historia. Las empresas telefónicas por primera vez acatan la orden del gobierno de no permitir comunicaciones desde los centros penales, lo que contribuye a reducir la violencia y otros ilícitos. Se han logrado días sin homicidios, se salvan vidas, las pandillas ya no cobran a los habitantes para ingresar a sus colonias, el teléfono celular se puede usar en el bus sin temor a que este sea robado y los hijos pueden salir de noche con más seguridad.
Por supuesto falta mucho por hacer, pero el trabajo del pueblo con el gobierno que eligió está dando frutos.
El Sistema de Salud a pesar de sufrir la pandemia china se encuentra abastecido de medicinas, se proveen medicinas adicionales que administraciones pasadas no proveían dejándolas como importación exclusiva de ciertas droguerías. La infraestructura de salud por primera vez en muchos años con lleva remodelaciones estructurales y la compra de equipos modernos.
La imagen internacional del país se eleva, se han conseguido millonarias fuentes de financiamiento, se ha logrado con Guatemala acceso a los puertos del atlántico, lo que contribuye a la fluidez y baja en los costos del transporte y genera confianza del sector privado.
Ahora bien, si 7 millones de salvadoreños habitamos nuestro territorio debemos estar de acuerdo que los dueños de grandes empresas y bancos son los menos.
A algunos de ellos se les agradece, la creación de empleo, pero dentro de esta minoría hay una pequeña élite el 1 % de la población, quienes creen tener privilegios por sobre los 6.930.000 habitantes a quienes ellos consideran que su voto no vale más, que el de ellos.
Ahora este 1 % de la población recibe el apoyo de un 2 % adicional, buenos empresarios que son financiados y explotados por el 1 %. Ellos temen a sus financistas razón por la que los apoyan en su reclamo por las cuotas de poder perdidas.
El 1 % posee guarda espaldas y no viaja en bus, no vive en municipios y sus casas y colonias están bien resguardadas. Por lo que no es perceptible para ellos la disminución de la delincuencia.
El 1 % no utiliza el sistema de salud ni nacional, ni privado, ellos tratan su salud en EE. UU. El 2 % tampoco utiliza el sistema público de salud por lo que la mejora en infraestructura hospitalaria, abastecimientos de medicamentos y precios bajos les favorece poco o nada.
Está claro que el beneficio que recibe el 97 % de la población no les favorece, pero tampoco les afecta.
Aquí me equivoqué.
¡Si les afecta!
Pues para lograr que estás inversiones en salud, mejoras salariales y equipamiento en seguridad se den, ha sido necesario un buen manejo de los ingresos del estado, sancionar a los evasores fiscales, evitar que empresarios abusen y lucren de acuerdos comerciales entre países, combatir otros ilícitos y la corrupción.
¿Quiere decir entonces que el 1 % de empresarios que vociferan en contra del gobierno y el 2 % que los apoya no lo hacen por que deseen favorecer al 97 % de sus conciudadanos?
¿Entonces porque atacan al gobierno?
Parece que la única razón para atacarlo es recuperar sus privilegios. Recuperar el poder para continuar la evasión fiscal, lavar dinero y si esto sucede se acaba el financiamiento a la seguridad, la mejora del sistema de salud y la medicina con precio competitivo.
Es decir, su protesta, su intención en totalmente “egoísta”.
La verdad es esa y es tanta la desvergüenza que quienes políticamente se prestan para representar políticamente su corrupción, ya ni siquiera utilizan los colores partidarios, pues saben que sus corruptos amos condujeron al pueblo a rechazar al PCN, PDC, ARENA, FMLN y otros.
En el pasado votabas por partido, ahora las banderas se minimizan, se usan colores diferentes, creen que algunas mujeres bonitas les darán votos y los hay personajes que desprestigian toda una vida prestándose para ser candidatos de esos partidos corruptos, lo cual deja en tela dudas su inteligencia y los vuelve cómplices incluso del fraude electoral que se planea para recuperar sus privilegios.
(*) Ernesto Panamá es Escritor