Por Juan José Dalton
Tres grandes acciones en los últimos días tuvimos (la familia Dalton Cañas y la sociedad salvadoreña); las coloco en este orden, pero no tiene nada que ver con la importancia afectiva: todas son trascendentes y llenos de buenas expectativas para este paisito que tanto amo Roque:
– Lanzamiento por la UES del estudio político-literario sobre la obra de Roque Dalton escrito por el Maestro James Iflland, después de 25 años de análisis. La obra se denomina: “Para llegar a Roque Dalton, pequeños infiernos y otros paraísos”.
– Admisión del Caso de Roque Dalton en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), después de 11 años de presentada la denuncia por la familia Dalton Cañas, en su búsqueda de justicia y contra la impunidad aún vigente.
– Entrega de dos libros de Roque Dalton por el intelectual Álvaro Rivera Larios; primeras ediciones hechas en Cuba, además un porta jarras de cerveza de la Taberna U Fleku, obsequios para un soñado museo del intelectual, asesinado el 10 de mayo de 1975 por crápulas extremistas de la ex guerrilla salvadoreña.
Por otra parte, también estuve en un recital de Rivera Larios; una lectura de su delicada, refinada, pero aguda poesía, en la que trata de las circunstancias de la guerra civil salvadoreños. En esa situación nuestras generaciones tomó la determinación de meterse a la guerrilla o a los escuadrones de la muerte o irse al exilio.
Los poemas de Rivera Larios me hicieron recordar lo que me tocó vivir en la guerra, en la que no todo fue épico y heroísmo, ni crueldades abominables que se cometieron por ambas partes en el conflicto.
Narré en el evento que los poemas de Rivera Larios mi hicieron recordar un pasaje en un campamento de entrenamiento en el que estábamos unas 90 guerrilleros, entre los cuales, habían apenas unas 5 ó 6 mujeres. Una de ellas era mi pareja sentimental.
Entonces resulta que tuvimos una asamblea para informarnos de la situación del país (año 1980). Y al concluir el tema político se dio espacio para tratar “temas varios”.
Uno de mis compañeros levantó la mano y dijo: “Quiero hacer unas preguntas: ¿Aquí todos somos iguales? ¿Tenemos los mismos derechos?”… A lo que el coro respondió: ¡SI!
“Entonces, dijo el compañero, ¡si hay novias para unos, debe haber novias para todos!”… Se ganó una inmensa ovación. Mi compañera y yo no sabíamos dónde meternos. La reunión ahí terminó.
Así éramos: había dogmatismo, extremismo y radicalismo, que en muchos casos no nos hicieron reír como aquella noche, sino que los asesinatos de muchos de nuestros compañeros en casos como el de Mayo Sibrián, en San Vicente, nos hacer aún llorar y encogernos el corazón.
También nos hincha el pecho cuando exigimos y apoyamos la justicia para nuestros hermanos injustamente asesinados, mismos que aún gozan de impunidad. Debemos expulsar esa impunidad de nuestras fronteras.