Los desastres naturales se han encargado poco a poco de ir borrando las postales históricas de nuestro país. Potentes terremotos han derribado estructuras y monumentos coloniales, las erupciones volcánicas han sepultado bajo ceniza y lava el estilo de vida de las civilizaciones que habitaron nuestro país en el pasado. Pero, no solamente la naturaleza se ha ensañado con limitar la poca historia viviente de nuestro país, la mano del hombre también lo ha hecho, con el pretexto de desarrollo y progreso ha irrumpido en el lecho de los tiempos y vilmente le ha robado a la Patria y a los pueblos su identidad.
Tacuzcalco era un núcleo nahua pipil perteneciente a la casta militar, su etimología y toponimia significa: Tacuz: jabalina (o referente a arma) calco: casa. “Casa de las jabalinas” similar al náhuatl mexicano: Tlacochalco: casa de las armas en tiempos de paz. (Ref. Fray Bernardino de Sahagún y Jorge Lardé). En los jacales del Tacuzcalco se fabricaban armas para los tiempos de guerra. Jabalinas mortíferas, cuchillos de obsidiana, arcos y flechas, escudería, etc. Era una ciudad donde la elite guerrera de los pipiles se preparaba para la guerra, con tácticas y arduo entrenamiento.
Cuando los expedicionarios conquistadores arribaron a Cuzcatlán en 1524 vía Guaymango desde el reino de Goatemala no encontraron en estas tierras buen recibimiento ni amistad, sino una bien plantada resistencia. En la batalla de Acajutla el príncipe arquero Atonal (Sol de agua) hirió en la pierna al conquistador Don Pedro de Alvarado detrayéndole tendones, nervios, venas, partiéndole músculos y finalmente quebrándole el fémur, situación que lo puso al borde de la muerte y buscó refugio en pueblos cercanos hasta lograr recuperarse.
En plena estación lluviosa como lo apunta el historiador Jorge Larde con la erupción del Volcán de Santa Ana de fondo, ya recuperado, Alvarado con mayor furia se dirige a librar una épica batalla en la llanura sonsonateca: Tacuzcalco donde inmediatamente la caballería española prendió las alarmas en la ciudad militar nahua pipil.
La batalla no fue fácil, el territorio era bien conocido por los guerreros pipiles, pero la caballería española fue superando las expectativas y la matanza fue descomunal. Sobre Tacuzcalco Pedro de Alvarado da parte a su jefe Don Hernán Cortes en una carta cargada de decepción, de salir invicto de Tenochtitlán a las desventuras en Cuzcatlán, le relata su difícil recuperación y lo que parecía un buen recibimiento de los “Yndios” y el buen camino al avasallamiento de parte de ellos, a convertirse en un rotundo engaño y una feroz emboscada.
Actualmente los vestigios de Tacuzcalco peligran de ser borrados para siempre del territorio salvadoreño, la construcción de una residencial amenaza el sitio arqueológico, SECULTURA y FUNDAR han lanzado llamada de alerta sobre el atropello en contra del patrimonio histórico de la nación, donde se enfrentan constructores y los que quieren preservar dicho patrimonio en el departamento de Sonsonate. Destruir Tacuzcalco es un pecado histórico enorme y de ignorancia garrafal.