Vamos por partes. La Organización de las Naciones Unidas define la Cultura de Paz como “un conjunto de valores, actitudes, comportamientos y estilos de vida que rechazan la violencia y previenen los conflictos atacando a sus raíces a través del diálogo y la negociación entre los individuos, los grupos y los estados”.
En el Quincuagésimo tercer período de sesiones, el seis de octubre de 1999, la Asamblea General aprobó la Declaración y Programa de Acción de una Cultura de Paz.
Su artículo 1 es contundente al establecer que aquellos valores están basados en ” a) El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación; b) El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional; c) El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales; d) El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos.
e) Los esfuerzos para satisfacer las necesidades de desarrollo y protección del medio ambiente de las generaciones presente y futuras; f) El respeto y la promoción del derecho al desarrollo; g) El respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres; h) El respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información.
i) La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones; y animados por un entorno nacional e internacional que favorezca a la paz”.
Hablar de periodismo de paz implica caer en la cuenta de que muchas veces se cae en el periodismo de guerra- para usar un opuesto comprensible en forma automática- que puede incluir conflictos, violencia y las malas noticias, que se convierten en “la materia prima por excelencia de las informaciones que ofrecen los medios de comunicación” (Giró, 2007: 199).
El objetivo del periodismo de paz es que los profesionales de la comunicación tengan herramientas analíticas y prácticas que les permitan abordar el conflicto de manera constructiva y en forma responsable. Es un desafío a la forma de interpretar los propios conflictos, las relaciones entre medios de comunicación y sociedad; y el papel que los periodistas, desempeñan en contextos como este.
En los años 60 el investigador noruego Johan Galtung junto a Ruge analizaron la cobertura de una serie de conflictos en cuatro diarios de ese país. Concluyeron que los sucesos de violencia son acontecimientos noticiables per sé, y que los medios hacen a un lado todo lo referido a acciones de paz.
El enfoque del periodismo de paz consiste básicamente en dejar de centrar la atención en la violencia, abordar los problemas internacionales de forma integral, orientando la cobertura a la transformación pacífica del conflicto a través del estudio de sus raíces.
La cobertura reduce las diferencias étnicas y religiosas y contribuyendo a la consolidación de la paz y promoviendo la reconciliación. Así, el público tiene una perspectiva más clara y completa de la problemática, no se propagan el pánico y se transmite un mensaje mucho más acertado.
La búsqueda por reflejar la verdad, hace que el periodismo de paz atienda la opinión de todos los involucrados, en lugar de servir como canal de un solo sector de la sociedad, entendiendo la paz como la solución de un problema donde todas las partes reciben un beneficio y evitando la difusión de la violencia como una herramienta de resolución.