Por Carlos Francisco Imendia G.
Asechado por los sismos, el valle de (Quet) Zalli – coatl-titan ha estremecido a sus habitantes, desde tiempos inmemoriales, por esa razón ha sido difícil para los estudiosos e historiadores poder armar el rompecabezas del legado cultural, arquitectónico, patrimonial ya que por los constantes sismos la ciudad de casi 500 años ha ido borrando sus archivos históricos y ha empujado a sus autoridades de turno a buscar otras alternativas de asentamiento. La paz de la ciudadanía ante la furia tectónica, ha motivado a tomar medidas de emergencia a jefes de estado, que han tenido que mover la capital de manera provisional como a Cojutepeque en los primeros meses de gobernanza de don José María San Martín, hondureño.
Movido por los nervios, la incertidumbre o quizás por vivir en carne propia los movimiento telúricos de San Salvador, Don José María San Martín decidió escuchar el clamor de la gente y de las familias predominantes de poder económico, sobre buscar un lugar para el nuevo asentamiento, desde las carpas improvisadas, en medio de la falta de agua, y el fétido olor de los cadáveres en los escombros por el terrible macro sismo de abril de 1854, San Martín vivía el drama de los habitantes de San Salvador, escuchaba sus temores y tragedias y que le pedían buscar otro lugar para vivir en paz, sin miedo a más reacomodamientos de fallas. Según informes de gobierno de ese entonces el clima que predominaba en la capital después del sismo era tenso, olor a azufre, retumbos, réplicas, visiones en el cielo, muchos pensaban que surgiría un nuevo cráter. Parafraseando al fallecido y connotado vulcanólogo salvadoreño Eduardo Gutiérrez: “Sobre las estrechas relaciones de los sismos y las fallas con la actividad volcánica propia del territorio”.
José María San Martin conformó una comisión que la lideraba el presidente Francisco Dueñas y otros funcionarios del gobierno, la función de dicha comisión era buscar el lugar óptimo para asentar a la ciudad, también preocupados emprendieron la misión, una petición en particular fue que el sitio tuviera cercanía con el puerto de la Libertad, entonces buscaron tierras altas, con abundante agua y clima fresco además tierras fértiles y cultivables.
La comisión presidencial, encontró y llevó una propuesta al presidente San Martín: Huizucar, un pueblito que reunía los requisitos y que era parte del curato de San Jacinto, flanqueado por bosques, ríos y manantiales de agua pura, excelentes tierras cultivables, pero a San Martín no le convenció el lugar porque era bastante pequeño para una ciudad creciente, puso sus ojos en una segunda opción: El llano de Santa Tecla. Sin dar un paso atrás el 15 de agosto de 1854 mediante el acuerdo anterior 8, alcaldes de la antigua San Salvador expresaban al presidente su regocijo por el atinado instinto de fundar la Nueva San Salvador en el Llano de Santa Tecla, posteriormente vendrían las obras, el trazado de sus calles y la repartición de solares y los más importante la edificación de la catedral.