lunes, 13 mayo 2024

Roque Dalton: del humor subversivo

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"Nunca pude contener la risa", dijo el Dalton en una ocasión en que trataba de resumir su vida

Los poetas satí­ricos son ahora una especie escasa. En una época en que la literatura está regida por los entusiasmos del mercado y no por los de la polí­tica, es difí­cil encontrar autores que desde su poesí­a se burlen y hagan escarmiento, con ánimo subversivo, de las personalidades y las ideas dominantes. El descrédito casi absoluto de la polí­tica contribuye a esta ausencia de poetas satí­ricos.

No siempre, por supuesto, ha sido así­. En Latinoamérica, durante la segunda mitad del siglo XX, al calor de los entusiasmos revolucionarios, antes de la caí­da del Muro de Berlí­n, hubo poetas que hicieron de la ironí­a, del humor, de la irreverencia y de la sátira, armas literarias para atacar a diestra y siniestra. Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975) quizá haya sido el más importante de ellos.

La vida de Dalton estuvo signada por los extremos y las paradojas: hijo natural de un millonario norteamericano y una enfermera salvadoreña, formado en un exclusivo colegio jesuita, precoz militante del partido comunista, preso en varias ocasiones durante sus años estudiantiles, exiliado largas temporadas en paí­ses tras la llamada Cortina de Hierro (Cuba, Checoslovaquia, Vietnam), sobreviviente de un secuestro mortal por parte del ejército salvadoreño y de la CIA, propagandista e ideólogo de la lucha armada revolucionaria, finalmente murió asesinado por sus propios camaradas guerrilleros bajo la acusación de ser agente de la CIA.

La poesí­a de Dalton no tuvo mejor suerte: los grupos de izquierda y los comités de solidaridad se dedicaron a difundir sólo aquellos versos panfletarios y filocomunistas que dejan la impresión en el lector de que está frente a un escritor partidario más interesado en la propaganda que en la poesí­a.

Pero desde su primer libro de poemas, La ventana en el rostro (1961), pasando por el premiado Taberna y otros lugares (Casa de las América, La Habana, 1969), hasta la poesí­a póstuma agrupada en Un libro levemente odioso, El amor me cae más mal que la primavera y Poemas clandestinos, Dalton siempre mostró un pulso poético firme, una permanente voluntad de experimentación formal y de ruptura en el lenguaje. Su virtud provocadora procede de la tradición que va desde Catulo y Marcial hasta Villon y Quevedo, en tanto que por otro lado abrevó en la vertiente inglesa (la poesí­a de personajes de Yeats y Eliot, en especial) y en la vanguardia francesa (de Apollinaire a Saint John Perse).

Taberna y otros lugares, el libro de poemas más conocido de Dalton “”aparte de la cubana, existen varias ediciones en Centroamérica y una en México””, es el que mejor sintetiza sus intereses y preocupaciones. Escrito en su mayor parte en la taberna U Fleku de Praga, dos años antes de la invasión de los tanques soviéticos, en este libro Dalton aborda sus grandes temas (la revolución, la cárcel, el amor y la bebida) sin dejar í­dolo con cabeza: el movimiento comunista internacional, los obispos polacos, Churchill, Pablo Neruda, André Breton y Allan Gingsberg son algunos de los que reciben tajos de refilón por parte del poeta.

Poesí­a patibularia y dipsómana, rebelde e iconoclasta, esencialmente subversiva y autocrí­tica, embiste contra la impostura de su época donde quiera que la encuentre. “Ponga usted a una honorable familia inglesa a vivir dos años en El Salvador y tendrá cuervos ingleses para sacar los ojos a quien quiera”, reza el epí­grafe de «Los extranjeros», otro poema-conversatorio incluido en Taberna y otros lugares.

“Nunca pude contener la risa”, dijo el poeta en una ocasión en que trataba de resumir su vida. Y luego de regresar clandestino a El Salvador para incorporarse a la guerrilla, meses antes de que culminara la conspiración tramada por sus camaradas para asesinarlo, escribió: «Podéis juzgar / la catadura moral de un régimen polí­tico / de una institución polí­tica / de un hombre polí­tico, / por el grado de peligrosidad que otorguen / al hecho de ser observados / por los ojos de un poeta satí­rico.»

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