Por Wilmar Harley Castillo Amorocho.
¿El manejo de los planos en la creación audiovisual también puede reflejar el nivel de colonización occidental? Esta pregunta me quedó dando vueltas en la cabeza después de leer el artículo de la intelectual siria, Donatella Della Ratta (1), acerca del documental Para Sama (2020), que narra la resistencia de una activista y mamá durante el conflicto interno de este país, narrada y grabada en primera persona por Al-Kateab para su hija que nace en medio de la guerra (2).
Mi duda nace de la crítica que hace Donatella por el uso de los planos generales que permite el dron. Las vistas aéreas que abarcan una extensa mirada de edificios arrasados se mezclan con la cámara en mano de Al-Kateab en su cotidianidad en medio de los escombros y los bombardeos en la ciudad de Alepo; al respecto la autora dice:
“Entonces, de repente, somos llevados a la superficie, como si nos concediéramos un aliento precioso. La cámara sale de los túneles subterráneos, sale al aire libre, se levanta y llega a nuestras cabezas. De repente, estamos dotados con el espectacular, asombrosamente bien rodado, visión de dron de alta resolución de la zona. Perdidos en esta magnífica vista aérea, tendemos a olvidar el hospital improvisado, los túneles, las claustrofóbicas vidas humanas consumidas debajo. Nos perdemos en la visión hiperestética de la ciudad destruida. La guerra es hermosa, como escribió provocativamente el autor estadounidense David Shields. ¿No lo es?”
El inquietante cambio de perspectiva y forma de sentir con este manejo de planos (cámara en mano-personal-íntimo y plano general con dron) despierta otras preguntas como ¿lo que está de moda también se impone en el estilo de grabación? ¿es obligatorio usar el drone (y sus deslumbrantes planos) para llegar a más públicos? ¿la moda está por encima de la creatividad y la sensibilidad del equipo fílmico?. En palabras de la autora, la ética de la película se rinde frente a la estética dominante. Una vez más, occidente impone su forma de ver la vida a los pueblos del mundo.
Para Sama, fue aplaudida en festivales de cine como Cannes y Premios Oscar, incluso llegó a Netflix. Estas empresas privadas de streaming, venden la idea de llegar a más públicos a través de sus plataformas pre-pago, imponiéndose entonces como la meta a alcanzar para algunos/as cineastas. La orilla ideológica de estas plataformas privadas es tema para otro artículo, así que solo diré que las creaciones audiovisuales críticas o subalternas, son lagrimas nadando en un océano de narrativa individualista-consumidora-patriarcal. Nace otra pregunta ¿qué es más importante, los públicos o la alfombra roja?
Una forma de combatir esta estética dominante occidental, es la cámara en mano y las voces diversas de la comunidad, reuniendo así la vida privada, las voces de las personas y la pluralidad de subjetividades que conforman al sujeto colectivo que sufre las condiciones de vida impuestas por el modelo capitalista. Tal vez en Para Sama, hubiera contenido la lucha política del pueblo sirio para ser consecuente con sus intereses en ese conflicto social y armado.
Lo cual queda narrado en un “antes” de la maternidad de la protagonista, convirtiendo esa resistencia colectiva en un contexto en segundo plano, dejando por fuera a esas otras vidas privadas que también sufren y resisten el asedio del régimen de al-Ásad. Se registran algunos destellos de resistencia popular como la pintada de murales en paredes y buses destartalados, una que otra AK-47 en las manos de la gente y algunas protestas, que solo adornan la narrativa individualista de Al-Kateab.
Guardando las respectivas diferencias entre pueblos, culturas e historias de ambos lados del planeta, lo que sucedió con las transmisiones en vivo durante el Estallido social del 2021 en Colombia, o en Chile desde el 2019 son alternativas a esa estética dominante. Estas creaciones realizadas con el celular y un plan de datos, permitió informar en tiempo real la represión de la Policía Nacional, el Ejército Nacional y grupos paramilitares contra las manifestaciones populares, en medio de los y las protagonistas, pudiendo verles y escucharles expresar su digna rabia, sus experiencias, sus formas de vida, sus formas organizativas (Primera Línea, equipos médicos, reporteros/as populares, ollas comunitarias, etc.). E incluso se evidenció el cansancio, el miedo, los nervios de quienes transmitían, ya que también sus corazones palpitaron en contra de la represión estatal.
La opinión política de estos reporteros/as callejeros durante el cubrimiento, podría considerarse otra forma de combatir la colonización audiovisual, al ser protagonista y camarógrafo al mismo tiempo. Esto expresa la continuación de la praxis de los pueblos y artistas cinematográficos del cine militante conocido en el siglo pasado, pero usando la tecnología de la información y las comunicaciones actuales, que a su vez también imprimen nuevos matices a esta tradición militante del cine.
Además del uso de los planos convencionales, Donatella señala al individuo y la subyugación de la mujer oriental por el hombre-blanco-europeo como parte de la colonización occidental en Para Sama. Este importante análisis que nos entrega la autora, ayuda a encontrar las marcas occidentales en las creaciones audiovisuales y a su vez, aportan al fortalecimiento de nuestra caja de herramientas cinematográficas para evitar caer sutilmente en esa colonización (3).
Notas: