Por Carlos Velis.
En estos momentos del mundo tan convulso y distópico que estamos viviendo, es necesario redefinir los conceptos desde su base. Así, como en un sueño, desde las neuronas más escondidas, se me ha planteado una discusión con mi yo, que quiero compartir con mi lector (uno,dos o los que sea).
según el inefable DRAE:
CREAR: Resumiendo, “Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado”.
CRIAR: “Instruir, educar y dirigir”, según la cuarta acepción del mismo.
Estos son los conceptos a barruntar.
Según éstos, se “crea” o se le da vida a algo que no existía, de la nada o, mejor dicho, por medio de una fuerza primigenia. Dios, dirán los religiosos, el Gran Arquitecto del Universo, los hermanos masones; según los empresarios, por el empeño y la creatividad y, según los artistas, por la chispa del genio.
Por el otro lado, se “cría” sobre un ser ya creado, sobre un corpus, humano, social, jurídico, natural, etc. La acción de los animales sobre sus crías está limitada a alimentarlas y protegerlas hasta que se puedan valer por sí mismas.
En los humanos, a un hijo se le crea, de la manera tradicional, o según las novedades actuales, y se le cría con amor, inculcándole valores como la tolerancia, la empatía, la confianza, etc.; o con golpes, abusos, abandonos, gritos y burlas. Lo primero y lo segundo, tienen consecuencias en su personalidad.
Lo mismo pasa en la sociedad. Si revisamos la historia americana de los últimos 500 años, los países fueron fundados artificialmente, a sangre y fuego y con el sacrificio de millones de seres humanos. Los pueblos originarios fueron sometidos y sojuzgados a la mínima expresión. La “crianza” de aquellos engendros fue el odio, la intolerancia, el racismo, el individualismo, el robo y un largo etcétera. Antivalores. Los mapas cartográficos actuales, advierte Ramón Grosfoguel, el sociólogo abanderado de la descolonización, fueron trazados en líneas rectas en los burós británicos. Por eso abundan en fronteras lineales, antinaturales, sin tomar en cuenta los accidentes geográficos ni las condiciones propias de las poblaciones originales.
Pero el odio fue parejo, tanto de parte de los dominadores como de los dominados; además, de las pugnas entre ellos mismos. Los primeros no hubieran logrado someter a aquellos pueblos, sin el maridaje del grupo dominador nativo. Así, a las poblaciones se les ha inculcado aquellos antivalores que ya mencionamos.
Pero hay condiciones inherentes al ser humano que no pueden ser erradicadas, por mucha sangre que corra, una verdadera caldera a fuego lento. Valores como el amor a su tierra, la dignidad, la superación y, sobre todo, suplir las necesidades básicas como que los hijos coman, vistan y tengan un techo, tarde o temprano obliga a la gente a rebelarse.
Esa caldera está explotando en estos momentos. Las sociedades falsamente creadas no tienen mucha vida y, sobre todo, como el híbrido animal, no puede procrearse. Su destino es la decadencia. Y este es el momento actual.