Antes parecía que no eran muchos, aunque eran peligrosos, hoy son incontables y se han vuelto feroces, atacan solos o masivamente. Por eso, especialmente cuando voy al baño, agudizo oídos y vista. Pronto algunos ruidos me alertan y observo de un lado a otro, de arriba abajo y aparecen en el aire y al mover sus pequeñas alas provocan zumbidos. Posan en la pared, el espejo o en un mueble; en toallas o en la ropa colgada, son esos minúsculo insectos de forma alargada que se han vuelto temibles pues son causante de al menos tres enfermedades, en algunos casos mortales.
A veces les he aplastado, quemado con raquetas eléctricas o usando venenos que no son tan efectivos, como los repelentes, que son los métodos tradicionales o busco algunos novedosos intentando exterminar ejemplares de criaderos propios o de vecinos, uno, dos y más mosquitos. Uno de estos días listo a entrar a la ducha, noté la presencia de algunos abusivos huéspedes que sobrevolaban el escaso territorio y me apresuré a intentar acabarles, pues me sentía rodeado. Hasta pensé ver que algunos sonreían cuando fallaban mis intentos de alcanzarles con mis manos. Agobiado por la habilidad de los invasores lo más cercano que encontré eran los calzoncillos que recién me había quitado. Y pronto noté que algunos mosquitos parecían volar aturdidos, pese a que había fallado en darles el golpe, después les aplasté, uno a uno.
Exterminé ese pequeño foco de la crianza virulenta que llegó hace algunos años, alguien dijo que son los experimentos de nuevas guerras y otros que son mutaciones del mismo mosquito, aunque antes solo se nos hablaba de los Anopheles de los que hay, según estudiosos, más de 400 especies en el mundo, aunque solo 30 son vectores importantes del paludismo y causantes de poner en peligro a 3,200 millones de personas, la mitad de la población mundial, los que habitamos zonas tropicales. Aunque no son nuevos, los mosquitos Aedes aegypti que desde hace varios siglos se han dispersado por el mundo transmitiendo la fiebre amarilla y el dengue, ésta última causó destrozos en nuestra región y ha provocado emergencias universales. Originarios de ífrica hoy se encuentra desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina infectando a millones con el Chikunguña y luego la fiebre del Zika, que según los expertos causa unos 25,000 muertos por año. No es un enemigo sencillo y por eso intento aniquilar esos focos en mi casa y porque hace mucho no hay fumigaciones en la zona en que resido, solo las que uno paga, pero son esfuerzos fallidos, pues el descuido permite su proliferación.
Cuando por fin pude entrar a la ducha pensé que fue buena idea usar mi ropa interior como arma contra los feroces y persistentes enemigos que han alarmado al mundo. Con el agua fresca sobre mi cuerpo pensé en lo práctico que fue mi decisión, pues esos calzoncillos los tenía puestos desde un día anterior, había realizado mi caminata matutina y algunos ejercicios que me hicieron sudar.
Aunque rápido me di cuenta que la medida fue circunstancial, mi blasón fue insuficiente, la aniquilación del pequeño foco no bastó, pues los mosquitos han seguido merodeando y a veces atacando. En noches de calor, como éstas de abril, los ventiladores se escuchan en el barrio para aliviar la temperatura y espantar mosquitos, que también se enfrentan a esas raquetas que les queman cuando son atrapados, emitiendo pequeña explosiones que se vuelve un coro en las casas aledañas. Me resisto acostumbrarme a ellos, pues a veces sus aleteos cerca de mis orejas causan que por instinto lance golpes que solo me duelen a mí, pues generalmente fallo y mi oído queda zumbando. Continuaré afinando métodos y espero que la ciudadanía y las autoridades de Salud hagan lo propio hasta erradicar la invasión que parece indetenible, aquí y en muchas partes.