El Profe llegó a la conclusión que la etapa de su acusación legal como terrorista internacional había llegado a su fin, hacia varias semanas que no había sido interrogado, mientras que al resto de los reos políticos los sacaban de la prisión para interrogatorio cada 12 días aproximadamente. Le preocupaba que no se le había asignado el defensor de oficio (oficial de la fuerza armada con estudios de derecho), ya que necesitaría varias semanas para conocer el expediente preparado por la parte acusatoria. Luego se realizaría el juicio militar, el cual duraría aproximadamente tres horas y media, tomando en cuenta la gran extensión de su expediente revolucionario de aproximadamente 22 años, la cantidad de países socialistas que había visitado (cinco) y la relación con altos mandos militares revolucionarios de América Latina. La sentencia sería de unos diez años; ya que había que descartar la sentencia de muerte, porque ya habían tenido la oportunidad de ejecutarlo y no lo habían hecho; es decir que su estadía en cárceles chilenas sería de unos diez a doce años más.
No esperaba recibir apoyo diplomático de parte del gobierno salvadoreño, ya que prácticamente se encontraba exilado en Chile, luego de haber salido en forma clandestina de El Salvador, un día después de que el gobierno del Coronel Molina había ordenado la intervención militar de la Universidad de El Salvador; con el agravante de que el Profe pertenecía desde hacia unos once años al Partido Comunista Salvadoreño, había sido asesor económico de Schafik Handal (que había impulsado la lucha armada a principios de la década de los sesenta); antes que cerraran la Universidad de El Salvador el Profe era el candidato único para Rector, propuesto por los estudiantes, profesores y profesionales.
Tampoco esperaba contar con el apoyo de la Universidad Pontificia del Norte de Chile donde se desempeñaba como Gerente y profesor del Departamento de Administración de Empresas, ya que posiblemente el Rector había sido fusilado por ser del Partido Socialista Chileno, con una posición radical de izquierda y haber firmado un convenio de colaboración mutua con la Universidad de la Habana.
El Profe estaba convencido que su experiencia revolucionaria era superior a cualquier otro de los reos políticos que se encontraba en esa cárcel, que era su obligación utilizar esa experiencia para ayudar a elevar la autoestima y la organización de todos esos detenidos. Ya se había avanzado bastante: los reos políticos habían designado sus representantes por cada una de las cuatro celdas; el profesor de Educación Física había logrado convertirse en el encargado de los ejercicios físicos de los reos; tres profesores de secundaria y un psicólogo eran los encargados de ayudar a los reos que perdían el equilibrio emocional; el “Rey de la Coca” había conseguido introducir a la cárcel, varios juegos de Ajedrez y damas chinas, así como tres biblias, de tal manera que cuando nos sacaban a tomar el sol al patio, decenas de reos nos poníamos a jugar o leer en grupos, bajo la supervisión técnica de ese empresario exitoso y con una personalidad muy agradable.