martes, 10 diciembre 2024
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De París a Xoxocotla sin escalas

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"El colmo de los ataques contra Adalberto llegó con un artículo en el que se mencionaba que la cultura en Morelos había pasado de París a Xoxocotla sin escalas, aduciendo el regionalismo del nuevo director del instituto": Gabriel Otero.

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Por Gabriel Otero.

Para Adalberto Ríos Szalay, in memoriam

Durante la pandemia, Paco Román, ex encargado y colaborador del área de prensa del Instituto de Cultura de Morelos, me buscó para plantearme su interés en editar un libro de anécdotas de los gestores considerados “históricos” de la otrora institución promotora del arte y la cultura estatal. Quería mi testimonio y el relato de mis memorias de aquellos años. Me encantó la idea y el tema, pero todo quedó en el aire como suelen dispersarse algunos proyectos.

Para mí, el estado de Morelos posee un valor sentimental inconmensurable, me cobijó y adoptó cuando más lo necesitaba. Mi esposa y yo, vivimos cinco años maravillosos en Cuernavaca, ahí me curtí como gestor cultural y aprendí organización, promoción y logística con grandes maestras como Mercedes Iturbe y Guadalupe Fragoso.

Al tiempo conocí a Adalberto Ríos Szalay quien representó una figura medular en mi formación. Fotógrafo de gran carisma, antropólogo, escritor y morelense muy destacado, se hizo acreedor a una beca en fotografía en la categoría de Creadores con Trayectoria del FONCA estatal en 1997.

Fui yo el que le recibió su documentación y propuesta anual para optar a la beca, entregó tres mamotretos que incluían varios de sus libros de fotografías y la descripción extendida de una trayectoria impecable. Simpatizamos de inmediato. Ahí intuí que le otorgarían la beca. Así sucedió.

A los dos años, durante el gobierno interino de Jorge Morales Barud, nombraron a Adalberto como director del Instituto de Cultura de Morelos, que encabezó una revolución contra todo lo que sonara a su antecesora, Mercedes Iturbe, a quienes algunos sectores percibían como el demonio extranjero, la verdad es que ambos tenían visiones complementarias de la cultura que se enriquecían, pero en su momento, significó el liberarse de un personaje foráneo mal visto. Los intelectuales tomaron bandos según sus intereses, así había algunos partidarios incondicionales de Adalberto y otros de Mercedes.

El colmo de los ataques contra Adalberto llegó con un artículo en el que se mencionaba que la cultura en Morelos había pasado de París a Xoxocotla sin escalas, aduciendo el regionalismo del nuevo director del instituto.

Junto a Adalberto ingresó Chucho Peredo como subdirector. Él era músico e investigador de música popular y corridos que había residido en Mónaco muchos años. Hicimos una mancuerna envidiable y me convertí en apoyo de su gestión.

Fueron numerosas la cantidad de actividades que organizamos. Adalberto tenía la capacidad de transmitir camaradería, y realizó una seguidilla de cambios, que en algunos casos no funcionaron, pero en otros tenía el ingrediente de la genialidad. Además, continuó con programas de gran éxito como el Cervantino.

Confió plenamente en mi trabajo y pude coordinar el Circuito Artístico de la Zona Centro integrado por Tlaxcala, Guerrero, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Distrito Federal, Hidalgo y Morelos, y al final de la misión se logró una economía de recursos importante al omitir gastos suntuosos, y fomentar la inversión prioritaria en capacitación y creación de públicos.

Programamos festivales, quemas de Judas el sábado de gloria, desfiles de días de muertos, conciertos con la participación de premios nacionales y la primera gira de la banda de Brígido Santamaría de Tlayacapan en Estados Unidos.

La motivación como equipo de trabajo andaba a tope. Un detalle estresante, resultó cuando habíamos organizado un concierto de La Maldita Vecindad en el Foro del Lago del Jardín Borda. El día antes del evento llegó su representante con un reporte climatológico de la NASA que indicaba lluvias torrenciales y nos obligó a cambiar de locación o el grupo cancelaría el concierto.

Buscamos lugares por todos lados de Cuernavaca y no encontrábamos un espacio para conciertos masivos. Obligados por las circunstancias terminamos presentando a la Maldita en el Cine Morelos. Jamás llovió.

Formamos un equipo excepcional con Carmen Mañón, Carlos Arce Vargas, Pepe Serna, Iván Gómez, Pancho Becerra, Chucho Peredo, Paco Román, los técnicos iluminadores y otros cuyos nombres se me escapan, todos bajo la dirección de Adalberto.

En febrero de 2000 me ofrecieron un trabajo mejor pagado como jefe de difusión en el Bosque de Chapultepec. Me costó el mundo tomar la decisión de regresar a la Ciudad de México. Adalberto intentó convencerme, fue en vano.

Extraño Cuernavaca, a mis compañeros y amigos, vi a Adalberto un par de veces más cuando se inauguraron las galerías fotográficas en las rejas de Chapultepec. Fueron encuentros cordiales.

Adalberto Ríos Szalay falleció a los 81 años de edad el 28 de marzo de 2024, casi en sábado de gloria, dejó un acervo de más de un millón de fotografías, 45 libros de su autoría y miles de amigos.

Cuando viaje de París a Xoxocotla sin escalas me acordaré de él.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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