Se dice que hay un dictador en proceso en El Salvador y que, cuando Nayib se embobe de poder, nos espera un autoritarismo apocalíptico. «El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente», John Dahlberg Acton lo dijo hace más de 100 años en una carta a un obispo anglicano asegurando que los hombres buenos, llenos de poder, son hombres malos. Pero, ¿es esto malo?
Ser vivo y vivian son dos conceptos inextricablemente ligados a la psiquis del salvadoreño y, ¿por qué no?, del latinoamericano. Basta con tan solo sacar a colación aquel dicho mexicano que reza: “el que no tranza, no avanza”. Pero hermano, ¡no sea aprovechado! Hay que ayudar al otro cuando lo necesita y darle voz al que no ha tenido voz.
En la época de la guerra, la gente se dividía en los que tenían y en los que no tenían. Y los que no tenían deseaban que los que tenían dejaran de tener porque por alguna razón “tener” era malo. Hagamos un flash forward y saltemos al presente y veremos que los que no tenían, tienen. Y mucho.
Muchos consideran a Estados Unidos como el enemigo #1 de la humanidad y que preferirían irse a Brasil, Italia o España antes que a la tierra del Tío Sam. Media vez que esta gente tiene la oportunidad de emigrar a la USA, lo hacen. ¿Dónde quedaron los valores y la ideología?
Es decir, no es cuestión del dictador. Hemos vivido durante años en un cautiverio psicológico que no tiene fin, pues nosotros mismos nos encargamos de perpetuarlo. Nos hacemos del ojo pacho cuando nos conviene. A simple vista se puede ver que los anti-nayí se convierten cuando el hombre les lleva su cajita del PES o les da la vacuna a algún familiar o visita a los abuelos olvidados en algún lugar. ¿Y si roba? Y muchos tal cual lora dirán “Con Duarte aunque no me harte” y agregarán “¿Y no todos roban, pues?”
Sí, roban. Y de eso hay que cuidarnos y no hacernos los del ojo pacho y denunciar la deshonestidad. Como dice mi sobrino, gol es gol… ¡robo es robo! Y es por ello que se debe estar atento ante cualquier irregularidad, venga de donde venga aunque sea difícil en un país como el nuestro. Aquí por ahorrarnos unos pesos no pedimos factura a sabiendas que se evaden impuestos; pagamos un servicio de internet de 10 megas y te dan 5; vas a la despensa y si no te fijás en los precios, lo que estaba en promoción te lo cobran a precio regular; comprás un jugo y le ponen agua; te dicen que algo es orgánico y trae pesticidas; te para la policía y te multa por andar una luz mala mientras ellos no andan una buena; los Hugos no andan licencia y todo el mundo lo sabe, etc. Hay que ser vocales y justos ante la injusticia. Si la policía está para proteger y servir, pues ¡protejan y sirvan a todos por igual!
Adversidades han habido y las habrá en el país, pero la vida ni el poder terminan ahí. Donald Regan se burlaba de la frase que dio nombre a esta columna y la arregló de la siguiente manera: «El poder corrompe. El poder absoluto… ¡es genial!» Es así, el poder corrompe a cualquiera y ninguno de nosotros estamos exentos y por eso hay que poner de nuestra parte para que las instituciones funcionen, para que los vigilantes de algún local no se sientan los dueños, para que los centros comerciales no cobren entrada al parqueo, para que los motociclistas respeten para ser respetados, para que entendamos que el carril izquierdo es para sobrepasar.