El salvadoreño, el mal llamado guanaco, el inconforme con todo y con nada, reacio a los cambios, amante del tercer mundo, el que se cree crítico cuando apenas llega a criticón, el egoísta y cero empático, al que nada le embona.
Hace algunos años, cuando era un niño de no más de 8 años, fui al circo y realmente quedé fascinado con el espectáculo; pero lo que más me llamó la atención fue ver el acto del elefante: un ser enorme, con un peso descomunal y una fuerza extraordinaria haciendo un show sorprendente.