sábado, 13 abril 2024
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¿Quién nos salvará de nosotros mismos?

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El salvadoreño, el mal llamado guanaco, el inconforme con todo y con nada, reacio a los cambios, amante del tercer mundo, el que se cree crí­tico cuando apenas llega a criticón, el egoí­sta y cero empático, al que nada le embona.

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El salvadoreño, el mal llamado guanaco, el inconforme con todo y con nada, reacio a los cambios, amante del tercer mundo, el que se cree crí­tico cuando apenas llega a criticón, el egoí­sta y cero empático, al que nada le embona.

¿Quién necesita enemigos si nos tenemos a nosotros mismos? Donde la intolerancia, el odio polí­tico, social y cultural es lo que aflora en la piel del salvadoreño convencional.

Donde se suele decir “si no me afecta a mí­, para qué meterme o qué me importa”, donde nunca nos ponemos en los pies del otro para entender la manera de pensar, de actuar, de sentir de las otras personas, al salvadoreño le fascina hablar, pero detesta escuchar.

Orgulloso y soberbio, preferirí­a describirlo como un “ser perfecto”, donde él tiene siempre la razón y el que piensa diferente es un ignorante, marioneta, y una larga lista de descalificativos que podrí­amos llevarnos varios minutos enlistándolos.

Salvadoreño. Aquel que crí­tica lo que ve y lo que no ve, lo que existe y lo que no; y si no tiene algo que criticar pues se lo inventa. Donde se critica si se hacen cosas y si no se hacen pues también, si se piensa de una forma o de otra, si el cielo es azul o es verde, si la gallina fue primero o tal vez fue el huevo.

Pero entonces podrí­an decir, la crí­tica es necesaria, así­ el paí­s sale adelante; ya que si no se crí­tica lo que está mal ¿cómo se van a solucionar los problemas del paí­s?; y yo les respondo exactamente con una palabra de la pregunta anterior ¿quién propone soluciones?

El problema de la sociedad salvadoreña es que amamos criticar y encontrar los defectos de todo, pero a la hora de solucionar estos problemas, todos miramos hacia otro lado y los pocos que tratan de buscar soluciones son mirados con ojos de envidia y de extrañeza, esperando al fallo para poder criticar.

El salvadoreño doble moralista, defensor de los derechos y valores cuando les conviene, amante de la libertad de expresión siempre y cuando no hablen mal de sus posturas, defensor de la tolerancia siempre y cuando no sean ateos, gays, lesbianas, areneros, terengos, evangélicos, mormones y musulmanes.

Paladí­n de la lucha contra la corrupción cuando ofrecen mordida a los policí­as para no pagar multas; el anticomunista y antiimperialista que no conocen nada de Marx, Engels, Lennin o Adam Smith y William Petty.

Nuestros gobernantes no son más que el reflejo de lo que es el salvadoreño en general, mientras sigamos criticando, transmitiendo mensajes de odio, resentimiento y división, estaremos estancados en el tercer mundo y el subdesarrollo.

Si tan ofendido te sientes con las cosas que suceden en el paí­s, actúa, haz algo, no solo critiques a los polí­ticos, religiosos, ateos, la moral etc. Como joven qué estás haciendo vos para sacar este paí­s adelante.

Has que tus crí­ticas trasciendan a los hechos, presenta propuestas, lucha por tus sueños, se tolerante, coopera, las guerras no se ganan desde la comodidad de tu casa, salvémonos a nosotros mismos para luego poder salvar al paí­s.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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