Estaba conversando con un joven amigo sobre nuestras experiencias amorosas. Existen muchachas que le dicen “si” a todo lo que uno les pide, realmente son aburridas y desechables; uno valora como parte de su madurez emocional el superar esa etapa de niño caprichoso, aprecia mucho más a las que no son fáciles e incluso a las inalcanzables.
Este es el caso de mi mejor amigo de juventud, estuvo entrándole a una de las muchachas más bonitas y con más dinero de mi pueblo, durante tres meses; ella es muy educada y en buena forma le hizo entender que ella no quería tener nada con él. Mi amigo me propuso que yo la cortejara, por tener mejor posición económica y social.
Como la cipota era bonita, estuve dispuesto a sacrificarme; mi amigo me acompañaba siempre que yo visitaba la casa de ella. En menos de un mes me enamoré de mi novia y me comenzó a molestar que mi amigo siempre estuviera siempre allí de metido. Él se dio cuenta que yo me había enamorado, entonces me dijo “espero que eso te haga feliz” y “me siento bien que sea contigo y no con otra persona”.
Mi novia se fue a estudiar a los EEUU, cuando ella me escribía mi amigo leía las cartas como si fueran dirigidas a él. Pasaron tres años, mi novia venía a visitar a su familia una vez al año, yo disfrutaba cada segundo de su compañía, hacíamos planes para cuando viviéramos juntos, mi amigo se emocionaba cuando yo le contaba cada detalle de esos momentos.
Cuando ella vino en el cuarto año, me dijo que si quería casarme con ella que le propusiera matrimonio, yo le dije que me casaría al culminar mis estudios universitarios; muy serenamente dijo que tenía un pretendiente estadounidense, yo me sentí muy mal por unos segundos, finalmente le dije que se casara con él.
La boda se realizó tres meses después aquí en San Salvador; yo colaboré haciendo todos los preparativos; llegaron tres días antes de la boda, esos días fueron inolvidables, salíamos con mi ex novia a comer y a bailar, ya que el novio prefería quedarse en casa de mi tío, en donde yo los había hospedado. Mi amigo fue uno de los invitados especiales a la boda, estábamos sentados en la mesa principal, al lado de los novios, había venido desde mi pueblo, junto con otras cincuenta personas, en un autobús alquilado por mi ex novia. Todos ellos veían embelesados como mi ex novia y yo, bailábamos siguiendo los acordes de la orquesta de Paquito Palaviccini.
Pasaron los años, conocí a la que fue mi esposa toda la vida, tres meses después que nos casamos, me encontraba acostado con ella, era una tarde de día domingo en Santiago de Chile; después de darme un beso cariñoso, me dijo “Shanty, no crees que ya es tiempo que quites el retrato de tu ex novia de tu mesa de noche”.