miércoles, 9 octubre 2024

Amor eterno

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Estaba conversando con un joven amigo sobre nuestras experiencias amorosas. Existen muchachas que le dicen “si” a todo lo que uno les pide, realmente son aburridas y desechables; uno valora como parte de su madurez emocional el superar esa etapa de niño caprichoso, aprecia mucho más a las que no son fáciles e incluso a las inalcanzables.

Este es el caso de mi mejor amigo de juventud, estuvo entrándole a una de las muchachas más bonitas y con más dinero de mi pueblo, durante tres meses; ella es muy educada y en buena forma le hizo entender que ella no querí­a tener nada con él. Mi amigo me propuso que yo la cortejara, por tener mejor posición económica y social.

Como la cipota era bonita, estuve dispuesto a sacrificarme; mi amigo me acompañaba siempre que yo visitaba la casa de ella. En menos de un mes me enamoré de mi novia y me comenzó a molestar que mi amigo siempre estuviera siempre allí­ de metido. Él se dio cuenta que yo me habí­a enamorado, entonces me dijo “espero que eso te haga feliz” y “me siento bien que sea contigo y no con otra persona”.

Mi novia se fue a estudiar a los EEUU, cuando ella me escribí­a mi amigo leí­a las cartas como si fueran dirigidas a él. Pasaron tres  años, mi novia vení­a a visitar a su familia una vez al año, yo disfrutaba cada segundo de su compañí­a, hací­amos planes para cuando viviéramos juntos,  mi amigo se emocionaba cuando yo le contaba cada detalle de esos momentos.

Cuando ella vino en el cuarto año, me dijo que si querí­a casarme con ella que le propusiera matrimonio, yo le dije que me casarí­a  al culminar mis estudios universitarios; muy serenamente dijo que tení­a un pretendiente estadounidense, yo me sentí­ muy mal por unos segundos, finalmente le dije que se casara con él.

La boda se realizó tres meses después aquí­ en San Salvador; yo colaboré haciendo todos los preparativos; llegaron tres dí­as antes de la boda, esos dí­as fueron inolvidables, salí­amos con mi ex novia a comer y a bailar, ya que el novio preferí­a quedarse en casa de mi tí­o, en donde yo los habí­a hospedado. Mi amigo fue uno de los invitados especiales a la boda, estábamos sentados en la mesa principal, al lado de los novios, habí­a venido desde mi pueblo, junto con otras cincuenta personas, en un autobús alquilado por mi ex novia. Todos ellos veí­an embelesados como mi ex novia y yo,  bailábamos siguiendo los acordes de la orquesta de Paquito Palaviccini.

Pasaron los años, conocí­ a la que fue mi esposa toda la vida, tres meses después que nos casamos, me encontraba acostado con ella, era una tarde de dí­a domingo en Santiago de Chile; después de darme un beso cariñoso, me dijo “Shanty, no crees que ya es tiempo que quites el retrato de tu ex novia de tu mesa de noche”.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.
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