sábado, 27 abril 2024

EXE. Educación que cambia y salva vidas

¡Sigue nuestras redes sociales!

Entrevistamos a Luciana Puente, Gerente General de Empresarios por la Educación, y descubrimos el rol articulador que pueden tener las empresas en cambiar a mejor las vidas de los niños peruanos.

Por Alejandro Herrera y Kareen Spano.

Entrevistamos a Luciana Puente, Gerente General de Empresarios por la Educación, y descubrimos el rol articulador que pueden tener las empresas en cambiar a mejor las vidas de los niños peruanos.

Toda historia, por más ajena que nos parezca, es una historia personal. Cuando conocí a Luciana Puente en la presentación del libro de la relacionista pública Úrsula Vega, me quedé impresionado con todo lo que me contó sobre su organización: EXE, Empresarios por la Educación. Normalmente uno te vende su organización con toda la pasión de la que es capaz de expresar. Pero en su caso había algo más que solo venta, había propósito, esa palabra tan cotizada hoy, y que no todos poseen.

A modo de introducción: Retrospección

Quiero empezar este artículo de manera personal, por mi propia historia escolar, y así así poder comprender mejor lo que realmente significa la Educación.

Estudié en un colegio público.

En la recóndita periferia de Lima, había, y seguramente sigue habiendo, un colegio estatal al que los niños llamábamos Colegio Alambrada de Púas. Mi colegio de primaria era un lugar especial de una manera especial, que en esa época pensé era lo normal dentro de lo normal. Cuando uno no tiene la opción de conocer otras realidades, uno se conforma con los límites de lo que tiene. Las cosas son como son.

En mi colegio hacíamos una broma macabra y era adivinar cuál de nosotros, en ese año de estudios, moriría. El primer año que asistí, recuerdo que murió una niña. Se cayó del segundo piso. Al año siguiente murió otro, atropellado por el camión de la basura. Cruzaba la pista, apurado, porque llegaba tarde. Otro alumno fue hallado en una esquina del colegio en circunstancias que no quiero recordar. Uno más murió a medio año por una enfermedad, que el congestionado sistema de salud pública, no pudo remediar. Sus compañeros bautizaron con su nombre a su promoción. Otro más murió de no sé qué. Es horrible no poder recordar a alguien que simplemente terminó pasando desapercibido. Nadie parece recordar los nombres de los muertos en primaria.

El año de mi promoción, el año en que por fin salí de ahí, no hubo muertos. O eso creí. Bueno, al menos no me enteré hasta dos décadas después. Me encontré con un ex compañero tomando un taxi. Conversamos sobre lo que había sido de nuestras vidas. Me acabó contando que sí había muerto alguien en ese último año. Y que era alguien de nuestra promo. Murió un mes después de acabar el colegio. Se encerró en su cuarto y se colgó, por razones que considero más prudente omitir.

Y eso solo fue en la primaria. Es más, eso pasaba solo en el turno de la mañana. Aparte de todo esto que cuento, la vida en el colegio era normal, para alguien que no conocía otra normalidad. Cuando uno es niño, ve las cosas con ojos divertidos. De mi educación impartida por el Estado en esa época, puedo decir poco. Salí del colegio siendo malo en matemáticas, peor en ortografía. A secundaria llegué listo para ser peor. La mayoría solo buscaba aprobar. Otros más realistas respecto al futuro que nos esperaba, simplemente jalaban los cursos con un afán despreocupado. Salvo tres profesores de los que puedo dar fe que se esmeraron porque aprendiésemos algo, el resto de la plana docente era de mediocre para abajo. Simplemente muy pocos de los compañeros con los que crecí en ese tiempo, creían que la educación sirviese para algo.

“Firmes, descanso, atención. Tomen distancia”. Eso era todo lo que conocíamos como disciplina y valores. Y claro en esa época no había bullying, porque la misma palabra no existía. Tampoco sabíamos lo que era la depresión. No sabíamos qué emociones teníamos ni por qué ocurrían. Por otro lado, lo mejor que teníamos, era  obviamente el recreo. Porque en las clases nos distraíamos. No entendíamos porque no nos entraba en la cabeza lo que nos enseñaban. O mejor dicho, lo que nos dictaban. Porque eran dictados con lo que nos educaban. Ahora entiendo porque vivimos tantas dictaduras. Es que nos educaban para escribir lo que nos decían que escribiésemos. Entonces para aprender solo nos quedaba memorizar. Y luego olvidar.

No sé que es un coseno, ni me he encontrado con una hipotenusa por la calle. Supongo que es importante, debe serlo para que nos obligarán a aprenderlo. No es que fuésemos brutos, es que salvo esos tres profesores, nadie más estuvo entusiasmado con enseñarnos o que nos enseñaran a aprender. Menos aún a soñar o a creer en nuestro esfuerzo. Por otra parte si no te golpeaba el alumno más grande que había repetido dos veces el mismo año, era el maestro el que te jalaba de las patillas por llegar tarde. Había una profesora de lengua muy simpática que andaba sin soltar su regla de palo. Si te portabas mal debías recitar a César Vallejo. Y como por supuesto nos costaba recordar lo que seguía a “me moriré en París con aguacero”. ¡Zas! Palo en las manos. Y no en las palmas, sino en los dorsos, porque sabía que así nos dolería más. En resumen, muchos salieron de la instrucción básica escolar estatal siendo analfabetos funcionales.

Yo puedo decir que tuve suerte. A mí sí me gustaba leer, pero solo lo que yo descubría por mi cuenta. Tal vez eso, el auto educarme, me salvó la vida. Tal vez, no lo sé. Solo sé, que en el curso de arte, cuando hacíamos dibujo libre, todos dibujábamos lo mismo: un paisaje con una casa, unas montañas, nubes y el sol. Eso era dibujo libre. El mismo dibujo desangelado en todos. Y que cuando volteaba a ver por la ventana buscando un estímulo que me pudiera distraer, solo encontraba tras los barrotes de fierro una oxidada alambrada de púas, y detrás, un cielo de plomo.

Bueno, para no ser más quejoso, porque hay realidades y realidades, me pregunto: si esto pasaba en un colegio público de la periferia de Lima a principios de la década de 1990. ¿Cómo estarían en las zonas rurales?

Es por esta razón por la que quiero remarcar la importancia de lo que está sucediendo en el Perú, en estos momentos respecto a educación. Lo que descubrí a través de Luciana Puente me hizo sentir, entre otras cosas, cierta envidia por todos esos niños a los que les están cambiando la vida. Esta oportunidad de poder hacer un cambio para mejor en la educación, es algo que no se puede medir a nivel de satisfacción humana, pero sí en el PBI futuro, en el producto per cápita del mañana, cuando se vea que algo está cambiando a nuestro favor. El hecho que EXE, Empresarios por la Educación, promueva que los colegios públicos sean espacios donde miles de miles de niños puedan aprender con entusiasmo, que crean que su esfuerzo vale la pena, que no le teman a soñar más allá de los límites de su realidad, eso de por sí, vale un Perú.

Eso es tener propósito.

El hombre que lo inició todo

Es José Miguel Morales Dasso.

La noche que conocimos a Luciana Puente, recuerdo cómo ella mencionaba el nombre del fundador de Empresarios por la Educación, con orgullo y respeto. Un par de semanas después, al retomar el contacto con Luciana, ella me compartió que Morales Dasso acababa de fallecer. Se la oía por el teléfono impactada. Creo recordar que tenía unos días libres o eran sus vacaciones, y aún así ella estaba en movimiento de vuelta a la oficina para retomar todos los pendientes en la organización. ¿Qué persona hace eso? ¿Qué clase de inspiración suscita tal empeño?

Empecé a interesarme más por quien, hasta hacía muy poco tiempo, había sido José Miguel Morales Dasso.

Lo googleé. En su perfil de Wikipedia y en algunos óbitos que flotaban en la red, encontré detalles profesionales suyos, como el haber sido un exitoso abogado y empresario, fuese como director en el sector minero o el financiero, así como también promotor de la educación en el Perú. Más allá de un nutrido currículum, no había mucho que encontrase sobre él en cuanto vitae. Su vida me era un misterio. ¿Por qué alguien que lo ha logrado todo, y que pudiendo vivir tranquilo, elige meterse en el tema educativo, cuando para cualquier otra persona, hubiese sido meterse en un saco de once varas?

Las respuestas me las da Luciana. A pesar de lo difícil de las circunstancias, me concede una reunión en un café.

“Él comentaba”, dijo Luciana, “que los trabajadores que contrataba no llegaban con la preparación suficiente, y que al conversar con las universidades, éstas le decían, ‘es que tampoco salen con la preparación suficiente de los colegios, para que desarrollen o aprendan la carrera de manera ideal’. Es entonces que se dio cuenta que se tenía que empezar a trabajar desde los colegios, desde la educación básica regular. Y es eso lo que lo motivó a empezar.”

De inmediato me percato que José Miguel había detectado el gran cuello de botella productivo del Perú, y estaba en la educación.

“Y es allí, el momento en que él se dice: algo tenemos qué hacer los empresarios al respecto”.

Como José Miguel ya conocía Empresarios por la Educación, Colombia, es que empuja e interesa a los demás empresarios en esta aventura. “Todos se pusieron de acuerdo. Ni siquiera firmaron un papel, simplemente lo pactaron a palabra, porque era una palabra de caballeros”. Y todos ellos hicieron sus aportes para formar la asociación.

El 28 de febrero del 2007, José Miguel había fundado Empresarios por la Educación- Perú, siendo presidente de CONFIEP.

Como recuerda Luciana, José Miguel “era una persona incansable, un ejemplo de peruano, y al margen de su trabajo en el sector minero, su visión siempre fue su legado hacia el Perú, en los estudiantes peruanos. Era una persona jovial, siempre sonriente, bondadoso, solidario como el solo. Les cuento una anécdota. Yo en mi responsabilidad de Gerente General tengo que ver la sostenibilidad de la asociación, es decir, que, si bien somos una ONG, tenemos que ver qué cosas nos generan ingresos para poder asegurar la sostenibilidad de la organización. Entonces en una ocasión en la que lo visité, le dije, José Miguel, los estados financieros están yendo muy bien. Y él me contestó, eso no me interesa, ya sé que eso lo van a manejar ustedes bien, solamente dime a cuántos alumnos más vamos a poder llegar en base a este crecimiento. Esa siempre fue su visión, era como que nos dijera, aterriza, que lo que nos mueve, es darle un mejor futuro a los estudiantes peruanos. Tengo recuerdos como ese por montones. En otra ocasión le decía, José Miguel he estado en tal empresa, y me han comunicado que no están interesados en trabajar con nosotros, y él me dijo, dame dos minutos. Y mandó un mensaje por wsp a alguien, y luego de un rato me dijo,  te esperan mañana a tal hora para empezar. Él era un mago de las puertas, porque tales eran sus contactos y relaciones, tal era su influencia como ser humano, que pronto su sueño se convertía en el sueño de los demás. En otra ocasión, el verano pasado, me llamó desde la playa un fin de semana, y me dijo, Luciana, perdóname que te interrumpa, pero estoy viendo acá a lo lejos a fulano de tal que es de tal empresa, ¿lo tenemos cómo socio? Espérame que me acerco a él y busco nos conceda una reunión la próxima semana. Entonces, en medio de sus vacaciones se cruzaba la playa, para acercarse a esta persona que él conocía, y luego nos dijo, nos esperan el martes a tal hora. Porque Empresarios por la Educación era tan importante para él, que buscaba en todo momento oportunidades y su desarrollo.”

Luciana Puente: De la experiencia en la banca a Empresarios por la Educación

“Siempre tuve esta inclinación social. Entonces, trabajando en el banco como gerente regional de la banca minorista, tenía ya algunos programas sociales a título personal. Entonces cuando crean la gerencia de responsabilidad social, en BCP, que era donde yo trabajaba, y como todos sabían que yo tenía estas campañas, era como algo natural que me ofrecieran la gerencia de responsabilidad social. Y me parece que no teníamos en Perú ninguna otra gerencia así a nivel de alta gerencia sobre responsabilidad social. Supe de inmediato que teníamos una responsabilidad enorme, porque íbamos a marcar el camino por dónde otras empresas iban a ir. Tenía claro, que no quería caer en filantropías, sino hacer cosas que realmente generarán desarrollo. Y entonces BCP decide mandarme hacer un curso intensivo a Harvard a estudiar responsabilidad social.  Regresé de allí con una mentalidad totalmente cambiada, pasar de esa visión filantrópica que solían tener las empresas, a buscar cosas más ligadas al negocio mismo, como son los microcréditos, impulsar el conocimiento y la bancarización. Y como desde siempre me jalaba la educación, es entonces que conozco a José Miguel Morales, como presidente de Empresarios por la Educación, que viene a proponerme implementar el programa de inclusión digital, que es un programa en el que forman a los profesores para que puedan utilizar la tecnología en su proceso de enseñanza. Entonces contratamos a Empresarios por la Educación para hacer ese programa en toda la región Piura. Y desde allí empezó el acercamiento con José Miguel. Luego yo pasé a otra empresa y luego a otra, y es estando en esta última que José Miguel me llama para venir a trabajar con él, en Empresarios por la Educación, pero yo estaba bien dónde estaba, y le dije que todavía no. Y luego más adelante cuando me decido hacer mi jubilación anticipada, no sé cómo se enteró pero me vuelve a llamar y me dice, ‘ahora sí, no te puedes negar. Te necesito acá’. Y claro, quién le dice que no a José Miguel Morales. Y le respondo, ‘ya, me voy contigo a Empresarios por la Educación. Pero por un año y medio, máximo dos’. Y bueno, van cinco años y sigo acá cumpliendo está promesa que hice a José Miguel”.

El impacto en el rol educativo

Entre los muchos programas que tienen Empresarios por la Educación, que trabaja con colegios públicos en las zonas rurales, en el rol de articulador en el ecosistema educativo, está el haber desarrollado el Mes de la Lectura a nivel nacional,  dónde “tenemos muchos aliados como la fundación BBVA, que nos manda contenidos digitales para fomentar la lectura en los colegios. Capacitamos a los docentes para que ellos sepan cómo fomentarla en los estudiantes y sus familias. Incluimos también a las familias en las capacitaciones, porque entendimos durante la pandemia, que la familia es un tronco importantísimo en la formación de los niños, aún cuando en estas zonas las familias no hayan concluido su propia educación. Era muy importante hacerles conocer la relevancia de la educación de sus hijos. Y las familias se han vuelto parte de todo nuestro ecosistema educativo”.

Respecto a dicho ecosistema educativo Luciana explica, que “es todo aquello que tiene injerencia en la educación. Es decir, el Ministerio de Educación, las direcciones regionales de educación, las UGEL, los directivos de colegios, hablamos de la plana docente, de las familias, y también del importantísimo rol del sector privado y la sociedad civil. También la academia tiene un rol importante, porque trabajamos con ellos la certificación de los maestros. Todas las horas de clases que le damos a los docentes, les brindamos la certificación que los va ayudar en la carrera pública magisterial, la cual la firma la UGEL, o las universidades con las que tenemos convenios como La Cayetano Heredia, o la Universidad Católica Sede  Sapiens. Entonces es importante. Como todo, suma”.

Tienen además un concurso de matemáticas a nivel nacional el cual es financiado por  Aceros Arequipa en alianza con CONCYTEC. Por ejemplo, convocan a todos los colegios que tengan clubes de ciencia, y que son más de diez mil a nivel nacional, los cuales se registran y concursan. El certamen de quinto grado de secundaria, tiene su gran final en Lima, por lo que vienen estudiantes de dos colegios públicos de cada región. Su primer premio consiste en hasta cincuenta mil soles, para educación superior. El 2023 participaron 22 regiones del Perú.

Pero como continúa diciendo Luciana, “la precariedad de la educación en las zonas más vulnerables es tal que semilla que siembres, va germinar. Todo lo que hacemos, sea en un niño o en diez mil, tiene un impacto positivo en el medio en el que vive. Cuando terminamos un programa que dura dos o cinco años en una región, al terminar, son los mismos profesores quienes nos escriben preguntándonos cómo pueden seguir en el programa, y de manera digital continúan nuestras clases.”

También a través de su rol articulador con las empresas, por ejemplo, la Fundación Romero les ha donado tres mil becas para docentes. Crehana les ha donado también cien becas para formación en inglés.

El equipo de Empresarios por la Educación tienen un espíritu que recuerda mucho al de los misioneros, por su entrega y compromiso. Como ella cuenta:

“Las zonas a las que llegábamos eran poco asequibles, y en algunos casos llegábamos en cuatro horas en burro, otras veces en bote, y eran zonas a las que nadie iba. Incluso para el Estado era difícil llegar. Por la pandemia tuvimos que digitalizar todos los programas aún sabiendo que en estas zonas no hay cobertura, porque no cuentan con una banda ancha suficiente. Esto generó un dolor enorme para el equipo, que estaba acostumbrado a viajar, y estar en contacto con la gente. Fue entonces que nos pusimos creativos, de manera que el impacto que no pudimos tener en dichas zonas, por estas realidades que comento, la tenemos ahora de manera abierta y gratuita a quienes puedan acceder. Por ejemplo, un programa que llegaba a 45 docentes, lo abrimos a través de las redes sociales, mientras firmamos convenios con muchas direcciones regionales de educación y la UGEL, para que ellos pudieran compartir nuestros programas a través de Facebook Live. Y pasamos de capacitar a 45 docentes en Ica, a quince mil docentes para que escuchen nuestros talleres. Por ejemplo, nuestras escuelas afectivas han llegado a más de quince mil docentes. Entonces nos dimos cuenta que nuestro impacto podía ser mucho mayor, y fue que decidimos hacer lo mismo con otros temas, como educación digital, educación socioemocional, para el desarrollo de las habilidades blandas, así como asuntos de planificación y evaluación, el cual ayudó mucho a los docentes”.

El impacto que vienen teniendo Empresarios por la Educación, es tangible a nivel de los beneficiados, y no solo estudiantes. “La mayor satisfacción quizá esté en los testimonio de los niños y sus familias, cuando nos dicen: no solamente ayudaron a mi hijo sino también nos ayudaron como familia. Porque ven a sus hijos empoderados. Cuando ves a estos chicos que nunca habían subido a un avión, que nunca habían visto el mar, llegar a la final del concurso de matemáticas en Lima, por ejemplo, te das cuenta de que ofreces oportunidades de soñar, de creer, y que así pueden llegar lejos. Convencerse que pueden creer en ellos mismos. El mayor aprendizaje que tienen estos chicos y chicas es saber que su esfuerzo si tiene frutos, y es lo que queremos sembrar en ellos, la esperanza, las ganas de hacer algo, el sueño de llegar lejos”.

UNA EDUCACIÓN DE LAS EMOCIONES QUE SALVA VIDAS

En algunos colegios han logrado implementar un programa maravilloso llamado CANJO, por el que ponen un celular en cada aula, y los niños al llegar en la mañana (para esto cada niño tiene un número), busca entre cinco caritas y marca cómo se siente. Al mediodía después de recreo marca otra vez cómo se siente, y antes de ir a su casa vuelve a marcar cómo se siente. Los profesores no saben que número corresponde a qué niño, pero el director del colegio sí y la organización también. Entonces al final del mes una persona del equipo de Empresarios por la Educación se encarga de sacar la estadística, y si salta que algunos niños  siempre llegan de sus casas tristes, infiere la organización que el niño tiene un problema en casa, se le informa al profesor o al psicólogo. Si el niño viene feliz de la casa y sale del recreo triste y a la hora de salir del colegio está feliz porque se va a su casa, entonces infieren que hay un problema de bullying en el colegio. Esta plataforma ayuda mucho a detectar casos de alerta temprana de niños que pueden estar pasando casos de violencia o bullying, sea en el colegio o en casa, y así pueden trabajar las soluciones con los directores de colegio o con los psicólogos de la UGEL.

Por otro lado y como Luciana menciona, los niños de los programas son educados a reconocer sus emociones y a saber cómo gestionarlas. Pero no solo ellos. “Tuvimos un taller en el que estaban los padres y los hijos, y en algún momento después de hablarles les pusimos una música suavecita, y los invitamos a bailar. Al comenzar a bailar, alguna mamá abrazó a su niño y el niño se puso a llorar, porque su madre no lo abrazaba comúnmente. Entonces cuando este niño se pone a llorar y la mamá también se pone a llorar, los otros niños empiezan a abrazar a sus mamás y papás, y de repente ya se había formado un llanto en cadena, porque los padres no tenían contacto físico con sus hijos. Esta terapia los ayuda no solo en el colegio, sino también en su vida familiar, en su vida personal. Ver esto fue,  un milagro”.

Y es un milagro todo lo que vienen logrando en otros programas, y como han involucrado la participación de las empresas en un campo tan fundamental como es la educación. Porque lo que hacen salva vidas.

Quiero finalmente agradecer a Kareen Spano por la paciencia en la corrección y edición de este artículo, así como su sugerencia en incluir esta anécdota personal mía al comienzo de este artículo.

Dedicamos este artículo a todos los niños y niñas del Perú, quienes pueden tener la oportunidad de soñar un futuro mejor para ellos. Lo dedicamos también a la memoria de José Miguel Morales Dasso, y a todas las vidas que ha contribuido a salvar.

¡Hola! Nos gustaría seguirle informando

Regístrese para recibir lo último en noticias, a través de su correo electrónico.

Puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento.

spot_img

También te puede interesar

Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto
spot_img

Últimas noticias