Sobre ovejas, carniceros y anzuelos miserablemente tragados.
En la segunda estrofa de “La canción sobre el enemigo de clase”, dice Bertolt Brecht: “Y me dijeron que si era dócil /llegaría a ser como ellos. /Pero pensé: si soy oveja /no llegaré jamás a ser carnicero. /Y vi a más de uno de entre nosotros /que se tragó este anzuelo. /Y cuando le ocurrió lo que nos pasó a ti y a mí, /entonces se espantó”.
Para Brecht, el camino hacia tener tanto poder como lo tiene el enemigo de clase no es el sometimiento sino la lucha. Esta verdad brota de la historia de la explotación en el mundo una y otra vez, y explica por qué los movimientos populares no se acaban nunca y resurgen de sus colosales derrotas con nuevos bríos y en medio de la persecución, la tortura, la desesperanza y la muerte. Pero esta verdad también la entiende el enemigo de clase, quien suele cansarse de tantas matanzas (que sólo multiplican la ira popular) y se percata de que ―como dicen hoy sus mercadólogos y publicistas― producen mala prensa y peor imagen. Por eso, en la era posmo, también decidió sustituir (sólo en parte, claro) las matanzas por la política de ganarse los corazones y las mentes del pueblo, empezando por seducir a las capas medias ilustradas que buscan representar sus intereses con los issues políticamente correctos (raza, etnia, sexo y demás) como sustitutos de la lucha de clases, la cual es, históricamente, el eje de la dinámica social (a menos que alguno de esos “nuevos luchadores” que apelan a la necesidad de “matizar” como justificación de su alegre renuncia al criterio de clase para explicarse las dinámicas del poder, me pruebe lo contrario). Y aunque sea verdad que el clasismo incurrió en soslayar la raza, la etnia y el sexo, eso no coloca a estos justos reclamos por encima de la reivindicación económica (y menos aún la anula). La enriquecen, eso sí, siempre y cuando se sea consecuente con la prioridad del interés económico popular.
Es así entonces que ahora tenemos en escena a una izquierda políticamente correcta que se olvidó del criterio de clase para organizar la lucha por el interés de las mayorías y, siguiendo la lógica de la oveja ―que justamente por eso jamás llegará a ser carnicero (Brecht dixit)―, no sólo magnifica los issues multiculturalistas por encima de las reivindicaciones económicas de las mayorías, sino que ―ante la agresión a Cuba y Venezuela, por ejemplo― “exige” a estos gobiernos “más democracia y derechos humanos”, lo cual equivale a pedirle más compostura a un agredido que grita ensangrentado de ira e indignación ante sus torvos victimarios.
Como diría Brecht, más de uno de entre nosotros se tragó el anzuelo políticamente correcto del enemigo de clase, y aun otros de entre nosotros ―los vendepatrias― llegaron al colmo de clamar por la ayuda del enemigo de clase para que salve a las masas de su condición explotada y oprimida. Izquierda rosa pálido es ésta a la que se suma una derecha lila que navega con bandera rosa pero que sirve sumisa al interés del enemigo de clase ―o sea, a la oligarquía y el capital corporativo transnacional―, cuyo brazo especulador (G. Soros) financia a estos “nuevos (y viejos) luchadores” para escenificar la farsa de una “sociedad civil” que no es tal, pues reduce su acción a montar simulacros de lucha para perpetuar financiamientos que sólo solucionan el problema económico de sus propietarios. Las pocas excepciones sólo confirman esta regla. A menos, claro, que alguien me demuestre lo contrario.