Muy a pesar –ya que fue inconsulta e impuesta- de la reforma educativa de Walter Beneke a comienzos de la década de los setentas debemos reconocer que todas las instituciones culturales que a día de hoy tienen relativo funcionamiento y reconocimiento de la población como patrimonios materiales e inmateriales de cultura y artes se crearon o fueron reorganizadas de lo que venía de 1950 durante aquella gestión. Fue igualmente esa reforma educativa llevada a cabo por el régimen militar que al incluir también las artes dejó un importante legado al país.
ARENA llegó en 1989 al Ejecutivo y llevó a la cultura y artes la política neoliberal que privilegiaba las carreras técnicas sobre las humanísticas. Al entrar a la OMC se suscribió el no subsidio a las artes ya que debían estas ser rentables y auto sostenibles. En un acto innecesario cerró el bachillerato en artes y redujo la administración cultural (sin una Ley) a un mero Consejo de eventismo y activismo cultural.
De los 20 años areneros la mejor administración fue la presidida por el artista plástico Roberto Galicia, respaldado por la primera dama Elizabeth de Calderón Sol impulsó luego de firmados los Acuerdos de Paz en 1992 una serie de personal proveniente de los ex grupos político-guerrilleros que vinculados al arte y siendo ellos mismos artistas dieron nuevos brillos a una diezmada por la guerra civil CONCULTURA. La de Gustavo Herodier proveniente de la Fundación María Escalón de Núñez dio continuidad a la labor dejada por Galicia.
Se dice en crítica literaria que existen malos poetas y, metidos a políticos, poetas malos. En El Salvador seguidos convergen ambos en un personaje. La peor administración arenera fue Federico Hernández Aguilar. Una mezcla de metafísica con fanatismo cristiano se apoderó de CONCULTURA. Dos situaciones ejemplifican nuestra lapidaria conclusión: sus pleitos personales con la ministra de educación hicieron que la institución perdiera una herramienta valiosa para una transformación cultural nacional: TV 10 y, es hasta ahora, la única administración condenada judicialmente por daños al patrimonio cultural.
Llegó la esperanza pero no el cambio: FMLN
En una burda y circense consulta popular organizada para designar una propuesta a Mauricio Funes para que de allí nombrara al titular de la recién rimbombantemente creada Secretaría de Cultura de la Presidencia resultó el más votado Roberto Cea pero CAPRES eligió a Breni Cuenca que había resultado tercera.
No duró mucho. Debido a una confrontación con la primera dama sobre quien debía manejar el sistema de coros y orquestas abandonó de manera vergonzante SECULTURA. Improvisadamente nombraron a Héctor Samour, el breve, filósofo cuyo sueño principal era ser ministro de educación. Así comenzó la deriva de la administración cultural que durante 10 años tendría 5 titulares.
Y cuando habitaba una calma con nubarrones sobre la administración cultural, así de la nada, de repente, sacada de las aventuras del barón Munchhausen la primera dama nombró a quien les había prestado su casa para el matrimonio civil Funes-Pignato: Magda Granadino. A la postre tan pintoresco personaje se convertiría debido a su carácter confrontativo y errático-unilateral en la toma de decisiones en la peor gestión efemelenista en materia cultural.
Luego Lorena Peña secretaria de cultura del FMLN (¿?) incidió en quienes ocuparon por estos últimos 5 años la titularidad de la administración cultural. El antropólogo Ramón Rivas, defenestrado en medio de rumores de acoso sexual y finalmente la apacible poetiza Silvia Regalado dejan la institución en un desorden administrativo (sin reglamento); injusticias manifiestas donde jefes ganan menos que sus subalternos (como el caso del MUNA); familiares empleados; un ISAR que nunca funcionó pero sirvió para dar trabajo al hijo de Nidia Díaz; la intelectualidad interna marginada y mutilada que llevó a una desidia generalizada de trabajadores; una centralizada actividad cultural y, a los artistas alejados de MICULTURA.
Paradójicamente fue durante la dictadura Hernández Martínez que se potenció a la cultura y artes. Igualmente durante los regímenes militares que abarcan la revolución del 50´s y la reforma antes apuntada de Walter Beneke fueron los que arrojaron lo que aún la población entiende y llama cultura y artes salvadoreñas, entonces, no es exagerado comparar nuestra administración cultural de estos 10 años con el Jaragua que nace en la más absoluta irracionalidad natural o Loto que emerge en medio de la adversidad pantanosa donde pesar de los titulares surgieron 4 logros –eso sí- que aún están por dar resultados: el fortalecimiento de la lucha sindical interna; la Ley de Cultura; creación de políticas para los pueblos indígenas y el Ministerio de Cultura.
Corolario:
No todo pasado fue mejor. El desafío para Nuevas Ideas es no hacer las cosas como se han venido haciendo. Para hacerlo mejor solo hay que ver hacia atrás y, no solo, transformar la administración cultural en un verdadero Ministerio. Dejar en el pasado el eventismo y activismo cultural por una política cultural basada en la Ley, esa, que deja las cosas para siempre y no para un periodo presidencial.
El error desde Hernández Martínez hasta Sánchez Cerén es que nunca redactaron una Ley de Cultura que cuidara el hacer de los salvadoreños para siempre, luego el error más grave del FMLN fue que pesar de tener una Ley, no supieron que hacer con ella. Prolongando la creencia de que la cultura salvadoreña nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
¿Qué es cultura? Todo lo que el ser humano hace. De allí la necesidad de tener una institución con visión que proteja, difunda, conserve, investigue y diseñe políticas culturales para el uso y goce de los ciudadanos de la cultura nacional.
Una visión de cultura-nación cuya bandera sean las artes (formación-educación) creando una política de Estado en el tiempo. Convertir en una realidad nacional el artículo 1 de la Constitución: cultura y artes para todos. Ese es el desafío.