lunes, 13 mayo 2024

30 años de (in)cultura de ARENA/FMLN

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Muy a pesar –ya que fue inconsulta e impuesta- de la reforma educativa de Walter Beneke a comienzos de la década de los setentas debemos reconocer que todas las instituciones culturales que a dí­a de hoy tienen relativo funcionamiento y reconocimiento de la población como patrimonios materiales e inmateriales de cultura y artes se crearon o fueron reorganizadas de lo que vení­a de 1950 durante aquella gestión. Fue igualmente esa reforma educativa llevada a cabo por el régimen militar que al incluir también las artes dejó un importante legado al paí­s.

ARENA llegó en 1989 al Ejecutivo y llevó a la cultura y artes la polí­tica neoliberal que privilegiaba las carreras técnicas sobre las humaní­sticas. Al entrar a la OMC se suscribió el no subsidio a las artes ya que debí­an estas ser rentables y auto sostenibles. En un acto innecesario cerró el bachillerato en artes y redujo la administración cultural (sin una Ley) a un mero Consejo de eventismo y activismo cultural.

De los 20 años areneros la mejor administración fue la presidida por el artista plástico Roberto Galicia, respaldado por la primera dama Elizabeth de Calderón Sol impulsó luego de firmados los Acuerdos de Paz en 1992 una serie de personal proveniente de los ex grupos polí­tico-guerrilleros que vinculados al arte y siendo ellos mismos artistas dieron nuevos brillos a una diezmada por la guerra civil CONCULTURA. La de Gustavo Herodier proveniente de la Fundación Marí­a Escalón de Núñez dio continuidad a la labor dejada por Galicia.

Se dice en crí­tica literaria que existen malos poetas y, metidos a polí­ticos, poetas malos. En El Salvador seguidos convergen ambos en un personaje. La peor administración arenera fue Federico Hernández Aguilar. Una mezcla de metafí­sica con fanatismo cristiano se apoderó de CONCULTURA. Dos situaciones ejemplifican nuestra lapidaria conclusión: sus pleitos personales con la ministra de educación hicieron que la institución perdiera una herramienta valiosa para una transformación cultural nacional: TV 10 y, es hasta ahora, la única administración condenada judicialmente por daños al patrimonio cultural.

Llegó la esperanza pero no el cambio: FMLN

En una burda y circense consulta popular organizada para designar una propuesta a Mauricio Funes para que de allí­ nombrara al titular de la recién rimbombantemente creada Secretarí­a de Cultura de la Presidencia resultó el más votado Roberto Cea pero CAPRES eligió a Breni Cuenca que habí­a resultado tercera.

No duró mucho. Debido a una confrontación con la primera dama sobre quien debí­a manejar el sistema de coros y orquestas abandonó de manera vergonzante SECULTURA. Improvisadamente nombraron a Héctor Samour, el breve, filósofo cuyo sueño principal era ser ministro de educación. Así­ comenzó la deriva de la administración cultural que durante 10 años tendrí­a 5 titulares.

Y cuando habitaba una calma con nubarrones sobre la administración cultural, así­ de la nada, de repente, sacada de las aventuras del barón Munchhausen la primera dama nombró a quien les habí­a prestado su casa para el matrimonio civil Funes-Pignato: Magda Granadino. A la postre tan pintoresco personaje se convertirí­a debido a su carácter confrontativo y errático-unilateral en la toma de decisiones en la peor gestión efemelenista en materia cultural.

Luego Lorena Peña secretaria de cultura del FMLN (¿?) incidió en quienes ocuparon por estos últimos 5 años la titularidad de la administración cultural. El antropólogo Ramón Rivas, defenestrado en medio de rumores de acoso sexual y finalmente la apacible poetiza Silvia Regalado dejan la institución en un desorden administrativo (sin reglamento); injusticias manifiestas donde jefes ganan menos que sus subalternos (como el caso del MUNA); familiares empleados; un ISAR que nunca funcionó pero sirvió para dar trabajo al hijo de Nidia Dí­az; la intelectualidad interna marginada y mutilada que llevó a una desidia generalizada de trabajadores; una centralizada actividad cultural y, a los artistas alejados de MICULTURA.

Paradójicamente fue durante la dictadura Hernández Martí­nez que se potenció a la cultura y artes. Igualmente durante los regí­menes militares que abarcan la revolución del 50´s y la reforma antes apuntada de Walter Beneke fueron los que arrojaron lo que aún la población entiende y llama cultura y artes salvadoreñas, entonces, no es exagerado comparar nuestra administración cultural de estos 10 años con el Jaragua que nace en la más absoluta irracionalidad natural o Loto que emerge en medio de la adversidad pantanosa donde pesar de los titulares surgieron 4 logros –eso sí­- que aún están por dar resultados: el fortalecimiento de la lucha sindical interna; la Ley de Cultura; creación de polí­ticas para los pueblos indí­genas y el Ministerio de Cultura.

Corolario:

No todo pasado fue mejor. El desafí­o para Nuevas Ideas es no hacer las cosas como se han venido haciendo. Para hacerlo mejor solo hay que ver hacia atrás y, no solo, transformar la administración cultural en un verdadero Ministerio. Dejar en el pasado el eventismo y activismo cultural por una polí­tica cultural basada en la Ley, esa, que deja las cosas para siempre y no para un periodo presidencial.

El error desde Hernández Martí­nez hasta Sánchez Cerén es que nunca redactaron una Ley de Cultura que cuidara el hacer de los salvadoreños para siempre, luego el error más grave del FMLN fue que pesar de tener una Ley, no supieron que hacer con ella. Prolongando la creencia de que la cultura salvadoreña nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad. 

¿Qué es cultura? Todo lo que el ser humano hace. De allí­ la necesidad de tener una institución con visión que proteja, difunda, conserve, investigue y diseñe polí­ticas culturales para el uso y goce de los ciudadanos de la cultura nacional.

Una visión de cultura-nación cuya bandera sean las artes (formación-educación) creando una polí­tica de Estado en el tiempo. Convertir en una realidad nacional el artí­culo 1 de la Constitución: cultura y artes para todos. Ese es el desafí­o.  

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Marvin Aguilar
Marvin Aguilar
Analista político, historiador, colaborador y columnista de ContraPunto
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