domingo, 12 mayo 2024
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Soy un producto de las circunstancias

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Mi madre viví­a con su familia en una habitación del Mesón Ruiz en Sonsonate, propiedad de mi abuelo paterno, a la par de la habitación que utilizaban los miembros de la familia Ruiz cuando llegaban a pasar unos dí­as a esa ciudad; a ella le gustaba el que fue mi padre, pero él era rico y mi madre pobre, hija de un artesano (talabartero); ella tení­a un pretendiente adinerado que viví­a en un municipio cercano, la habí­a visitado esa tarde, bajo la mirada inquisidora de mi abuela Magdalena; cuando el pretendiente se despidió ella salió al patio central  del mesón en dirección del servicio higiénico común, se encontró con el que fue mi padre, se intercambiaron unas pocas palabras en voz baja, cerca de donde estaban dos caballos en que él habí­a llegado, acompañado de un mozo; cuando oscureció, ella salió nuevamente al patio, se encontró con el que fue mi padre y se la llevó a vivir a una finca de propiedad de su padre en el Departamento de Ahuachapán; a las tres semanas, él  se fue a joder por varias semanas con sus amigos ricos , dejándola abandonada; ella no regresó con sus padres porque le habí­an mandado a decir que la desconocí­an como hija y porque estaba embarazada, yo era el feto que se desarrollaba en su vientre.

Por alguna razón mi abuelo paterno le tení­a mucho cariño a mi madre y tení­a mucho poder económico, polí­tico y social en San Pedro Puxtla; él me mandó a inscribir con su nombre y apellido, como hijo ilegí­timo de su hijo; durante mis primeros siete años de mi vida él se preocupó por la salud de mi madre y de su prole (yo y dos bellas hermanitas); se hizo cargo de mi educación; cuando estaba a punto de terminar mi bachillerato, empezó los trámites con el Banco Hipotecario para la creación de un fideicomiso para financiar mi educación universitaria en España, hacer las inversiones necesarias para establecer mi oficina profesional y realizar mi matrimonio; mi padre se dio cuenta de esos trámites y le reclamó a mi abuelo, le dijo que le diera el dinero y que él se encargarí­a de mi educación universitaria, si mi abuelo insistí­a en enviarme a estudiar a España,  no me darí­a la firma para autorizar mi salida al extranjero; el conflicto familiar se hizo más explosivo por las amenazas de muerte que hizo mi padre a mi abuelo; mi abuelo falleció, en su último testamento me dejaba suficiente patrimonio para mis estudios universitarios y vivir cómodamente el resto de mi vida; mi padre, tí­os y tí­as se pusieron de acuerdo para hacer desaparecer ese testamento y aceptar uno que habí­a firmado mi abuelo como quince  años antes, en donde ellos eran los únicos herederos.

Yo apoyé a mi joven abuela (de unos cuarenta años), para evitar que perdiera la casa en que viví­amos y otros inmuebles que mi abuelo le habí­a comprado, pero que ella no habí­a querido que los pusiera a su nombre; ella hizo un trato con los otros herederos para evitar perder esos inmuebles, yo no estuve de acuerdo porque estaba seguro que la engañarí­an; la situación se volvió insostenible y yo me fui de la casa enojado, a trabajar en lo que sea para costear mis estudios universitarios en San Salvador.

Cuando habí­a aprobado el primer año en la Facultad de Economí­a, conseguí­ trabajo de ordenanza en la Universidad a espaldas del Rector de la misma, el cual era mi tí­o (hijo de una hermana de mi abuelo paterno, cuyos estudios de derecho habí­an sido financiados por mi abuelo).

En mi nuevo trabajo y en la Facultad de Economí­a, los dirigentes comunistas me consideraron como su aliado democrático, porque el Partido Comunista  habí­a analizado los resultados de su trabajo polí­tico durante los treinta años desde su creación y habí­an decidido ampliar su estrategia de alianzas y reclutamiento; luego me mandaron a la Unión Soviética a cumplir tareas como dirigente estudiantil, porque habí­a mostrado disciplina y valentí­a en la lucha contra la dictadura militar que existí­a en el paí­s.

La Universidad me becó a estudiar mi maestrí­a en Chile, porque mi mejor amigo habí­a sido nombrado Decano de la Facultad de Economí­a y el Rector era Fabio Castillo Figueroa, a quien habí­amos apoyado desde la dirigencia estudiantil para su elección.

Conocí­ a la que fue mi esposa en una fiesta, en donde otro becario salvadoreño en Chile quiso caerle y el mejor amigo de ella le dijo: te voy a ir a sentar al lado de aquel joven que parece muy educado y cierra los ojos para bailar.

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Santiago Ruiz
Santiago Ruiz
Columnista Contrapunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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