martes, 3 diciembre 2024

Reconstruyendo desde la solidaridad

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Cada vez son más las cifras de desaparecidos, muertos y heridos del terremoto de 7.8 que sacudió la costa ecuatoriana el pasado 16 de abril.  Cada vez son más los voluntarios nacionales y rescatistas internacionales que se unen a esta cruzada para apoyar al Ecuador.

Viví­ junto a mi familia dos terremotos en El Salvador. El primero de 8.0 en enero y el segundo de 7.8  en febrero del 2001.  Casas soterradas, pérdidas humanas, carreteras destruidas, dolor. ¿Qué le quedaba a este pueblo golpeado por una larga guerra después de estos dos sismos?  Esperanza.

Y si eso también lo veo en la gente de mi terruño. A pesar de que el terremoto se produce en la peor crisis económica del Ecuador, la gente está esperanzada, pero más que eso: solidaria y entregada.

Estuve en dos centros de acopio de diferentes puntos de la ciudad de Quito y miré como la gente se agolpaba a ayudar, personas de diferente condición social, credo polí­tico, nacionalidad o edad. Todos querí­an sentirse parte de este duelo nacional.  

Llegaban por miles como si fueran a un concierto de rock, desenfrenados, entusiastas, alegres. Condescendientes y fraternos.  Millares de personas queriendo entrar a los recinto donde se recibí­an todo tipo de ayuda.  Hombres y mujeres de mediana edad, adultos y jóvenes cargaban cajas, bolsas de abastos, clasificaban ropa y zapatos, empacaban toallas higiénicas, biberones, pañales. Separaban medicamentos, transportaban agua y quintales de arroz y azúcar.  Recibí­an fe y solidaridad. Empezaban a ser gestores de bienestar.

Largas cadenas humanas trasladaban productos empacados hacia los convoyes que debí­an partir lo más pronto posible, la urgencia inmediata de suplir las mí­nimas necesidades estaba latente.

Cansados y aturdidos por el tumulto cada quien tení­a un rol. Dentro del caos habí­a una organización. En cada grupo y como auscultando un anhelo, lideres consecuentes hurgaban bolsas de colores, cartones y costales plásticos.

Sin saber los nombres de los compañeros que se iban adhiriendo a la comitiva, se organizaba kits de aseo, fósforos y velas, alcohol y gasas. ¿Dónde están las fundas para los cadáveres preguntaban?

A pie, en bicicletas, en bus, en taxis, en vehí­culos compartidos, trotando; todos llegaban a donar.  Todos vestidos de Patria. 

Fui al supermercado y los parqueaderos completamente llenos, pensé que la gente estaba abasteciéndose, mi sorpresa fue grande al darme cuenta que las más de 30 cajas estaban llenas de consumidores/donadores. Adquirí­an el producto para entregarlo ahí­ mismo.  Se empacaba por los empleados y se transportaba a los centros de acopio.  Inusual, conmovedor, palpable, sobrecogedor y real.

En una crisis como la que vive el paí­s los ciudadanos de Quito entregaban toneladas de amor, horas de generosidad, ilusión de restablecer valores ocultos. Esta respuesta masiva, desinteresada e histórica, abandonada de banderas polí­ticas ha demostrado   que podemos ser una colectividad unida e identificada por un fin común.

Gracias ciudadano que vives en Quito por tu tenacidad. Civiles y militares, funcionarios y desempleados, familias completas, vecinos, amigas, extranjeros. Todos reconstruyendo el paí­s a través de la solidaridad.

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Katya Romero
Katya Romero
Columnista Contrapunto
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