NUEVA YORK – Joe Biden viene con amplia ventaja sobre Donald Trump en las encuestas para la elección de noviembre. Pero a pesar de la torpe respuesta del presidente estadounidense a la pandemia de COVID‑19 (un fracaso que ha dejado la economía muy por debajo de sus posibilidades) Trump todavía conserva una ventaja marginal cuando se pregunta por las bondades económicas de los candidatos. Trump logró que un país con apenas el 4% de la población mundial ya cuente con más del 20% del total de muertes por COVID‑19, hecho completamente vergonzoso en vista de que Estados Unidos tiene un sistema de atención médica avanzado (aunque caro).
El supuesto de que los republicanos gestionan mejor la economía que los demócratas es un viejo mito que hay que refutar. En nuestro libro de 1997 Political Cycles and the Macroeconomy, el difunto (y notable) economista Alberto Alesina y yo mostramos que los gobiernos demócratas tienden a coincidir con períodos de más crecimiento, menos desempleo y mejor desempeño bursátil que las presidencias republicanas.
De hecho, las recesiones estadounidenses ocurren casi siempre durante gobiernos republicanos; y esta pauta no ha variado después de la publicación del libro. Las recesiones de 1970, 1980‑82, 1990, 2001, 2008‑09 y ahora la de 2020 ocurrieron con un republicano en la Casa Blanca (con la salvedad de que la doble recesión de 1980‑82 comenzó con Jimmy Carter pero continuó con Ronald Reagan). Asimismo, la Gran Recesión de 2008‑09 fue resultado de la crisis financiera de 2007‑08, que también ocurrió durante un mandato republicano.
Esta tendencia no es fruto del azar: la laxitud regulatoria provoca crisis financieras y recesiones, hecho agravado por la permanente imprudencia fiscal de los republicanos: gastan lo mismo que los demócratas, pero rechazan aumentar impuestos para compensar el déficit presupuestario resultante.
Por esa clase de desmanejos durante la presidencia de George W. Bush, el presidente Barack Obama y el vicepresidente Biden heredaron la peor recesión desde la Gran Depresión. A principios de 2009, la tasa de desempleo en Estados Unidos superaba el 10%, el crecimiento estaba en caída libre, el déficit presupuestario ya pasaba de 1,2 billones de dólares, y las bolsas acumulaban una caída de casi el 60%. Pero al finalizar Obama su segundo mandato a principios de 2017, todos esos indicadores mostraban una enorme mejoría.
De hecho, incluso antes de la recesión por la COVID‑19, el empleo y el crecimiento del PIB en Estados Unidos (lo mismo que el desempeño de las bolsas) habían sido mejores con Obama que con Trump. Así como Trump heredó una fortuna de su padre y la dilapidó en fracasos comerciales, también heredó de su predecesor una economía sólida y la arruinó en un solo mandato.
La racha alcista de las bolsas en agosto coincidió con el afianzamiento de la ventaja de Biden en las encuestas, lo cual es indicio de que los mercados no temen su victoria en la elección presidencial ni la posibilidad de una amplia mayoría demócrata en el Congreso. La razón es simple: es improbable que Biden aplique una gestión económica radical. Aunque esté rodeado de asesores progresistas, todos son representantes claros de la ortodoxia política. Además, la candidata que eligió para la vicepresidencia (la senadora californiana Kamala Harris) es notoriamente moderada, y la mayoría de los probables nuevos senadores demócratas son más centristas que el ala izquierda del partido.
Es verdad que un gobierno de Biden tal vez aumente el tipo impositivo marginal para las corporaciones y el 1% de hogares más ricos, que Trump y los congresistas republicanos recortaron, sin otro objetivo que dar a donantes ricos y corporaciones una limosna de 1,5 billones de dólares. Pero eso apenas afectará las ganancias de las corporaciones. Y cualquier costo económico resultará compensado con creces por el cierre de lagunas que permiten la elusión fiscal y el traslado de ganancias y producción al extranjero, y por el programa «Made in America» propuesto por Biden, que traerá al país más empleo, ganancias y producción.
- Además, Trump y los republicanos ni se molestaron en formular una plataforma política para esta elección, mientras que Biden ha propuesto una serie de políticas fiscales pensadas para alentar el crecimiento económico. Si los demócratas obtienen el control de ambas cámaras del Congreso y de la Casa Blanca, el gobierno de Biden implementará un paquete de estímulo fiscal más cuantioso dirigido a las familias, los trabajadores y las pequeñas empresas que lo necesitan, además de políticas generadoras de empleo mediante el gasto en infraestructura e inversiones en la transición a una economía verde. Los demócratas no invertirán en rebajas impositivas para los ultramillonarios, sino en educación y recapacitación de los trabajadores, y en políticas proactivas para la industria y la innovación que aseguren la competitividad del futuro. Y las empresas privadas ya no tendrán que temer los raptos de furia del presidente en Twitter.
Los demócratas también proponen una suba del salario mínimo que mejore el ingreso de los trabajadores y el consumo, además de una mejor regulación que ayude a reducir las emisiones de dióxido de carbono. Impulsarán políticas que devuelvan cierto poder de negociación a los trabajadores y que protejan a los ahorristas de prácticas financieras predatorias. Y tendrán una postura mucho más razonable en materia de comercio internacional, inmigración y política exterior, que incluirá reparar las alianzas y acuerdos de asociación de Estados Unidos y seguir una política de «competencia cooperativa» (coopetition) con China en vez de la contención mutuamente perjudicial. Todas estas medidas serán favorables al empleo, el crecimiento y los mercados.
Trump hizo campaña como un populista, pero es un aspirante a plutócrata (un plutopopulista) y así es como gobernó. Su gestión de la economía ha sido desastrosa para los trabajadores estadounidenses y para la competitividad económica a largo plazo. Lo que se promocionó como una política de comercio e inmigración para recuperar empleos tuvo el efecto contrario. Las «muertes por desesperación» (concentradas en los trabajadores blancos menos cualificados y precarizados) no han disminuido bajo Trump; con más de 70 000 muertes por sobredosis en 2019, esta masacre estadounidense continúa. Para poder cubrir los puestos de trabajo de alto valor del futuro, Estados Unidos debe capacitar a su fuerza laboral, en vez de adoptar políticas proteccionistas y xenófobas autodestructivas.
La mejor elección para los votantes estadounidenses preocupados por el futuro económico de su país no podría estar más clara. Biden siempre ha estado atento a las inquietudes de los trabajadores menos cualificados, y es el primer candidato presidencial de la historia reciente que no se graduó en una universidad de élite. Está mejor posicionado que nadie para reconstruir la coalición demócrata y recuperar el apoyo de los votantes de clase trabajadora desafectos. Para todos los estadounidenses que se preocupan por su futuro y el de sus hijos, la elección correcta en noviembre es evidente.
Traducción: Esteban Flamini
Nouriel Roubini, profesor de Economía en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York, conduce el ciclo de conferencias virtuales NourielToday.com.
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