martes, 10 diciembre 2024
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“No te pongas bravo, poeta”

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Renegué de él al primer impacto. Me supo a calcetí­n sucio, a leche cortada. Yo vení­a con mis Benedettis, mis Nerudas y mis Espinos (en sus versiones más románticas). Poesí­a correcta, dulce y enamorada. Pero este de apellido raro me hablaba de lucha socialista, de manos sucias y clases sociales. No lo entendí­ y por eso lo hice a un lado.

Fue mi primera reacción al leerlo y no niego mi culpa. Yo andaba queriendo conocer la poesí­a de esa que me daba por escribir: dulce y llena de historias de (des)amor. No estaba listo para leer sus “feas palabras” cuando llegaron a mí­.

Sin embargo, “entre las piedras y el fuego, // frente a la tempestad // o en medio de la sequí­a”, la misma realidad me enseñó a entender su voz. Me di cuenta que aquel que escribí­a no estaba tan lejos. Que aunque asesinado allá en 1975 -“Una de las caras del amor es la muerte”- su voz seguí­a retumbando en las páginas de sus libros, “como la siempreviva”.

Fueron la cotidianidad y la desilusión las que le dieron la razón. Me vi obligado a volver a él, a recuperar sus “ocultas palabras de congoja” y volverlas mí­as. Lo admiré entonces. Desde mi inocencia juvenil quise seguir lo que él dejó, hacer mí­a su lucha y “sembrar maí­z en las ciudades. // […] dinamitar los rascacielos // y dar lugar para que ascienda el trigo”.

“No te pongas bravo, poeta”. El error al juzgarte a la ligera fue mí­o. Tú vení­as con la razón, “por sobre las banderas // del odio necesario // y el hermosí­simo empuje // de la cólera”. Vení­as abrazando a los “hijos de puta” que defendiste como el hermano más peleonero.

Hoy, que ha llegado “la hora de la ceniza”, es obligatorio leerte, volver a entender tus motivos y redescubrir tu lucha. Te lo debemos todos los que seguimos “medio vivos”, en este paí­s que en el que todo es posible, “que entre otras cosas tiene el nombre más risible del mundo: cualquiera dirí­a que se trata de un hospital o de un remolcador".

El mismo paí­s que ha premiado a quienes te quisieron callar, a quienes buscaron robarte la risa. Pero regresa tu carcajada sonora desde los abismos del tiempo para recordarnos que tení­as razón. Seguimos siendo “los reyes de la página roja, // los que nunca sabe nadie de dónde son”.

Si volvieras, seguirí­as reconociendo a tu gente. Para tu pena y la nuestra, no hemos cambiado. Seguirás escuchando balazos y lamentos “entre árboles de papel de china vestidos desde el corazón del añil”. Se te sigue extrañando.

Y lo debo decir yo: uno de los que despertaron por el olor a “pata chuca”, por el sabor a leche cortada de tus versos. A 42 años, le sigues haciendo falta a El Salvador.

Además, traté de mantener tu petición y no pronuncié tu nombre. Dejé que tu poesí­a tomara la palabra, “el turno del ofendido”.

“Hace frí­o sin ti, // pero se vive.”

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Redacción ContraPunto
Redacción ContraPunto
Nota de la Redacción de Diario Digital ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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