El mensaje y la figura de monseñor Oscar Romero, quien será canonizado este domingo por el papa Francisco, siguen teniendo una enorme vigencia por su lucha contra la injusticia social y por los derechos humanos en El Salvador, opinan dos personalidades que conocieron bien al que fuera arzobispo de la capital del país centroamericano.
Romero, asesinado el 24 de marzo de 1977 por un francotirador mientras oficiaba una misa, había asumido el arzobispado apenas unas semanas antes, en medio de una confrontación social a raíz de la represión de la dictadura militar. La insurgencia armada, en forma de comandos urbanos, llevaba siete años actuando y se fortalecía cada vez más.
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"El mensaje de monseñor Romero fue el de un profético, hablaba de lo que estaba pasando. Los profetas aparecen en tiempos de crisis. Cuando él denunciaba las violaciones a los derechos humanos era porque por razones políticas mataban a la gente", dijo en declaraciones a dpa el ex embajador salvadoreño ante las Naciones Unidas, Rubén Zamora.
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"A Romero no lo matan por su teología, lo matan porque decía ‘paren la represión (“¦), no pueden seguir matando’. Él se dirigía a los ricos y les decía: ‘Entiendan, cedan ya en sus riquezas, no acaparen tanto porque si no dan el anillo les pueden cortar el dedo", agregó.
Romero era considerado "la voz de los sin voz", ya que en sus misa en la Catedral Metropolitana denunciaba los actos de violencia que habían ocurrido durante la semana, la mayoría de ellos a manos de los militares y los escuadrones de la muerte, pero también a manos de la guerrilla.
"Romero estaba muy cerca de los sectores del pueblo, que lo seguían en ese momento (…) Él nunca aceptó la violencia y la condenó. Debemos actualmente entender su mensaje y actuar en consecuencia", opina el exdiplomático Zamora.
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"La figura de monseñor Óscar Romero debe ser recuperada sobre todo a través de su palabra y eso no lo hemos hecho. Seguimos teniendo una sociedad muy injusta, sumamente desigual y donde las mayorías no logran obtener una vida digna", manifestó, por su parte, el ex canciller Dada Hirezi.
Hirezi fue miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno que derrocó en 1979 a la dictadura del general Carlos Humberto Romero. Aquella junta terminó encumbrando a los militares y sectores más derechistas de la democracia cristiana, por lo que Hirezi y otros demócratas renunciaron y salieron al exilio.
"En estos momentos estamos en peligro de convertirlo en un santo de palo, en un santo que ya no tiene nada que decirle al país. Mientras, su pensamientos todavía nos podría servir para seguir denunciando las injusticias que hay en El Salvador”, opinó Hirezi en declaraciones a dpa.
"La palabra de Romero fue una palabra ética, no fue una palabra partidaria; era una palabra ética que tenía consecuencias políticas, porque denunciaba la injusticia estructural del país: la falta de accion del Estado y de los dirigentes económicos y sociales", añadió.
"Su palabra tenía consecuencias políticas. Nunca apoyó a una tendencia partidaria. En su último discurso denuncia la represión estatal, pero denuncia a la vez la violencia de la guerrilla. Denuncia la violencia que no tiene sentido, dice varias veces en sus homilías", insistió Hirezi.
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"La canonización de Romero nos debe servir para redescubrirlo en su verdadera dimensión, en su mensaje ético que orienta acciones políticas. Benedicto XVI, cuando era secretario de la Congregación de la Fe del Vaticano, dijo que Romero nunca había dicho una palabra que no estuviera acorde a la doctrina cristiana", apuntó el excanciller.
Dada Hirezi recuerda la última vez que habló con Romero. Él se encontraba ya exiliado en México y el arzobispo lo llamó por teléfono y le recomendó que su esposa no regresara a El Salvador: "Ustedes tienen una familia e hijos que cuidar. Yo sé que su esposa le ha contado que estoy en peligro de muerte, pero yo soy un obispo y me debo a mi pueblo”¦", fueron las palabras finales que le escuchó a Romero.