Hoy toma posesión de su cargo el nuevo arzobispo de la Ciudad de México. Los que conocen bien la relación entre el papa Francisco y el cardenal Carlos Aguiar Retes aseguran que en su nombramiento influyó, de manera decisiva, la simpatía de éste con el proyecto que impulsa el papa y la capacidad organizativa demostrada en los cargos que ha desempeñado.
El reto de la conducción de la arquidiócesis, después de la gestión de Norberto Rivera, exigen la decisión de impulsar de manera decidida, en contra de lastres y resistencias, el proyecto de cambio en la Iglesia que se ha trazado el papa y también adecuar su organización y darle un nuevo impulso y dinamismo.
La estructura de la arquidiócesis está en crisis después de años de una conducción de carácter estrictamente formal y burocrático, dicen los estudios del tema. Hablan de desorganización, de carencia de un real liderazgo, de falta de ánimo, de inercias conservadoras y también de una estructura lejana a los fieles.
El trabajo que el cardenal Aguiar desempeñó en la arquidiócesis de Tlalnepantla da idea de la manera que va a enfrentar los retos que se le presentan en su actual encomienda. Ahí trabajó en línea de impulsar una iglesia más viva y cercana a la gente. También en reducir el peso de la estructura burocrática.
Los especialistas que desde la academia estudian a la arquidiócesis plantean tres retos fundamentales, para su nuevo titular: dotarla de un proyecto pastoral en línea con lo propuesto por el papa en su venida a México y en otros mensajes a la iglesia universal; recomponer su estructura hoy desarticulada y abrir espacios de diálogo al interior de la Iglesia y fuera de ella.
En mi condición de integrante de la iglesia pienso que el cardenal Aguiar,en su trabajo de renovación profunda de la arquidiócesis, debe contemplar: que ésta se abra al mundo y sus problemas; que combata todo tipo de integrísimo; que defienda los derechos humanos y promueva la inclusión y que denuncie y luche contra la injusticia, la corrupción, la impunidad y el autoritarismo.
Y también que promueva a una Iglesia cuyos ministros están cercanos a la gente, que la acompañen y estén a su servicio; que se encuentren formas atractivas y novedosas de transmitir el mensaje evangélico y de realizar las distintas ceremonias religiosas y también que se impulse el diálogo ecuménico e interreligioso.
La arquidiócesis de la Ciudad de México, en el marco de que cada obispo es autónomo e independiente, tiene una influencia real, en un país centralista, sobre el conjunto de la iglesia mexicana. El desempeño del nuevo arzobispo no sólo afecta a su territorio sino también a las otras diócesis.