lunes, 15 abril 2024
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El territorio: objeto fundamental para la extensión, proyección e investigación universitaria

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Desde las universidades, en materia económica el concepto de "extensión" ha estado más asociado a una especie de relación costo-beneficio que se traduce en decidir la cantidad o inversión

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“[“¦] en sí­ntesis, solo puede pensarse la Integración de las tres funciones en educación, en tanto se cumpla con el primer requisito que consiste en su previa Articulación. Eso, solo es posible en instituciones académicas maduras en las que cada una de las partes que la conforman adquiere una función especí­fica y el sentido de su función les conduce a la creación de sistemas, de lo orgánico concatenado. Empero, en aquellas instituciones que confunden su identidad de producir ideas con producción de lo material asumiendo decisiones administrativas, técnicas, académicas, formas, mecanismos y procesos a la usanza de procesos maquiladores sin respeto al cometido, el concepto de la Articulación y más aún, el concepto de Integración solo resulta ser una de las mayores fantasí­as ontológicas y la más clara enajenación que conduce a la supeditación, reduccionismo y autodescalificación [“¦]” [1]


En realidad el concepto de Extensión Universitaria ha pasado por un proceso de construcción. Desde el Acuerdo de Córdoba, Argentina en 1918, la discusión sobre el quehacer universitario ha sido constante, desde luego que en periodos de crisis poblacional estudiantil, la discusión ha sido más profunda. Esas “crisis” han consistido básicamente en la reducción de masas estudiantiles en las universidades y han sido, sin duda alguna, producto de los movimientos o cambios generados por factores económicos, tecnológicos, migratorios, étnico-culturales, educativos y otros tantos que han influido, según el tipo de sociedad en la que se expresen, en la reducción de personas interesadas en la educación universitaria, esto es, individuos, grupos familiares, comunidades e instituciones mismas que han permanecido inmutables a los cambios sociales locales, nacionales e internacionales.

Así­ pues, desde las universidades, en materia económica el concepto de “extensión” ha estado más asociado a una especie de relación costo-beneficio que se traduce en decidir la cantidad o inversión (considerada gasto no recuperable) relacionada con el beneficio que podrí­a obtenerse bajo esa misma figura de medición. Desde esa perspectiva, tradicional e históricamente se ha asumido (equivocadamente) que la extensión implica más gasto que ingreso y por tanto, “[“¦] los programas de extensión y difusión generalmente consistieron en el auspicio de conferencias, charlas, un teatro experimental, un coro, quizá una orquesta o un conjunto de danza, un programa radial o una radio universitaria, en el mejor de los casos; cursos de verano o escuelas de temporada, exposiciones, conciertos, un cineclub, quizá una editorial, etc. En algunos casos, las tareas de extensión comprendieron también ciertos programas de acción social, a cargo principalmente de los estudiantes del área de las ciencias de la salud; cursos de alfabetización y educación de adultos; asesorí­a a los sindicatos y a las empresas; consultorios jurí­dicos populares, etc.” [2].

Sin duda que limitar el concepto de extensión a conferencias, obras teatrales, actividades culturales, etc., deriva lógicamente en suponer que la extensión es un asunto de costo-beneficio, aunque en esencia, ese tipo de actividades organizadas en el contexto de un sistema e Intrasistema institucional, puede adquirir propensiones diferentes. Pero en realidad, ha pesado más la idea que la extensión significa más inversión y costo debido a que su forma de medición está más vinculada al asunto financiero que ideológico. Tí¼nnermann señala que las labores de la extensión se caracterizaron por: A) No responder a un programa bien estructurado ni a objetivos claramente definidos. Muchas de ellas se iniciaron por el entusiasmo de una autoridad universitaria, de un profesor o de un grupo de estudiantes pero, al carecer de continuidad, dejaron muchas veces un saldo de frustración en las comunidades, que se sintieron “utilizadas” más que comprendidas y realmente ayudadas. B) Tener un carácter marginal, en el sentido de que guardaron poca o ninguna relación con las tareas docentes e investigativas y con los planes y programas de estudio. Por eso, a veces, se les dio el nombre de actividades “extracurriculares”. La Universidad, como tal, no se sintió realmente comprometida con ellas. De ahí­ su carácter secundario y marginal. En todo caso, no alcanzaron la importancia de las labores docentes e investigativas. C) Partir de un concepto de extensión en el cual predominaba el propósito de difusión cultural, razón por la cual se estrechó el área de acción de estos programas, en los que era fácil advertir un sobre énfasis “culturalista” (exposiciones de artes, presentación de obras de teatro, coros, conferencias, cine club, etc.). En algunas Universidades estas actividades fueron predominantes intrauniversitarias, o sea que estaban dirigidas principalmente a la propia comunidad universitaria, alcanzando muy poca proyección fuera de los recintos universitarios. En tal caso, no pasaron de ser actividades complementarias de la docencia, llamadas a proporcionar un barniz cultural a los futuros profesionales, “un amable complemento, un sedante”, como señaló el Maestro Leopoldo Zea, en 1972, del adiestramiento profesional y técnico que representaba la preocupación principal de la Universidad. D) Responder, en fin, al tipo de trabajo universitario que demanda una sociedad clasista, en la cual las actividades de extensión no se espera tengan un propósito concientizador y formativo, sino que, por el contrario, un simple cometido informativo y ornamental. Como señaló Augusto Salazar Bondy en la “segunda Conferencia Latinoamericana de Extensión Universitaria”, celebrada en 1972, “La Universidad educa de acuerdo con la sociedad en que está instalada, que exige un determinado tipo de educación. No debemos trabajar con un concepto abstracto e idí­lico de educación ni de cultura. La educación no es neutral como no lo es la cultura. Una y otra están, valorativa, social y polí­ticamente orientadas siempre y de modo inevitable”. De esta suerte, las actividades de extensión universitaria y difusión cultural, formaron parte de la función de consenso ideológico y cultural, de socialización, que cumplí­a el sistema educativo, en virtud de la cual los individuos internalizan el esquema de valores y de normas que en última instancia consolida y legitima, a nivel subjetivo, el sistema social imperante. Tal esquema no era otro que el de la clase dominante, que aparece como representante genuina de la sociedad” [3].

Desde luego que lo expuesto por Tí¼nnermann con relación a que “”¦ las actividades de extensión universitaria y difusión cultural, formaron parte de la función de consenso ideológico y cultural, de socialización, que cumplí­a el sistema educativo, en virtud de la cual los individuos internalizan el esquema de valores y de normas que en última instancia consolida y legitima, a nivel subjetivo, el sistema social imperante. Tal esquema no era otro que el de la clase dominante, que aparece como representante genuina de la sociedad”¦” ha sido y será, sin duda alguna, aplicable a sociedades complejas, estructuradas, con proyecto de nación, articuladas y sistémicas en las cuales, educación, economí­a, cultura, cosmovisión, etc., se hallan plena y sistémicamente articulados para el logro de propósitos de grupos de poder económico que ven en su propia sociedad, la realización de ellos mismos. En cambio, en sociedades inmaduras, desarticuladas, asistémicas, con cosmovisión feudal, la educación, economí­a, organización social y cosmovisión se tornan más abstractas y se caracterizan principalmente por decisiones, voluntariedades y actitudes feudales individualistas. En ellas, el cuido de los pequeños feudos individuales rechaza y destruye la interacción de capital social, la coparticipación con otros y con lo otro. La única verdad es el Yo, el Otro no existe.

Pese a las primaras formas de definir la extensión universitaria, en un intento por superar dicha aseveración, más adelante, en Santiago de Chile (1957) fue creada la Unión de Universidades de América Latina que dio origen a la Primera Conferencia de Extensión Universitaria y Difusión Cultural en la cual, el concepto fue definido de las siguiente manera: “[“¦] la extensión universitaria debe ser conceptuada por su naturaleza, contenido, procedimientos y finalidades, de la siguiente manera: Por su naturaleza, la extensión universitaria es misión y función orientadora de la universidad contemporánea, entendida como ejercicio de la vocación universitaria. Por su contenido y procedimiento, la extensión universitaria se funda en el conjunto de estudios y actividades filosóficas, cientí­ficas, artí­sticas y técnicas, mediante el cual se auscultan, exploran y recogen del medio social, nacional y universal, los problemas, datos y valores culturales que existen en todos los grupos sociales. Por sus finalidades, la extensión universitaria debe proponerse, como fines fundamentales proyectar dinámica y coordinadamente la cultura y vincular a todo el pueblo con la universidad. Además de dichos fines, la extensión universitaria debe procurar estimular el desarrollo social, elevar el nivel espiritual, intelectual y técnico de la nación, proponiendo, imparcial y objetivamente ante la opinión pública, las soluciones fundamentales a los problemas de interés general. Así­ entendida, la extensión universitaria tiene por misión proyectar, en la forma más amplia posible y en todas las esferas de la nación, los conocimientos, estudios e investigaciones de la universidad, para permitir a todos participar en la cultura universitaria, contribuir al desarrollo social y a la elevación del nivel espiritual, moral, intelectual y técnico del pueblo” [4].

La idea del concepto que propongo

Así­ pues, me parece que el concepto de extensión universitaria ha sido confundido con el concepto de promoción-difusión de la actividad universitaria. La promoción-difusión está referida al uso de los todos los medios posibles para que la colectividad conozca sobre la existencia de la institución. Medios electrónicos, impresos y otros tantos ““de acuerdo al tipo de sociedad””se convierten en recursos indispensables para esos propósitos. Pero precisamente, mi referencia al “tipo de sociedad” deja claro que no todas las sociedades o poblaciones se hallan en condiciones de asimilar el uso masivo de esos medios electrónicos o impresos. Se requiere indudablemente, del estudio constante, sincrónico y diacrónico de esa población y determinar con ello, los instrumentos más idóneos y pertinentes para la promoción y difusión institucional. Pero esto no debe confundirse con el concepto de extensión. La extensión significa identidad. Una institución universitaria adquiere su mayor identidad cuando esa forma de conciencia se desdobla en el otro, en lo otro. Quiero decir con ello, que la universidad o cualquier institución de gobierno o privada alcanza su mayor realización, cuando transforma su propia identidad institucional en la conciencia del otro y, por tanto, el otro (individuo) encuentra la defensa o desarrollo de sus propios intereses en la actividad de la institución. Se trata pues, de un concepto de extensión que no significa, en su estricto sentido, la ampliación de sus instalaciones o servicios, eso, puede ser irrelevante si la institución no ha logrado la asimilación del otro, si no ha resuelto su propio problema ontológico. Es el caso entonces, que ese proceso de asimilación cultural, ideológico, simbólico, filosófico solo se alcanza con el tiempo en virtud de la constancia in situ, en cada territorio micro o macro en el que se desarrollan múltiples particularidades y disí­miles singularidades.

Desde las premisas que propongo en el párrafo anterior, veo la posibilidad filosófica-empí­rica de construir lo que llamo “Lí­neas operativas del sistema de promoción, extensión y difusión institucional para educación básica, media y superior” las cuales parten de concebir un método que construya la relación de la extensión universitaria con la pedagogí­a. Para ello, “[“¦] propongo entonces una visión más epistémica sobre la comprensión del método en el sentido que lo pedagógico no es exclusivo de la docencia. Se halla constituido en cada actividad intelectual o material que el ser humano realiza, siendo entonces, que la pedagogí­a constituye el camino holí­stico y especí­fico, abstracto y concreto del conocimiento en cualquiera de sus campos en virtud de la formación del pensamiento inductivo, deductivo, analí­tico, interrogativo, sistemático, creativo, crí­tico y todos aquellos que por su sentido deóntico y ontológico se requieren en el Saber para transformar el Hacer [“¦]” [5].

Las lí­neas operativas deben comprenderse como parte de una Polí­tica de Promoción, Extensión y Difusión Institucional. Su aplicación debe ser constante, permanente, de manera sincrónica y diacrónica. Se sustentan en la actividad cotidiana que la universidad realiza y de los alcances, logros y fortalezas de sus instancias internas. La universidad cuenta con la experiencia, recursos humanos y sí­mbolos institucionales pertinentes y necesarios para llegar a la población. Sin duda el asunto publicitario de la promoción y difusión resultan importantes para mostrar la universidad, empero, también resultan imperativos la asimilación y posicionamiento del sí­mbolo en cada territorio, en cada localidad. El sí­mbolo no es una imagen, sino, el significado de esa imagen, es decir, el estado ideológico que ésa adquiere en el pensamiento. Esto solo se logra mediante el contacto humano. Dicho proceso de aculturación solo puede ser logrado a través de ese contacto que permite la referencia viva, dinámica, intersubjetiva y objetiva con la población, trátese de una institución productora de la esfera de lo intelectual o material.

Así­ pues, en dicho contexto, deben unirse todos los instrumentos y recursos institucionales disponibles sin que ello cause contradicción alguna, más bien, se trata de lograr la Unicidad sistémica de esos recursos. Debo aclarar que la Polí­tica de Promoción, extensión y Difusión Institucional debe ser un constructo compartido, de amplia participación de cada una de las instancias que posea la institución no por acción mecánica en la que solo se conozca lo que cada una hace y de qué manera pueden ayudarse o colaborarse, sino, como lo señalo en un trabajo anterior[6], en el sentido que, el cumplimiento de la extensión, promoción y difusión se halla intrí­nsecamente establecida en todas las funciones de la universidad.

Para la realización de la Polí­tica de Promoción, extensión y Difusión Institucional propongo las siguientes lí­neas operativas: 1) Objetivos: A) Posicionamiento de la identidad institucional en la población en las microunidades territoriales, B) Reducción de costos financieros de publicidad, C) Fortalecimiento Articulación de las tres funciones, D) Fortalecimiento de Unicidad sistémica institucional, E) Fortalecimiento polí­tica de crecimiento institucional; 2) Metodologí­a: A) Registro y elaboración de directorio de recursos (construcción conjunta) con los que cuenta cada instancia de la institución para crear y realizar sistemáticamente el Mapa de Población Activa-MPA, B) Organización territorial ( construcción MPA) de los Complejos Educativos, Institutos de Educación Media y Colegios desde los siguientes criterios: b1. Número de estudiantes, b2. Condiciones económico-culturales, b3. Ví­nculos intra/interfamiliares, comunitarios e institucionales de los estudiantes, b.4 Orientación, percepción, intereses, perspectivas y procesos endoculturales de la población estudiantil según territorio (datos proporcionados por las investigaciones institucionales y proyección social), b5. Otros que se deriven del accionar cotidiano de los institutos (ferias, eventos, etc.), 3) Verificación y contrastación teórica-empí­rica sobre comportamiento del Sistema mediante la observancia de posibles rupturas sociales, culturales, económicas, polí­ticas o ideológicas que puedan generarse en la población objeto y objetivo, 4) Registro documental sincrónico del MPA, 5) Decisiones polí­ticas sincrónicas sobre el MPA, 6) Cada instancia habrá de elaborar su propio desarrollo de Actividades (Mapa de recursos y acciones sugeridas) de acuerdo a su cometido, identidad y plan de trabajo. Desde esas ideas, podremos estructurar el siguiente cuadro organizativo de las acciones en virtud de los recursos institucionales:

___
[1] Ticas, Pedro, Articulación de las 3 funciones en educación: el paso necesario para la integración de la Investigación-Docencia y Proyección Social, Co-Latino, El Salvador. Lunes 8 julio de 2013.pp.16-17
[2] Tí¼nnermann Bernheim, C., El nuevo concepto de extensión universitaria, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios sobre la Universidad, 1978.pp.13-23
[3] Tí¼nnermann Bernheim, Idem. Op. Cit.
[4] Tí¼nnermann Bernheim, C., Ibí­dem.
[5] Ticas, Pedro, La formación de investigadores: un asunto de tiempo y método, Ed. CCC, México, 1996.p.43
[6] Ticas, Pedro, Articulación de las 3 funciones en educación: el paso necesario para la integración de la Investigación, Docencia y Proyección Social, El Salvador, Co-Latino, Lunes 8 de julio de 2013.pp.16-17 y Polí­tica de articulación de las tres funciones, Doc/2010.

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El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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