La actitud del Profe de hacerse responsable de la disciplina de los presos políticos en Arica, Chile, a pocas semanas después del golpe de estado contra el presidente Salvador Allende, tuvo dos reacciones entre sus compañeros de detención. La mayoría creía que el Profe sufriría las consecuencias en forma de mayor tortura y/o muerte, algunos se lo dijeron personalmente, expresándole que no valía la pena ese sacrificio; la minoría, posiblemente los que tenían mejor formación y experiencia política, hicieron una valoración positiva sosteniendo que estaba permitiendo que se elevara la autoestima y sintieran que estaban luchando por algo, que no estaban completamente vencidos.
El hecho que los militares permitieron que los reos políticos de las cuatro celdas, pudieran reunirse en pequeños grupos, cuando los sacaban al patio de la prisión, facilitó el intercambio de puntos de vista, así como el número de reivindicaciones, especialmente lo relativo a que se permitiera la visita de familiares, así como el ingreso de ropa limpia y medicinas para enfermedades crónicas.
El grupo de dirección de los presos políticos se amplió a unas quince personas, es decir a un 5 % del total de los reos políticos del sexo masculino en esa prisión. Uno de los puntos que más analizaban era la forma de comunicarse con las compañeras que se encontraban en las celdas de mujeres, de las cuales sólo se sabía que eran unas cincuenta y que todos los vigilantes eran del sexo masculino. El Profe insistió en que se profundizara la idea de que pasarían detenidos muchos meses e incluso años, que los que fueran exonerados en el juicio militar posiblemente por el poco número de oficiales de las fuerzas armadas que tuvieran título de abogado.
Uno de los detenidos en otra celda, también profesor de la Universidad del Norte, en la especialidad de educación física, comenzó a perfilarse como la mano derecha del Profe, debido a su formación en disciplina deportiva; insistió en que se debería de tomar el control de los ejercicios matutinos y finalmente lo autorizaron a que se propusiera como responsable técnico en lo relativo a condición física y deportes.
Una semana después de que el Profe había asumido el papel de jefe militar de los presos políticos, los llegaron a sacar de sus celdas como a las diez de la noche y los formaron militarmente. Un oficial del ejército que nadie había visto antes, anunció que estaban apostadas cuatro ametralladoras apuntándoles; que el objeto de esta concentración era que los detenidos tomaran conciencia de la necesidad de cumplir estrictamente las condiciones de su encarcelamiento; que la fuerza armada había aceptado la condición de prisioneros de guerra. A continuación ordenó que el Profe caminara al frente de la formación, dos soldados lo tomaron por los brazos, lo obligaron a ponerse de rodillas, mientras que otro soldado lo golpeaba en la parte baja de la espalda con la culata de su fusil. El oficial explicó que ese castigo que estaba recibiendo el responsable de los detenidos, era por el comportamiento mostrado por varios de los mismos, que si no mejoraba la disciplina en los próximos días se castigaría nuevamente a esta misma persona.