domingo, 12 mayo 2024
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El periodismo salvadoreño bajo riesgo

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Sin lugar a dudas, estamos ante una situación difí­cil para ejercer el periodismo en el paí­s. Nunca fue fácil. Me refiero al quehacer del periodismo en la calle, pues no concibo que se trate de hacer un buen periodismo metido 12 horas frente a un ordenador y con aire acondicionado a “los verdaderos periodistas les hace daño el aire acondicionado.

Tenemos registros comprobados de casos de periodistas que han sido despedidos, agredidos verbal y fí­sicamente, que les han limitado su derecho a transitar libremente por el territorio salvadoreño, que han sufrido intimidación, acoso laboral, disparos directos, degradaciones de sus cargos, despidos sin el cumplimientos de las obligaciones patronales, acoso sexual e incluso amenazas de muerte por redes sociales, con explí­citos mensajes que dicen: “Te tengo un mensaje divino,si seguí­s escribiendo de ese tema, es probable que pronto te vayas al cielo, vos sabes que yo cumplo” (informe de APES 2018-2019).  

Nunca fue fácil. Durante la guerra te encontrabas con combatientes de los dos bandos enfrentados. Solí­as andar identificado, e incluso se puso de moda la histórica camiseta que decí­a “No dispare soy periodista”. En fin, cuando esto sucedí­a, ambos combatientes te preguntaban “¿Has visto al enemigo?” y uno contestaba con rigor de monje tibetano, “No hemos visto a nadie”. Era un periodismo más solidario. Partí­as en caravana de madrugada cerca de la plaza Morazán uno de los puntos estratégicos, sobre la calle antigua a Mejicanos hoy avenida Monseñor Romero ahí­ frente al antiguo local de Diario El Mundo, habí­a venta de comida y café;partir de madrugada era rigor ya que los retenes militares hací­a largo el recorrido al frente de guerra decidido.

Eso significaba que compartí­as información con tus compañeros, identificabas los vehí­culos en que te conducí­as, portabas celosamente el salvaconducto, tus credenciales de prensa y el respectivo carné que muchos consideraban una manera de ficharte que emití­a COPREFA. Habí­as aprendido por una necesidad humana a sobrevivir, a minimizar los niveles de riesgo. Sentir miedo era parte del aprendizaje para no exponerte más de lo debido y andar contigo lo necesario de equipaje para hacer tu trabajo, comunicar al menos a una persona de tu confianza el lugar final de tu destino laboral periodí­stico.

Pero la generación de periodistas ha cambiado,la situación es diferente,los niveles de violencia e incompresión de la labor periodí­stica en El Salvador son diferentes y estamos sumergidos en niveles de intolerancia. Hemos de reconocer que han muerto desde la firma de los Acuerdos de Paz 27 periodistas salvadoreños por diferentes circunstancias relacionadas con la violencia común que vivimos y no necesariamente en el cumplimiento de sus labores profesionales, pero la precarización del periodismo y los niveles de riesgo por la violencia generada por las pandillas nos estáafectado en la labor periodí­stica, algunos colegas mejor se han ido del paí­s para no exponerse a ser ví­ctimas. Reconozco las capacitaciones de han generado instituciones como IREX, APES y la Fundación Latitudes; sin embargo, siempre es necesario avanzar en el perfeccionamiento y en la ampliación del conocimiento de la seguridad para la prensa.      

Funciona en otros paí­ses y sin duda son medidas que a veces no son adaptables, en vista de que cada paí­s es un escenario diferente; por ello, se hace fundamental la aprobación de una Ley Integral de Protección a los Periodistas, la cual ya están en manos de nuestros legisladores en la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, hay que reconocer su importancia.

Durante la guerra, antes de que asesinaran Monseñor Romero, le advirtieron que su vida corrí­a peligro. El entonces gobierno represivo y militar de turno le ofreció protección para exculparse con anticipación de cualquier atentado que sufriera el religioso, pero el hoy San Romero de los pobres proféticamente les contestó, ante ese ofrecimiento: “Deberí­an asegurar la vida de 5 millones de salvadoreños antes que la mí­a, tanto vale mi vida, como vale la vida de cualquier otro ser humano que deba exponerla por mí­”.

Nuestro periodismo ha ayudado al fortalecimiento de la democracia, han surgido talentos brillantes, un periodismo investigativo que ha desenterrado casos de corrupción y ha puesto en tela de juicio los poder fácticos, se han descubierto casos y operaciones ocultas, maniobras, desví­os de fondos y se ha expuesto el talento del nuevo periodismo ganador de reconocimiento internacional. ¡Protejamos a nuestros colegas con una ley que dignifique la labor del periodismo salvadoreño! 

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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