Sin lugar a dudas, estamos ante una situación difícil para ejercer el periodismo en el país. Nunca fue fácil. Me refiero al quehacer del periodismo en la calle, pues no concibo que se trate de hacer un buen periodismo metido 12 horas frente a un ordenador y con aire acondicionado… a “los verdaderos periodistas les hace daño el aire acondicionado.
Tenemos registros comprobados de casos de periodistas que han sido despedidos, agredidos verbal y físicamente, que les han limitado su derecho a transitar libremente por el territorio salvadoreño, que han sufrido intimidación, acoso laboral, disparos directos, degradaciones de sus cargos, despidos sin el cumplimientos de las obligaciones patronales, acoso sexual e incluso amenazas de muerte por redes sociales, con explícitos mensajes que dicen: “Te tengo un mensaje divino,si seguís escribiendo de ese tema, es probable que pronto te vayas al cielo, vos sabes que yo cumplo” (informe de APES 2018-2019).
Nunca fue fácil. Durante la guerra te encontrabas con combatientes de los dos bandos enfrentados. Solías andar identificado, e incluso se puso de moda la histórica camiseta que decía “No dispare soy periodista”. En fin, cuando esto sucedía, ambos combatientes te preguntaban “¿Has visto al enemigo?” y uno contestaba con rigor de monje tibetano, “No hemos visto a nadie”. Era un periodismo más solidario. Partías en caravana de madrugada cerca de la plaza Morazán –uno de los puntos estratégicos–, sobre la calle antigua a Mejicanos –hoy avenida Monseñor Romero– ahí frente al antiguo local de Diario El Mundo, había venta de comida y café;partir de madrugada era rigor ya que los retenes militares hacía largo el recorrido al frente de guerra decidido.
Eso significaba que compartías información con tus compañeros, identificabas los vehículos en que te conducías, portabas celosamente el salvaconducto, tus credenciales de prensa y el respectivo carné que muchos consideraban una manera de ficharte que emitía COPREFA. Habías aprendido por una necesidad humana a sobrevivir, a minimizar los niveles de riesgo. Sentir miedo era parte del aprendizaje para no exponerte más de lo debido y andar contigo lo necesario de equipaje para hacer tu trabajo, comunicar al menos a una persona de tu confianza el lugar final de tu destino laboral periodístico.
Pero la generación de periodistas ha cambiado,la situación es diferente,los niveles de violencia e incompresión de la labor periodística en El Salvador son diferentes y estamos sumergidos en niveles de intolerancia. Hemos de reconocer que han muerto desde la firma de los Acuerdos de Paz 27 periodistas salvadoreños por diferentes circunstancias relacionadas con la violencia común que vivimos y no necesariamente en el cumplimiento de sus labores profesionales, pero la precarización del periodismo y los niveles de riesgo por la violencia generada por las pandillas nos están afectado en la labor periodística, algunos colegas mejor se han ido del país para no exponerse a ser víctimas. Reconozco las capacitaciones de han generado instituciones como IREX, APES y la Fundación Latitudes; sin embargo, siempre es necesario avanzar en el perfeccionamiento y en la ampliación del conocimiento de la seguridad para la prensa.
Funciona en otros países y sin duda son medidas que a veces no son adaptables, en vista de que cada país es un escenario diferente; por ello, se hace fundamental la aprobación de una Ley Integral de Protección a los Periodistas, la cual ya están en manos de nuestros legisladores en la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales, hay que reconocer su importancia.
Durante la guerra, antes de que asesinaran a Monseñor Romero, le advirtieron que su vida corría peligro. El entonces gobierno represivo y militar de turno le ofreció protección para exculparse con anticipación de cualquier atentado que sufriera el religioso, pero el hoy San Romero de los pobres proféticamente les contestó, ante ese ofrecimiento: “Deberían asegurar la vida de 5 millones de salvadoreños antes que la mía, tanto vale mi vida, como vale la vida de cualquier otro ser humano que deba exponerla por mí”.
Nuestro periodismo ha ayudado al fortalecimiento de la democracia, han surgido talentos brillantes, un periodismo investigativo que ha desenterrado casos de corrupción y ha puesto en tela de juicio los poder fácticos, se han descubierto casos y operaciones ocultas, maniobras, desvíos de fondos y se ha expuesto el talento del nuevo periodismo ganador de reconocimiento internacional. ¡Protejamos a nuestros colegas con una ley que dignifique la labor del periodismo salvadoreño!