Por Mohamed A. El-Erian
CAMBRIDGE – Un amigo cercano que ha alcanzado admirable éxito en su carrera tecnológica puntualizó una vez que es probable que una decisión inicial sub-óptima conduzca a una serie de malas decisiones posteriores. Los economistas llaman a esto “equilibrios múltiples”. Y la Reserva Federal de Estados Unidos, la institución monetaria más influyente del mundo, se encuentra en medio de tal situación con respecto a la inflación, lo que conlleva implicaciones que se extienden mucho más allá de la economía y las finanzas de Estados Unidos.
La fase inicial del error en curso que está cometiendo la Fed con relación a la inflación (un error que probablemente será recordado como uno de los más grandes de la historia) comenzó el año pasado cuando hubo una prolongada caracterización errónea, así como también una desestimación, de los aumentos de precios, ya que la Reserva Federal los denominó como “transitorios”. A pesar de que las pruebas que evidenciaban una dinámica de inflación persistentemente en aumento se hacían cada vez más visibles, la Fed desestimó repetidamente estas señales, fallando, sobre todo, al no prestar atención a las advertencias expresadas de manera repetitiva por las empresas en una conferencia de prensa tras otra sobre sus resultados financieros.
No está del todo claro qué hubo detrás del paso en falso inicial que dio la Fed con relación a la inflación. Lo que vino a continuación es también desconcertante ya que, durante la mayor parte del año 2021, los formuladores de políticas parecían estar ansiosos por redoblar su afirmación con respecto al carácter “transitorio” de dicha situación, en lugar de mostrar humildad a medida que sus pronósticos de inflación se mostraban, de manera repetitiva y espectacular, como erróneos.
Incluso hoy en día, los funcionarios están obstaculizando la restauración de la credibilidad gravemente dañada de la Fed al no explicar por qué cometieron este prolongado error. Sospecho que la razón tiene que ver con una combinación de ceguera cognitiva, pérdida de enfoque, falta de voluntad para admitir el error y renuencia a abandonar un “nuevo marco monetario” que rápidamente se tornó en obsoleto y contraproducente.
No fue hasta finales de noviembre de 2021 que el presidente de la Fed, Jerome Powell, finalmente y de manera tardía, declaró que era hora de “jubilar” a la palabra “transitoria”. Pero luego vino la segunda etapa del multifacético desatino de la Reserva Federal. Los ajustes de política tras la declaración de Powell fueron extremadamente modestos, y la Fed anunció sólo que su programa de compra de activos a gran escala, conocido como flexibilización cuantitativa (QE), recién llegaría completamente a su fin en marzo de 2022.
Ese era el momento para que la Fed hiciera dos acciones para restaurar sus cualificaciones en materia de inflación y así mantener un control adecuado de su narrativa sobre políticas. En primer lugar, debería haber explicado por qué se equivocó tanto en sus pronósticos de inflación y cómo ajustó sus modelos de pronóstico para que fueran menos erróneos en el futuro. En segundo lugar, la Reserva Federal debería haber tomado medidas políticas iniciales de gran importancia y debería haber brindado orientación sobre lo que vendría a continuación.
Al haber fallado en cuando a llevar a cabo cualquiera de las dos acciones descritas anteriormente, la Reserva Federal entró en la tercera etapa de su histórico error al perder el control de la narrativa sobre las políticas, justo cuando las lecturas relativas a la inflación iban empeorando.
Nada resaltó más el gran agujero en el que se había metido a sí misma la Reserva Federal que el hecho de que, en febrero de 2022, continuaba con sus inyecciones de liquidez mediante la flexibilización cuantitativa, a pesar de que la inflación se situaba en el 7,5%, el nivel más alto visto en los últimos 40 años. Sorprendentemente, y a pesar de los llamamientos a actuar, la Fed había rechazado un cese inmediato de la flexibilización cuantitativa en sus reuniones sobre políticas celebradas en los pasados meses de diciembre y enero.
Todo esto nos trae al día de hoy. Las lecturas de inflación continúan causando sorpresa por continuar estando al alza, y la invasión de Ucrania por parte de Rusia aumentará el riesgo de un shock por estanflación. Mientras tanto, los funcionarios de la Reserva Federal han ofrecido públicamente diferentes puntos de vista con respecto a cómo este banco central debería abordar tanto los aumentos de tasa de interés como la reducción de su inflada hoja de balance de 9 millones de millones de dólares.
Al carecer de una orientación adecuada por parte de la Fed, el mercado se apresuró a juzgar que se tendrán entre 7 a 8 alzas de tasas sólo en el año 2022. Algunos analistas de Wall Street llegaron a pronosticar hasta diez alzas, incluida una subida de 50 puntos básicos que ocurriría en un momento tan cercano como lo es la celebración de la reunión de la Fed a mediados de marzo. Otros instaron a la Reserva Federal para que aplique un aumento de tasas con carácter de emergencia durante dicha reunión.
Las decisiones sub-óptimas de la Fed a lo largo de los últimos 12 meses se traducen en que es probable que su próxima decisión en cuanto a políticas también sea también sub-óptima. Incluso si tuviera una buena sensación sobre la actual respuesta política que se considera como la mejor y la más óptima, es poco probable que la Reserva Federal pueda implementarla, debido a cuán rezagados se han quedado los formuladores de políticas con relación a las realidades económicas. Parafraseando un antiguo chiste irlandés, no se puede llegar a una política que sea la mejor y la más óptima comenzando el recorrido desde el lugar en el cual nos encontramos ahora.
En lugar de ser capaz de ofrecer un aterrizaje suave para la economía estadounidense, la Reserva Federal ahora debe juzgar lo que se constituye como la alternativa menos dañina. Tal elección es como verse obligado a seleccionar una camisa que ya está sucia porque ya no hay ninguna limpia disponible. Y hacer eso no brinda a nadie un buen aspecto.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
Mohamed A. El-Erian, quien es presidente de Queens’ College, University of Cambridge, es profesor de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania y autor de The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse (Random House, 2016).
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