Por Tania Primavera
Subo las gradas, la he colocado en un lugar con luz, de la casa que rento. Donde vivo, por ahora. La pintura, tiene tonos obscuros, y sobresale una rendija entre el árbol dibujado.
De un fango, surge un ser, un personaje en pose de angustia, yo no sé si se llama así, pero le di el nombre de El Hombre Rojo.
Óleo firmado en 1964 por el salvadoreño Mauricio Valiente, en San Francisco, California.
Hace tres años, mi amigo el pintor Ricardo Aguilar “Humano” (1940-2021), me donó algunas de sus pinturas que resguardaba y que protegía desde hacía tiempo. No sé realmente desde cuando las tenía, las vi siempre a su lado. Me sorprendí cuando me dijo:
— Son tuyas, cuídalas siempre.
Eran realizadas por su gran amigo desde la infancia, el también santaneco Mauricio Valiente (1941-2007). Ellos, habían estudiado juntos en el Liceo Santaneco, junto a Rolando Costa. Luego, habían coincidido en las vueltas de la vida en la ciudad de San Francisco, en la era beat y luego el tiempo hippie en Estados Unidos.
La amistad, es algo en estos tiempos en extinción. —Nosotros fuimos los tres mejores amigos, me contó Humano.
Y desde esos tiempos en nuestra ciudad, Santa Ana, que también conozco porque de ahí soy, aunque nací en San Salvador, viví en Santa Ana. Conozco cada calle, casa acera, el Liceo Santaneco y me los imagino con su uniforme blanco.
En San Francisco, Humano y Mauricio fueron cercanos siempre. Se casó muy joven, trabajó de cocinero, pero siguió la voz interior de su ser que le dictaba hacer arte. Mauricio pintaba, con un cierto pesimismo, misticismo, demostraba los rasgos emocionales humanos, paz en la mirada, igual se mostraba reflejado en lúgubres pinturas no todo era así. En la pintura del Hombre Rojo, ocupa esos colores obscuros, con seres casi de cómic, surrealistas, y me alguien me dijo: “no me gusta”. — Pero a mí sí, le contesto yo.
El Hombre Rojo, lo tengo yo. Es parte de mi colección. Lo protejo, como vos dijiste. Tu hija lo sabe Mauricio, me lo agradeció. Lo cuidaré, como tu querías Mauricio. Ya estás a salvo de los ojos y comentarios, de la crítica, de un abucheo o de la sorpresa. Sé dónde está tu tumba, para dejarte una flor y un gracias por la gracia. Ya ambos amigos están en otro plano del viaje, Humano murió también.
¿Qué quisiste contar Mauricio?
Ese óleo, esos ojos con mirada perdida. Trazo fuerte, tosco. puede o no, dar a conocer su pasión, su dolor, su amor, su silencio, su grito, su lado oculto. Surge con fuerza, un hombre rojo con músculos, delgado, con su mirada hacia un lado, se asoma un rayo de luz a su derecha. Es muy antigua la pintura, toma vida por las noches.
…quizás.
El paisaje rojo, verde oscuro, el ojo de alguien.
La
sen
si
bi
li
dad
no se compra, se trae, se tiene
Tras el árbol emerge entre el fango. Como hay que emerger cuando es demasiado y tocas fondo, ese fango se convierte en una salida, victoriosa.
Burbujea.
Mauricio Valiente, pintor autodidacta, escultor y ceramista. —Vos escribí sobre él, me dijo Humano. Escribí Tania, — porque nadie sabe de él. Hace aquella serie, de los que no existen, como yo que no soy nadie, que nadie expone mis pinturas. Hace un escrito sobre él, el pintor desconocido, el pintor que no existe.
Y lo hice en 2016, se encuentran esos textos aún en periódicos digitales, sin reunirse en algún libro de arte, no están en las páginas de historia del arte nacional. Bajo las gradas la pequeña casa con jardín secreto, te dejo ahí, Hombre rojo, en tu “viaje cósmico”.
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8 de julio de 2023
