jueves, 16 mayo 2024
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Madriguera: Teatro de acción

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Dentro de la más peligrosa cárcel de mujeres, dos bandos pelean a causa de la misteriosa hija de un hombre tan rico y corrupto cuanto inalcanzable.

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Dentro de la más peligrosa cárcel de mujeres, dos bandos pelean a causa de la misteriosa hija de un hombre tan rico y corrupto cuanto inalcanzable. Estela (Kareen Spano) buscará justicia a toda costa y a todo puño.

En Latinoamérica se han hecho varias representaciones de teatro sobre el tema de reclusas, incluso con reclusas de verdad y hasta en las mismas cárceles. Tal vez la principal ventaja que tenga Madriguera, una obra peruana de teatro que se repone esta semana, sea que es una historia de acción, y lo más importante, el peso que tiene la interpretación física del elenco que lo hace aún más una obra viva. Pero viva en el sentido de alguien después de acabar una pelea en que se ha jugado la vida.

En una cárcel de mujeres que podría ser en cualquier parte de Latinoamérica, un grupo de mujeres se hermanan y se enfrentan en el más primario de los instintos: sobrevivir. Y en el más anhelado de los sueños: hacer justicia.

Más allá de supuestos protagonismos, su historia es el sumando de sus historias y experiencias, que invitan al público a repensar a las mujeres a partir de una situación tan extrema como el encierro, pero la cual a su vez es consecuencia de “algo anterior”.

Cada personaje es un relato que responde, o no, a la clásica pregunta “¿y tú por qué estás aquí?”. Detrás de sus gestos se esconden, como en tantas ocasiones, cicatrices y llagas en el alma, que se sobrellevan con esperanza, o con su némesis, la venganza.

La cárcel es la metáfora de un cuadrilátero salvaje donde el poder se ejerce y defiende de forma descarnada. Hembras alpha como Estela nos dan un vistazo a una feminidad despellejada de sutilezas.

En una época plagada de discursos de género que poco favor hacen a la causa de la mujer, esta obra se revela como una desmitificación de la mujer a partir de la violencia, el poder y la muerte, historias atribuibles clásicamente a varones, pero que aquí están totalmente configuradas por mujeres. No se trata tanto del desgastado empoderamiento femenino, como del humano sobrevivir.

Con el transcurrir de la obra, el público se va enterando de los lazos que unen a unas con otras. Más que los diálogos es la representación de un ambiente, una atmósfera de violencia y brutalidad lo que nos va desvelando sus porqués. Lo más interesante en este punto no es el libreto, sino las interpretaciones de las actrices. Es como si hubiese una medida de graduación de la ira, el deseo, la esperanza y el odio entre sus personajes. Pero esto se evidencia no en las palabras en sí, sino en esos cuerpos sucios, maltratados y cariosos, que a través de un abrazo, un empujón o el simple hecho de un par de pasos, revela todo el ser de una historia que se va trenzando, haciéndose más y más tensa, como un vaso al borde de una mesa, mientras uno observa, aguantando la respiración, y piensa en qué momento va caer. O tal vez no.

También la palabra se vuelve física por toda la carga de aspereza existente, pero también de una escondida ternura, que en momentos revelan los personajes. En el caso de Estela, ella se demuestra como una leona de enmarañado cabello, un cabello rabioso y unos ojos que parecen dos puñales a punto de abrir una barriga en canal. Y sin embargo también las leonas tienen el pelo suave.

En conjunto las actuaciones logran un ensamble altamente energético, que captura la atención y arrebata el aliento. El peso de la obra, de por sí densa, cae en su naturaleza primordialmente física. Incluso las palabras resuenan como puños o balas. La atmósfera de violencia que se respira se hace más efectiva en el momento previo a la acción, como lo es una mirada y un silencio que saben a navajas en el paladar o a estrellas tatuadas en un trapo sucio de alas blancas que miran desde un balcón.

En el teatro clásico griego era usual la presencia de mujeres en el coro y la coordinación de su canto mientras se movían a través del escenario. En Madriguera se percibe ese coro dionisíaco, en su versión más atávica y voraz. No son las bacantes, sino las crueles Benévolas, las erinnias helénicas en su forma más afilada a punto de despedazar el mundo, ese mismo mundo que las ha hecho a un lado por haberse “equivocado”.

En ese mundo salvaje de mujeres, el odio y la ira son dos chacales que se comen a la tristeza y al miedo antes del amanecer. Más allá de presuntos protagonismos, la obra tiene un peso más coral, lo cual convierte al elenco en un paisaje de emociones fuertes. Y usted ¿ya apuñaló a la tristeza esta mañana?

Si está por Lima, dese una vuelta por la Sala Quilla en Barranco. Con Kareen Spano, Trilce Cavero, Lía Camilo, Alana La Madrid y María Lola Arispe, entre otras grandes actrices. Se estrena este viernes 3 de mayo.

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Hans Alejandro Herrera
Hans Alejandro Herrera
Consultor editorial y periodista cultural, enfocado a autoras latinoamericanas, Chesterton y Bolaño. Colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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