Oficialmente, la campaña electoral terminó el miércoles recién pasado. Es decir, estuvimos en campaña desde el 2 de octubre al 30 de enero. Así las cosas, los candidatos y sus respectivos partidos tuvieron casi cuatro meses para pedir el voto y para explicarnos, a los electores, qué harían para superar los graves problemas que, como país, padecemos. Al menos esa era la idea, en teoría.
Al respecto, en otro artículo escribí que esperábamos que la oferta electoral de los candidatos abordara temas como el deterioro ecológico, la grave situación de inseguridad que vivimos o el alarmante subempleo que gran parte de los salvadoreños sufren. Pues bien, ahora que ya terminó la campaña, comprobamos con desagrado que ninguno de estos temas estuvo en las ofertas de los candidatos.
Una vez más tuvimos una campaña solo de spots, frases hechas y tópicos. Se intentó, nuevamente, que los candidatos debatieran, con el interés de conocer las propuestas y confrontarlas frente a los otros contendientes. Tampoco se pudo. Lo que presenciamos no fueron debates, sino exposiciones o conversatorios con los candidatos. Así mismo, el candidato que puntea en las encuestas no asistió a ninguno de esos espacios, lo que privó a los votantes de conocer su oferta electoral. Luego vino la presentación de los famosos “planes de gobierno”, en donde más que discutir cuáles son los ejes y las áreas de acción de dichos planes, volvimos a la competencia de cuál era mejor que el otro, cuál era original, cuál era plagiado y así, hasta diluir el verdadero objetivo de la presentación: Saber el contenido de los programas de los candidatos.
Podríamos decir que más que una campaña propositiva, tuvimos una campaña de ataques, linchamientos y diatribas de unos candidatos contra otros.
Y estas ofensas han sido difundidas, principalmente, desde dos plataformas tecnológicas: Las redes sociales y los “periódicos digitales”. Y uso el entrecomillado porque estos supuestos medios de comunicación tuvieron como único objetivo despotricar en contra de los candidatos opuestos. Eso, me perdonan, pero no es periodismo. Eso es vil propaganda.
Durante esta campaña electoral las redes sociales se vieron inundadas con “noticias” de La Britany, Entre líneas, Porttada, El Titular o La Libertad News, por nombrar solo algunas de esas publicaciones que se han dedicado a difundir medias verdades, invectivas e información completamente falsa, de manera inescrupulosa y poco ética. En ese sentido, podríamos afirmar que si algo nos dejó esta campaña fue el aparecimiento y fortalecimiento de estos pseudo medios de comunicación. Estos sitios digitales que no le ayudan en nada al periodismo salvadoreño. Son sitios que difunden fake news, donde no hay fuentes, no confrontan la información y sus contenidos son completamente tendenciosos y descontextualizados. Lo más grave de todo eso es que la población se está informando a través de estos medios.
Llegados a este punto, vale la pena preguntarnos: ¿Qué clase de ciudadanos se están formando con estas publicaciones? ¿Están generando audiencias críticas, que tienen la capacidad de discernir entre lo que es un bulo de lo que es una noticia real? La respuesta es evidente: La propaganda no genera sociedades analíticas, sino autómatas sin criterio propio. La propaganda genera sociedades maniqueas, donde lo único importante es el culto a la personalidad. “O estás conmigo o estás contra mí”, creen estos medios que parecen sacados de un mundo orwelliano.
Por otro lado, recuerdo cuando en la universidad enseñaban que el periodista nunca debe estar comprometido con el poder; el periodista, el periodismo se debe a sus audiencias, sin más.
Por eso llama poderosamente la atención que durante esta campaña algunos periodistas hayan endosado de manera clara su apoyo a tal o cual candidato, sin el más mínimo escrúpulo. A través de videos, columnas de opinión o tuits, se han alineado de manera directa con agendas político partidarias, al grado de difundir publicaciones irresponsables y temerarias.
Nunca antes habíamos sabido de apoyos tan descarados a candidatos por parte de periodistas. Para fortuna de nuestro periodismo, solo son unos pocos comunicadores los que tienen estas actitudes y no el grueso de los profesionales de la información que, como dijimos antes, se deben a los lectores, a los televidentes y a los radioescuchas.
Y llegados al viernes 1 de febrero, que se supone que estamos en “silencio electoral”, vemos cómo la campaña sigue en las plataformas digitales; pareciera que esa prohibición del Tribunal Supremo Electoral no aplica para las redes sociales y los medios electrónicos. Otro aspecto del que es importante que se legisle por el vacío existente.
Entonces, al finalizar estos casi cuatro meses de campaña electoral, podemos aseverar sin lugar a dudas que los partidos y sus candidatos nos quedaron debiendo. Fue una campaña electoral con poco contenido, dedicada a ensalzar la imagen de un candidato y a destruir la de los opositores. Los partidos políticos nos siguen viendo a los electores como un número más, como un voto más, y no como sujetos de derecho y ciudadanos merecedores de respeto y que, aunque hay algunos a quienes todavía los convencen con regalitos y paletas, hay muchos otros votantes que ya no.
Ya no.