sábado, 13 abril 2024

Una ‘charada’ con Leonardo Heredia

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Hace algún tiempo, Leonardo Heredia caminaba por las calles de la colonia San Luis en San Salvador con semblante parco y meditabundo. Era tarde

Yo iba en mi vehí­culo. Lo reconocí­. Le saludé amable y sorprendido. ¡Don Leonardo!, exclamé. Él no me conoce. Le pregunté si por casualidad conocí­a la dirección de la casa de unas amistades que viven en la zona. Él me respondió en seco: "Se dónde queda". Y sin mediar palabra rodeó el vehí­culo abrió la puerta del pasajero. Se subió. Encendió un cigarro, señaló al frente y me dijo "es por aquí­". Le sugerí­ que se sujetara bien pues mi vehí­culo es digamos ..rústico.

No dejé de sorprenderme cómo un hombre de aquella edad podí­a sortear de esa forma subirse al vehí­culo de un desconocido como yo. Eso lo hace alguien quien da por ganada la batalla de la vida y que,seguro de sí­ mismo, ha perdido la noción de los miedos o simplemente restan pocas cosas que perder en este punto de la vida en un paí­s como el nuestro. Dimos un par de vueltas por aquel vecindario sin encontrar la dirección.

Aproveché de comentarle sobre su hija Paula ganadora de un Emmy por un documental sobre los atentados terroristas de 2001 en Estados Unidos y nominada a otro. Le pregunté si se veí­an o mantení­a comunicación con ella. En febrero de 2013, Paula habí­a sido una de las figuras invitadas a un evento de la Asociación Americana de Editores en Beverly Hills donde se fotografió con los más grandes directores de Hollywood. Leonardo respondió: "Ella ya no viene a estos lados. Ella ya se codea con los grandes".

Salí­ a la Calle San Antonio Abad. Alcancé a comentarle mi más alto respeto a su legado. Le conté que en mi colección de objetos preciados se encuentra un disco llamado "Charadas con Leonardo Heredia". A mi entender,un manifiesto de la comunicación en El Salvador. En las inmediaciones de la San Luis funcionaba un restaurante de comida china que ya no existe en el lugar, Saba era el nombre. "Ahí­ dejame", me dijo. Un escueto saludo y se bajó de mi vehí­culo rumbo a ese restaurante de la colonia San Luis. Arropado por el humo de su cigarrillo lo dejé con el mismo semblante con el que lo encontré. Sorteando la vida con la audacia que siempre le caracterizó.

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Herbert Vargas
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Colaborador
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