El Salvador, con lo chiquito que es, cualquier mal se convierte en catástrofe. Hoy tembló horrible; en segundos no me moví, pero la cosa no paraba y cuando comenzaron a hacer ruido las ventanas, salí corriendo del estudio para el jardincito interno de mi casa, y la tierra debajo de mi aún temblaba.
Es la tierra trémula, el valle de las hamacas… Ideas que bien nos han puesto personalidades españolas. Uno aquí debe dormir con un ojo cerrado y el otro bien abierto.
En ocasiones tengo la sensación de vivir en el corredor de la muerte o al píe del patíbulo. ¡Da igual! Recién leí de alguien inocente que estuvo más de 20 años en el corredor de la muerte…
Después dicen que somos, como mínimo, unos pesimistas y que no debemos ser así, pero es contradictorio para mí, haberme educado con aquel pensamiento martiano que dice: Hombres recogerá quien siembra escuelas, para levantarme día a día a escuchar la noticia de la necesidad de cada vez más cárceles. Frustra.
Terremotos, huracanes, tsunamis… son poca cosa en comparación a los desastres políticos y sociales que vivimos; a la frustración y a la desesperanza acerca de nuestro porvenir como país y sociedad, cuando los jóvenes se sinceran y te dicen que sólo hay dos caminos: el norte y las maras.
Hombres que matan a sus mujeres delante de los hijos; mujeres que mandan a matar a sus maridos, amantes incluidas; madres embrujadas que machetean a sus hijos; hijos que matan a cualquiera con tal de estar en las maras como única salvación. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Se nos había olvidado, pero volvimos a la era en que los soldados y policías también matan… Y si no, para dónde.
El hombre que gritó y reclamó desde el púlpito: Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar"… horas después caía muerto de un balazo al corazón a la hora de la eucaristía. Monseñor Oscar Romero, con impunidad en asesinato, está hoy en afiches muy cerca de los altares y hasta en el principal salón de Casa Presidencial, pero aún está ausente en el corazón de la justicia nacional.
El gran impostor que inauguró su gobierno diciendo que sería guiado por el ejemplo de Romero, hoy huye a refugiarse bajo las naguas de otro falso sueño, cuando aquí de lo que se le acusa es de corrupción.
Nada… No puedo terminar este lamento sin decir que peor que cualquier terremoto, tsunami o huracán es la impunidad constante y sonante (como Don dinero, poderoso caballero), que ha sumido a El Salvador en tanta desesperanza política y social. Reconozcámoslo y démosle vuelta al calcetín. Enderecemos nuestra historia.