No hay que perder la capacidad de asombro, cierto, pero la gente cuerda y sensible de este “paisito” ya está a punto de… No solo por la violencia criminal, artera e inadmisible como la que provocó las muertes a balazos de una niña de cuatro meses, de varios policías en una emboscada infame, de un maestro protector del alumnado frente a su hijo mientras abría su escuela y de tantas víctimas diarias que no cesan con nada de lo que –hasta ahora– se ha querido vender como “soluciones”. Si hubiese un “Nobel” para el populismo del todo barato, la estupidez más burda y el cinismo al cien por ciento craso y descarado, se lo pelearían todos los gobiernos de este pequeño pedazo de tierra supremamente malogrado desde siempre.
¿De qué sirvieron los acuerdos que firmaron los eternos enemigos de papel? ¿De qué la impostora “alternancia”? ¡De nada! Así de lapidario. ¿O cambió en algo El Salvador, para bien, después de lo que firmaron ambos en Ginebra y Chapultepec? Si se valora desde la situación de las mayorías populares, no. Esos dos momentos de la historia nacional fueron el principio y el fin de la negociación que culminó con lo que, luego y hasta la fecha, se convertiría en la insufrible “partidocracia” tan actual y dañina para una democracia sin pero alguno y el disfrute real de una paz que alcance para toda la población.
Bueno, en realidad sí lo hubo. Fue un cambio de cancha: el que jugaba en la oposición pasó al Gobierno y el que lo hacía en el Gobierno pasó a la oposición. Eso benefició únicamente a esas élites “politiqueras” dominantes y a sus serviles acólitos, desagradables satélites o tristes adláteres –llámenlos como quieran– bien maiceados con las migajas nada despreciables que desde arriba les avientan unos poderes no solo egoístas, sino también sin vergüenzas y sin cargos de conciencia; sin, siquiera, nudos en sus insaciables gargantas.
Lo anterior es “verífico”, como dijo alguien, por verídico y verificable. ¿O no? Ahí les va un ejemplo de la melodramática “puesta en escena” cuyo título es, redoble de tambores, “El ejemplar proceso salvadoreño”. Pero antes hay que recordar que la complaciente Organización de las Naciones Unidas sigue necia alabando su criatura. Le acaba de pedir al Gobierno nacional –lo dijo Salvador Sánchez Cerén– colaborar en la realización del “sueño de los colombianos”: la paz. Suerte que Juan Manuel Santos, su homólogo “cafetero”, parece tener los “pies en la tierra” pues además de sostener que querían aprender de la afamada experiencia guanaca –obvio– advirtió que verían “lo que funcionó” y “lo que no funcionó”. Así insinuó, derrochando diplomacia, que no es tan modélico lo ocurrido en el “señorío” cuscatleco.
Dicho lo anterior, hay que mostrar de forma concreta lo que manifiestamente ha sufrido la gente más ninguneada y amolada en este penado país, como resultado de su patético manejo por ese par de partidos casi o del todo “pandilleriles” por estafadores del destino nacional y de sus efímeras esperanzas. El cambio prometido, ya se dijo, fue tan solo de cancha y en beneficio de sus intereses. Sus pleitos son por los votos, no por el bien común. Por lo demás, se llevan bastante bien al punto de estar de acuerdo en no dar el necesario paso –en la Asamblea Legislativa– para que les “cuenten las costillas” en lo que toca a sus oscuros financiamientos.
Consta en los medios que en 1995, ante la urgencia de enfrentar la matanza que seguía y seguía tras la recién inaugurada posguerra, Hugo Barrera –de conocido pedigrí dentro y fuera de su partido ARENA– impulsó una iniciativa que denominó “Juntas de vecinos”. El propósito teórico era la prevención del delito, mediante la colaboración de la ciudadanía con la entonces novata Policía Nacional Civil. Se trataba, textualmente, de crear “organizaciones cívico-sociales formadas por personas naturales de reconocida honradez y responsabilidad, trabajadoras y de buena conducta, de preferencia aquellas que permanecen más tiempo en su residencia”. Se pretendía contar con laparticipación de la gente para contribuir “a la seguridad y tranquilidad de su familia y la conservación de sus bienes”.
Sin decir “agua va”, la entonces oposición partidista –léase FMLN– se le lanzó al pescuezo gritando “¡Vade retro Satanás!” y negó sus votos parlamentarios para un préstamo que pagaría, en parte, esa pensada oficialista. Humberto Centeno dijo que estaban armando una “red de espionaje” gubernamental. Pero este personaje ya falleció. Quien aún vive y está sentando en la silla presidencial es Sánchez Cerén; en esa época, él sostuvo que su partido veía bien la colaboración ciudadana para combatir la delincuencia, pero lo que estaba haciendo Barrera –afirmó– era “nombrar a dedo a personas” que luego exigirían “armamento para defenderse de la delincuencia y así se van generando mecanismos paraestatales, paramilitares”.
A renglón seguido, el ahora primer mandatario –en su coloquial forma de hablar– sostuvo que dichas juntas eran “un mecanismo que puede restablecer los mecanismos del pasado, cuando las juntas de vecinos se convirtieron en escuadrones de la muerte, tales como la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN)”. Eso dijo hace dos décadas. Pero como “todo cambia”… Hoy su vocero oficial y exageradamente oficioso, Eugenio Chicas, anunció que impulsarán “comités ciudadanos” a los que… ¡les darán armas! Lo harán, alegó, para combatir a los delincuentes en las comunidades. Estas “genialidades” las notificaron tras la audiencia en la capital estadounidense con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el pasado lunes 4 de abril; si las hubieran “destapado” antes, este Gobierno habría sido cuestionad con todo y sin piedad por sus integrantes.
Chicas habló de “cercos sanitarios” en cien municipios que las estructuras criminales aún no han “contaminado”. Si no están “contaminados” por la peste de la violencia, ¿quién asegura que la “medicina” –que antes demonizó su partido– no será peor que la enfermedad? Como dijo Juan Gabriel, “inocente pobre amigo”. De tan popular y añeja rola, ARENA puede usar el verso inicial para dedicárselo a su “alma gemela”: “Te pareces tanto a mí, que no puedes engañarme”. Marrulleros, pisteros y electoreros fueron y siguen siendo ambos.
Por eso, el hoy dizque partido “opositor” debería andar feliz y orondo, presumiendo de algo que hasta el más “frentudo” tendría que darse cuenta y entender: que sus políticas militaristas y de “manos duras”, “súper duras” y “puños de hierro”, antes criticadas y del todo fracasadas en materia de seguridad, son ahora las abrazadas y besuqueadas por una izquierda degradada y lastimera. Mientras tanto, el dolor humano y el decaimiento político de la gente crecen y crecen hasta el punto del hartazgo frente a su situación.