viernes, 26 abril 2024

Ser de derechas o de izquierdas no es un crimen. Matar sí

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Vivimos rodeados de católicos, protestantes, militantes de derechas o de izquierdas, agnósticos; personas que salen a caminar con sus chuchos en el vecindario para dejar un cerote caliente en algún jardín. Pero a no ser que estemos enfermos del puto cerebro, difícilmente pensamos en matarlos por sus creencias, o por las cagadas de sus chuchos.

Algunas generaciones todavía presentes en carne y hueso, lucharon en su juventud contra la dictadura y el autoritarismo, el imaginario que les motivó en ese largo camino reunía aspiraciones de justicia y libertad que siguen teniendo significados en nuestras vidas.

En el fondo lucharon por un país no solo por y para una ideología ni por y para un sector de la sociedad. La utopía implicaba a fin de cuentas la vida de las derechas e izquierdas. No podía ser de otra manera dada la misma complejidad humana.

En este país no se gobierna desde un reinado ni desde el mandato de la dictadura del proletariado, vivimos en un pequeño territorio cuyo camino de búsqueda y descubrimiento ha estado manchado de sangre.

Hubo un tiempo en el que se odió y mató por las ideas de manera “legítima”, el supuesto es que debimos superarlo hace mucho tiempo.

Quienes lideran y dirigen juegan un papel decisivo en este irremediable mundo de abundantes fanatismos y pocos humanismos. Los mensajes de odio o de cordura se replican en las militancias y seguidores, en la sociedad en general.

A los discursos irresponsables que invitan a la violencia se les llama crímenes de odio. Quienes dirigen o lideran deberían saberlo, cualquier mujer u hombre en edad adulta también debería comprenderlo, explicarlo a los chicos y chicas.

Ser de derechas o de izquierdas no es un crimen, solo es apenas una vasija ideológica en la que inevitablemente se manifiesta nuestra existencia, de la manera que se comulga o no con una fe o religión, o se asume determinada identidad sexual.

Ni las ideas de derecha ni las de izquierda deberían ofender en grado superlativo, porque solo en el diálogo encontrado se suele aprender; no debería ofender la euforia y el calor militante, porque en ese espacio suele haber una invitación para entender el galimatías emocional de la especie.

Lo que debería ofender, indignar, es el odio que escupen personas que se precian de ser importantes, influyentes, inteligentes y particularmente leídas; el odio venga de donde venga nos debe ofender.

En el viaje de este pedazo de territorio seremos todas/os o no seremos nadie.

Ser de derechas o de izquierdas no es un crimen. Matar sí.

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Berné Ayalá
Berné Ayalá
Columnista Contrapunto
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