lunes, 15 abril 2024

Relato de JJ Dalton: Frank Sinatra en Mariona

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Vivencias de un preso polí­tico durante la guerra civil

El 27 de octubre de 1981 cumplí­a mis 25 años, pero fue como volver a nacer. En tales circunstancias no podí­a tener mejor regalo en la vida: de las cárceles clandestinas del Cuartel General de la Policí­a de Hacienda (PH), conocida entonces también como “la de azúcar”, fui trasladado a la Penitenciarí­a Central “La Esperanza”, en Mariona, al norte de la capital salvadoreña.

El médico Wilfredo Centeno y el dominicano Manuel Terrero -que usaba el seudónimo de “Frank”-, con quienes me habí­an capturado, el 7 de octubre de aquel mismo año en las montañas de Chalatenango, tras una larga odisea (historia que merece otros cuentos), fueron igualmente trasladados a Mariona. Lo mismo los integrantes del “Pelotón Atonal”, de la organización Resistencia Nacional (RN), incluido un viejito colaborador, a quien los de la PH apodaron “Farabundo Martí­”.

Nos tiraron amarrados unos a otros en la cama de un pick up y fuimos rodeados por varios agentes que con sus G-3 nos apuntaban en la cabeza. “Si intentan rescatarlos, serán los primeros en morirse”.

En mis “adentros” imploraba que ojalá no se les ocurriera a los “compas” hacer algo en el trayecto hacia Mariona; que ni siquiera estallara la llanta de algún carro, de lo contrario irí­amos directo al otro mundo.

Por suerte no ocurrió percance alguno y llegamos a Mariona sin problemas. Fuimos registrados y nos enviaron a una celda provisional donde pasamos todo el dí­a. Era una especie de jaula. Los presos comunes iban a vernos como si estuvieran admirando a animales en el zoológico.

Al siguiente dí­a nos trasladaron al Sector Cuatro, que era nuevo y preparado únicamente para presos polí­ticos. “Frank”, el doctor y yo, como habí­amos sido capturados en los montes, estábamos peludos y barbudos. Los del “Pelotón Atonal” no, porque ellos actuaban en San Salvador, o “la Metro”, como le decí­an a la capital en el argot insurgente.

Cuando estábamos en la PH “Frank” habí­a sido obligado a  declarar ante los medios de prensa, a los que les dio a conocer su verdadero nombre, o de pila: Manuel Enrique Terrero Sánchez…, lo demás  que reconoció fueron inventos que después le costaron 14 meses en las bartolinas policiales.

El ejército supo un poco después que Terrero habí­a sido oficial de la Marina dominicana y habí­a estado en Cuba entrenándose con la gente del guerrillero dominicano Francisco Caamaño. Entonces lo secuestraron de Mariona y lo regresaron nuevamente a  la PH, donde lo interrogaron agentes de la inteligencia estadounidense,  de la CIA.

En aquel momento sólo habí­an sido capturados dos extranjeros que colaboraban con la guerrilla: el aviador costarricense Talavera y el nicaragí¼ense Orlando Tardencilla. El tercer fue “Frank”.

Unos  dí­as antes de ser trasladado a Mariona recibimos la visita de miembros de la Cruz Roja Internacional y ello nos dio la garantí­a de que ya no nos iban a “desaparecer”. Yo les pedí­ que avisaran a mi abuela Marí­a (la  mamá de mi padre), pero hasta después de ser enviado al penal y así­ lo hicieron.

Durante los interrogatorios nunca dije tener apellido Dalton, sino que Garcí­a, por lo tanto, la Policí­a jamás se dio cuenta de  mi verdadera identidad. Cuando alguna comitiva de oficiales llegaba a ver al extranjero capturado, un oficial del Servicio de Inteligencia (S-2) de la PH indicaba: “El más barbudo es el dominicano, el otro es el  médico y el otro cipote (que era yo), es un vago cualquiera”. Herí­a un poco mi ego, pero tení­a que quedarme callado.

Los tres meses que estuve en Mariona convivimos en el mismo sector de presos polí­ticos dos Juan José Garcí­a. Así­ que pasé desapercibido.

Bueno…, resulta que aquel era dí­a de visitas, creo que un jueves. Mi abuela llegarí­a con  mi tí­a Orbe, que en la actualidad tiene 96 años. Eran a las únicas que en un principio les confió que yo estaba preso. Juntas, mi mamá Marí­a y mi tí­a Orbe, habí­an apoyado en el pasado a mi padre; también a Cayetano Carpio (fundador de la guerrilla salvadoreña) cuando estuvo en la famosa  huelga obrera en 1967. Años más tarde me estaban apoyando a mí­.

A  la visita anterior habí­a llegado sólo mi abuela y yo le habí­a advertido  que la próxima visita no preguntara por mí­ sino que por “Frank”. Yo suponí­a que como él habí­a salido en la TV y en los periódicos, ya mi abuela estaba enterada de que su verdadero nombre era Manuel Enrique Terrero Sánchez.

Aquel dí­a estábamos en el salón de visitas en espera de nuestros familiares cuando de pronto veo entrar a dos ancianas  cada una con una colchoneta al hombro y una bolsa en la otra mano… pero vení­an muertas de risa.

¡¿Qué será?…, estas señoras se volvieron locas!, me decí­a en mis “adentros”. Cuando se me acercaron y nos pudimos abrazar, mi tí­a Orbe me hizo el cuento.

Resulta que cuando les llegó el turno para registrarse como visitantes después de hacer una larga fila, el vigilante preguntó a las dos señoras a quién vení­an a visitar.

Mi abuela titubeó por un momento, pero mi tí­a se adelantó y dijo que vení­an a ver a “Frank”.

¿Frank qué, señora?, insistió el vigilante.

“Sinatra”, respondió mi tí­a sin mucha contemplación.

Mientras  me hací­an el cuento yo sudaba frí­o. Pero aquellas dos ancianas se reí­an  y decí­an: “qué brutos son los hombres que los cuidaban. Lo peor de todo  es que el muy bruto apuntó Sinatra con C”, recalcó mi tí­a Orbe.

Así­  quedó registrado: Frank Sinatra, con “C”, estuvo detenido en Mariona y dos señoras lo fueron a visitar, por allí­ por noviembre de 1981.

A  los presos polí­ticos se nos habí­a permitido tener una guitarra, como una concesión del entonces director del penal y mientras “Frank”, digo, Manuel Enrique Terrero Sánchez, estuvo en Mariona, nos juntábamos a su alrededor para oí­rle cantar, no “Extraños en la noche” ni “A mi manera”,  sino boleros, sobre todo le pedí­amos que cantara “Moliendo café”.

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Juan José Dalton
Juan José Dalton
Director General y Fundador de Grupo Dalton: Diario Digital ContraPunto, Periódico AudioVisual ContraPuntoTV y Archivo Digital Roque Dalton
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