Dos patrias tengo yo:
Cuba y la noche.
José Martí
Dos patrias tengo yo:
Cuba y la mía.
Roque Dalton
Mencionar Cuba hace unos años era sinónimo de subversión. Cualquiera podía ser víctima de represión.
Los casetes de Pablo Milanés y de Silvio Rodríguez, que ahora se venden en casi todos los puestos de música, pasaban «clandestinos» las fronteras en envoltorios de Julio Iglesias o de José Feliciano. Monedas o prendedores venían metidos en jabones de olor; los libros traían distintas pastas”¦
No era por gusto. Cuba y El Salvador fueron absorbidos por la ya histórica Guerra Fría. El gobierno de Cuba apoyaba a la revolución, mientras el de El Salvador a la contrarrevolución.
Pero ya revolución ni contrarrevolución existen. Si esta afirmación es polémica, lo cierto es que tales fenómenos no se manifiestan como en décadas anteriores. Por tal motivo en la actualidad la mayoría de las naciones de América Latina tienen lazos diplomáticos, comerciales y/o culturales con Cuba.
Sin que existan vínculos de ninguna naturaleza entre El Salvador y Cuba, la presencia cubana en el país es cada vez mayor. En la actualidad, según registros de Migración, residen permanentemente 256 cubanos, 50 de manera temporal y los que están en proceso de legalización aún no se pueden contabilizar.
Deportistas, artistas, médicos, profesores universitarios, empresarios, sociólogos y hasta inmigrantes ilegales cubanos, con toda su rica y vasta cultura, que los antropólogos llaman cubanía, comienzan a entremezclarse con salvadoreños, es decir, que en breve podríamos comer una pupusa de yuca con mojo de ajo o lascas de puerco asado en alhuaste.
El mundo es muy pequeño. Fidel Castro, uno de los líderes que más pasiones ha levantado en el mundo durante la segunda mitad del siglo que finaliza, fue íntimo amigo de Pedro Dalmau, empresario cubano-salvadoreño. Cada uno en su mundo, cada uno una historia.
Pedro Dalmau, el decano de los cubanos
Nacido en Santiago de Cuba, descendiente de una mezcla hispano cubana, Pedro Dalmau tenía 20 años de edad cuando llegó en 1947 a El Salvador. Era mecánico de cajas registradoras; vino contratado por una compañía norteamericana. A los tres años se casó con una joven de Guazapa, y tuvieron tres hijos. Su padre está enterrado aquí; su madre aún “vivita y coleando”.
Empresario emprendedor, dueño de los Café de Don Pedro y de una concesión en el Aeropuerto Internacional. Dalmau es poseedor de una singular historia. Fue compañero de estudio y amigo íntimo de Fidel Castro, en el Colegio Católico de Dolores, de Santiago Cuba. Historia que ahora hace públicas incluidas las fotografías, para los lectores de Tendencia.
¿Cómo se adoptó a la sociedad salvadoreña?
Vine muy joven y no sentí ninguna diferencia cultural marcada; más bien una diferencia ambiental. Me enamoré y me acoplé perfectamente. A los ochos años regresé a Cuba pero me sentí extranjero en mi propia tierra.
¿Es usted extrovertido y alegre como la mayoría de cubanos?
Hay paradigmas que dicen que el cubano tiene que ser extrovertido, pero cuando hay un cubano tímido como yo, causa asombro. El cubano es confianzudo, gritón, más abierto y más malcriado”¦ el salvadoreño es más respetuoso, más cohibido; el centroamericano es distinto al caribeño, pero de todo ello tenemos los latinoamericanos.
¿Usted es el cubano más antiguo?
Yo soy el decano. Cuando yo vine a este país sólo habían tres: Ortega, el cónsul; Varelita, un boxeador y Leret. Después de la Revolución de 1959 vinieron algunos cubanos, pero se fueron. Ahora con las transformaciones de la globalización, vuelven los cubanos de la nueva generación.
¿Conoció a Fidel Castro?
Sí, cómo no. Él fue compañero mío en el Colegio de Dolores de Santiago de Cuba. Éramos íntimos amigos: Enrique Peral, Fidel Castro Ruz y yo. Recuerdo que un día nos tomamos una foto y el cura nos las vendió a 25 centavos, que entonces era muy caro. Así que prestamos. Pero él nos dijo que la guardáramos porque uno de nosotros iba a ser presidente. ¡Ese soy yo!, gritamos los tres”¦ Pasaron los años y a las buenas o a las malas, pero Fidel llegó a ser presidente.
¿Ha ido a Cuba después del triunfo revolucionario?
Sí, fui invitado por el gobierno. Aquí vino un avión piloteado por el capitán Bayo (el español que entrenó militarmente al grupo de Castro que inició la guerrilla en 1956).Conocí al Che Guevara y Juan Almeida, que siendo Jefe de la Fuerza Aérea cubana me cargó las maletas cuando arribamos a La Habana. Llegamos en plena euforia…
¿Ha vuelto a Cuba otra vez?
No, porque vea qué curioso: políticamente soy ciudadano de segunda. En El Salvador no puedo ser presidente por mi origen cubano. En Cuba necesito un permiso especial para entrar por ser salvadoreño de origen cubano, ja, ja, ja”¦
¿Algún otro recuerdo de Castro?
Sí, un amigo que fue hace algunos años a Cuba me contó que le había preguntado a Fidel si se acordaba de mí. Y él le dijo: ¡Ah! Sí, uno chiquitito, cabezón y travieso”¦ Tiene buena memoria.
¿Y usted cómo lo recuerda?
Yo siempre jugaba futbol a su lado, porque era muy agresivo y no quería jugar en su contra para que no me pateara ja, ja, ja”¦ A mí no me gustaba hablar de eso, porque ahora que es famoso, todo el mundo resulta que fue amigo de él, pero la verdad es que tengo mis anécdotas.
Una vez estábamos en el colegio, en sexto grado, con 12 o 13 años de edad, y resulta que le hice una broma burlona al cura, que era andaluz, y éste me dio con la gramática (libro de texto) en la cabeza y yo salí llorando. Entonces se paró Fidel, que era más grande, a reclamarle: ¡¿Por qué le pega a Dalmau que es chiquito?! Entonces, el cura nos dejó a los dos castigados con planas de mil líneas: Debo respetar al maestro.
¿De las costumbres cubanas qué le quedan a Pedro Dalmau?
Lo gritón, el hablado”¦ Yo criticaba a mi abuelo porque él siempre hablaba como ezpañol. Se pasó 50 años en Cuba y siguió hablando como ezpañol. Pero a mí Dios me castigo porque llevo 50 años en El Salvador y sigo diciendo ¡Oye tú, chico!, ¿Qué te pasa?
Su restaurante ha sido escenario de acontecimientos importantes”¦
Sí, cuando la violencia aquí, se reunían, cada uno por su lado, guerrilleros y militares, pero nunca sucedió nada trágico. Nunca cerramos, ni cuando las grandes manifestaciones de finales de los 70. Siempre atendimos pese a que cuando habían manifestaciones algunos no pagaban y decían que mi negocio era para burgueses”¦ Es decir, que El Café Don Pedro, fue como el Casa Blanca de la Segunda Guerra Mundial, todos respetaban.
¿Y lo del cuadro de Picasso?
Fue sensacional. No sé si será legítimo o no, pero para mí fue publicidad de gratis. Aquí detuvieron a unos señores en marzo del año pasado y les encontraron una pintura de Picasso. Dicen que se está investigando la conexión con el narcotráfico y la autenticidad del cuadro. Para mí fue publicidad de gratis. Además hicimos una nueva bebida que se llama Picasso, con cerveza negra y clara, y un secreto. Se vende mucho, así capitalicé el hecho.
¿Volvería a Cuba?
De visita sí, pero yo les debo mucho a los salvadoreños y aquí me van a enterrar. Sin ofender a mis compatriotas de origen, con eso estaré feliz.