lunes, 2 diciembre 2024

No me trolearon

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Me fui al “Buscador urgente de dudas” de la Fundación del Español Urgente o Fundéu. Estaba urgido de corroborar el correcto uso del verbo trolear para no regarla y referirme, con propiedad, a lo que me acaba de pasar. Según esta fuente de consulta, trolear tiene que ver con la acción y el efecto “de intervenir en un foro digital con el objetivo de generar polémica, ofender y provocar de modo malintencionado a los demás usuarios”. Entonces, no me trolearon en un grupo de guasap. Dirán que no se escribe así pero también, para no regarla, revisé el tumbaburros ‒ingeniosidad mexicana para referirse al diccionario, en el cual aparece esa palabra‒ y encontré que se recomienda ocuparla en lugar de WhatsApp.

Pues resulta que en un grupo de esos se tomaron la molestia de referirse a mi persona, lo cual agradezco porque me ca…ía de la risa; francamente, me hicieron el día. Con el particular estilo de “escribir” que tienen bastantes en esas “redes sociales”, transcribo algunos de esos “mensajes”. “Cuellar tiene fijación con las F”; “Él viene de las F. Resentido es que está”; “Mincho Cuellar entramos a la universidad juntos en 1973 a la facultad de derecho, ni egresado es”. “¿Cuál es la fijación de Benjamín Cuéllar con las FPL? Él desde GMIES se ha dado a la tarea de buscar familiares de víctimas para poner la denuncia”.

Quizás el que vale la pena comentar es el último, porque aclara que “las F” son las FPL ‒siglas de las Fuerzas Populares de Liberación‒ cuyo cincuentenario de  fundación formal se cumplirá el próximo 1 de abril; tras el fin de la guerra se desintegró también formalmente porque, desde mucho antes, venía en tránsito a convertirse en su antípoda.  

La “exquisita” conversación grupal se desató después del pasado viernes 3 de enero; no sé el día exacto en que fui privilegiado con el honor de ser su comidilla. Pero en esa fecha VIDAS ‒el Proyecto “Víctimas demandantes”‒ presentó cinco denuncias en la Fiscalía General de la República, con siete casos de personas desaparecidas de manera forzada entre 1980 y ‒probablemente‒ 1986. Antes y durante la guerra, pues. En las denuncias presentadas por sus familiares, se solicita al Ministerio Público investigar las presuntas responsabilidades de altos oficiales de las fuerzas gubernamentales y mandos medios; también las de integrantes de las comandancias de dos organizaciones parte del entonces guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), entre las cuales estaban las FPL.

En ese grupo “guasapero”, entre los que me atacan pude identificar dos abogados; uno es quien fallidamente pretende descalificarme, deslegitimarme o “achicarme”. Pues se jodió, porque aunque no egresé como abogado de la Universidad de El Salvador en aquellos azarosos años sí lo hice como politólogo en la Universidad Autónoma de México, adonde estudié durante la década de 1980. Ese par de “jurisconsultos” deberían saber que cuando se alegan  “presuntas responsabilidades”, es porque algo “se supone o se sospecha aunque no está demostrado”. Para que dejen de ser conjeturas, se presentan las denuncias y se pide investigar; así se sabrá si son culpables o inocentes, tanto los militares como los exinsurgentes. No sé, entonces, porqué el sofoco.

Eso sí, las víctimas no son presuntas. Son reales, porque aunque sus victimarios hayan desaparecido sus restos humanos ‒pues todo indica que fueron asesinadas‒ tienen familias que las han llorado y las continúan buscando; que tiene derecho a la verdad, a la justicia y a su reparación integral. Díganme, furibundos “guasaperos”, qué se le responde a una madre pidiendo apoyo para localizar a su hijo o hija que desaparecieron por la fuerza antes o durante la guerra.

“Señora, acláreme algo: ¿fue el ejército o la guerrilla? Porque si fue el primero, si la respaldo con gusto; si fue la segunda, no”. ¿Eso debí responder a cada una de las víctimas que nos buscaron? Porque hay quien dice, en ese “ciberchismerío”, que me he “dado a la tarea de buscar familiares de víctimas para poner la denuncia”. Además del reconocimiento implícito que se incluye en este “mensaje” en cuanto a que sí son familiares de víctimas, también se admite que no hay que callar; hay que denunciar. Y si eso lo hacen unidas las víctimas de uno y otro bando, seguro empezaremos a transitar lo que Naciones Unidas llamó “el camino de la paz” ‒ese que minaron los guerreros de antes y cómplices después‒ a través de la reconciliación desde donde debe ser: abajo y adentro del país, entre víctimas demandantes igualadas en el dolor y la esperanza.

Ya escuché patrañas parecidas cuando antes que cualquiera, desde el ámbito de los derechos humanos, alcé mi voz contra las ficciones y picardías de Mauricio Funes estando él en campaña proselitista. Hasta de “arenero” me tildaron pese a que nadie se atrevió a denunciar a “la tandona” y a Alfredo Cristiani, como lo hice desde mi anterior espacio laboral y lo sigo haciendo en la Audiencia Nacional de España. Así que, lo siento, no me trolearon pero sí me “torearon” para seguir intentando ser ‒digan lo que digan‒ coherente y consecuente.

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.
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