martes, 1 octubre 2024
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Mi encuentro con Gustavo Gutiérrez (II)

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En nuestro encuentro en Lima, cuya primera parte apareció en este blog la semana anterior, Gustavo Gutiérrez y yo hablamos del escritor peruano José Marí­a Arguedas (1911-1969) con quien Gustavo mantuvo una estrecha relación personal e intelectual. Me regaló su libro Entre las calandrias. Un ensayo sobre José Marí­a Arguedas en la edición de 2014 publicada por la Biblioteca Nacional del Perú, que incorpora dos textos nuevos de Gustavo: el escrito a propósito de la conmemoración del centenario del nacimiento de José Marí­a Arguedas en 2011 y el primero con motivo de la presentación del libro Arguedas y el Perú de hoy, publicado en la revista Páginas, núm. 194 (2005).

Yo tengo en mi biblioteca la cuarta edición de 2003 publicada por el CEP, que es una versión corregida y aumentada del artí­culo aparecido en la revista Páginas (diciembre 1989). Está prologado por el poeta peruano Washington Delgado, quien hace el siguiente reconocimiento de G. Gutiérrez:

“Su información bibliográfica y su sensibilidad literaria son muy altas.. Es dueño de una sólida formación filosófica y teológica, puede juzgar la creación poética desde un plano acaso más elevado.. No sólo posee sabidurí­a y buen gusto, no sólo es un humanista, es sobre todo un ser humaní­simo, identificado hasta el tuétano con los pobres del Perú, de América, del mundo. Todo esto vuelve extremadamente valiosos sus juicios en los que campean tres virtudes. Sabidurí­a, diligencia y amor. Precisamente, las virtudes más adecuadas para analizar la obra arguediana”.

Los nuevos artí­culos de la nueva edición son magní­ficos. El artí­culo de 2005 es magní­fico. El de 2005 lo publicamos en el libro Liberación y diálogo de todas las sangres. Homenaje a José Marí­a Arguedas, editado por Edgardo Rodrí­guez Gómez en la Cátedra de Teologí­a y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid (Dykinson, Madrid, 2013). En él aparece mi texto “José Marí­a Arguedas y Gustavo Gutiérrez: una relación fecunda y liberadora”, en el que me refiero a Arguedas como uno de los intelectuales que más tempranamente y con más lucidez supo captar el carácter revolucionario del nuevo paradigma teológico en América Latina y reconoció la autorí­a y originalidad de su compatriota en el mismo.

A su vez muestro cómo Gutiérrez fue uno de los teólogos latinoamericanos que mejor entendió la denuncia de Arguedas contra la explotación de los pueblos indí­genas y captó el vislumbre del Dios liberador en la narrativa del escritor peruano. En El zorro de arriba y el zorro de abajo Arguedas define a Gustavo como “el teólogo del Dios liberador” y lo contrapone al “cura del Dios inquisidor” de su propia novela Todas las sangres. A Arguedas le dedica Gustavo su obra Teologí­a de la liberación. Perspectivas, que se abre con un texto de la novela citada Todas las sangres. El escritor peruano le confesó al teólogo que en el Dios liberador que él presentaba sí­ creí­a.

“Yo siento a Dios de otro modo”, dice un personaje femenino de Todas las sangres. Quizá esta sentencia, observa Gustavo, quisiera expresar lo vivido por Arguedas, que “no sentí­a a Dios como los señores y los bien pensantes (‘Dios de los señores no es igual, hace sufrir sin consuelo´), sino como “Dios esperanza, Dios alegrí­a, Dios ánimo”.

Yo le regalé mi libro Teologí­as del Sur. El giro descolonizador (Trotta, Madrid, 2017), y le mostré las páginas dedicadas a su relación con Arguedas, que enseguida identificó con asentimiento. En él presento las teologí­as latinoamericanas de la liberación como parte de la genealogí­a del pensamiento decolonial, ya que desde su nacimiento adoptaron una actitud crí­tica de las ciencias sociales, las epistemologí­as y las hermenéuticas teológicas nort-atlánticas.

Destaco, asimismo, la influencia intelectual de su compatriota José Carlos Mariátegui, en su obra pionera de la teologí­a de la liberación, en la que define la teologí­a como teorí­a crí­tica de la sociedad y de la iglesia, a la luz de la Palabra aceptada en la fe, animada por una intención práctica e indisolublemente unida a la praxis histórica. Idea que, como el propio Gutiérrez reconoce, se inspira en la afirmación de Mariátegui: “La facultad de pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla se identifican” (Gutiérrez, 1972, 34).

Gutiérrez no acepta la orientación monolí­tica del marxismo, sino que reconoce la pluralidad de tendencias en las que influye la perspectiva cultural y comparte con Mariátegui la necesidad de “dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano…, misión digna de una generación nueva” (Gutiérrez, 1972, 130). En consecuencia, la praxis revolucionaria no puede caminar en una sola dirección, sino que ha de contar con la participación de personas y organizaciones provenientes de diversos horizontes.

Por lo mismo, la liberación de América Latina tiene que ir más allá de la superación de la dependencia económica, social y polí­tica y propender a una sociedad cualitativamente diferente en la que el ser humano se vea libre de toda servidumbre. Para ello Gustavo recuerda la idea de Mariátegui de no clasificar a los seres humanos en revolucionarios y conservadores, sino en imaginativos y carentes de imaginación (Gutiérrez, 1972, 312).

Mi encuentro con Gustavo fueron dos horas de deliciosa conversación con una persona que rezuma sabidurí­a, ejemplaridad ética y fe en el Dios que se revela y actúa en el “reverso de la historia” optando por las personas y los grupos humanos explotados y excluidos. Una conversación entre recuerdos pací­ficamente subversivos con la liberación al fondo y constantes miradas al futuro con esperanza.

Recuerdo muy gratamente el encuentro con un grupo de investigadores del Instituto Bartolomé de Las Casas y colaboradores de Gustavo: Silvia Cáceres, Giovanna Apaza, José Luis Franco y Sandra Avellaneda. Participaron en algunas de mis conferencias, sobre todo en la de “Fundamentalismos religiosos y polí­ticos”, que pronuncié en el Congreso de la República, invitado por las congresistas de Nuevo Perú Tania Pariona e Indira Indira Huilca.

Silvia Cáceres me pidió un breve texto de saludo para la celebración eucarí­stica del 6 de junio con motivo del 90 aniversario de Gustavo. No me fue posible porque a mi vuelta de Perú, tuve que hacer varios viajes. Sirvan estos dos artí­culos como recuerdo, homenaje y expresión de agradecimiento.  

Un abrazo fraterno-sororal.

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Juan José Tamayo
Juan José Tamayo
Teólogo, director de la Cátedra “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III, Madrid; colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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