"Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente !Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca." (Apocal.3:15-16 edic.Reina Valera 1960)
El desarrollo de los acontecimientos sociales, políticos y culturales que al interior de la sociedad salvadoreña se han generado, gradual e inexorablemente en las últimas décadas, ha terminado por configurar lo que para efectos de este aporte podemos definir como una idiosincrasia singular. Muy singular.
Sostener tal aseveración no añade nada nuevo en verdad, en tanto que hasta los más elementales textos de disciplinas de las Ciencias Sociales como la Sociología, Psicología, Antropología y demás, señalan que a cada proceso social corresponde una especificidad propia.
Sin embargo, un aspecto que si caracteriza puntualmente a nuestra realidad social es la conducta en gran medida maniquea y determinista no tan solo del salvadoreño/a promedio –el ciudadano de a pie- sino, además, del que goza de un elevado nivel de escolaridad o de un cómodo estatus social y -económico.
Lo dicho, ha contribuido a generar condiciones para desarrollar un sistema político partidario polarizado, por un lado, y, por otro, un ordenamiento social y cultural de tipo dicotómico, que se refleja en el título de este artículo.
Los salvadoreños o A o B nunca C….
Los salvadoreños o A o B nunca C: En esa línea, vale decir que el salvadoreño promedio de diversas edades, es renuente a aceptar los matices:
Se es blanco o se es negro (nunca gris), se va con Barcelona FC o con el Real Madrid (nunca con el Levante) etc. Esta forma de ser radical reflejaría una marcada propensión a la intolerancia y, sobre todo, dificultaría en extremo el mecanismo más natural y racional para superar las diferencias de todo tipo es decir, el dialogo.
Este doble anti-valor (maniqueos y deterministas) que nos distingue nos lleva a ser, a veces, violentos (verbal y físicamente) al punto que nuestra nación ha pasado a ocupar a nivel mundial, en los últimos años, los primeros lugares en tasa de homicidios, según informes de distintos organismos especializados.
Vale advertir a estas alturas que el rasgo de la conducta extrema no ha sido siempre un signo distintivo del cuscatleco. Históricamente también se nos reconoció por un marcado espíritu de laboriosidad, solidaridad y nobleza. Así, se podían encontrar personas, incluso, en condición de extrema pobreza que en su miseria eran capaces de compartir.
Esta práctica de compartir es ciertamente un valor ético de abolengo superior, pero que en la cultura del tener y no del ser en la que vivimos (1), es vista como desfasada y en cierto modo retrograda.
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- (1) “Se ha dicho con razón que los burgueses latinoamericanos confunden el verbo ser con el verbo tener…” en Conversaciones con Gabriel García Márquez, El Olor de la Guayaba, Plinio A. Mendoza).