¿Se acuerdan de aquel irrepetible poeta y dramaturgo alemán, Bertolt Brecht? Claro, entonces también nos acordaremos de uno de sus poemas célebres que, al cabo de este, sentencia aquella incontestable realidad de que los únicos imprescindibles son aquellos hombres que siempre luchan, que nunca dejaron de hacerlo; Pero hoy no quiero hablar de los imprescindibles sino de sus antagónicos, aquellos quienes desafortunadamente están presente en este pueblo chiquito, pequeño y apretado como un puño.
El Salvador es un país tan pequeño que no podía darse el lujo de que en el habiten hombres y mujeres prescindibles, un país con un largo expediente casi inmensurable de retos y desafíos que la sociedad ha vivido para liberarse del subdesarrollo cultural, social y económico; a esta lista debemos agregarle hoy un episodio más, uno que trate sobre cómo debemos salir de la crisis sanitaria para enfrentar la realidad que nos espera en pocos meses; no me juzguen pesimista, desmoralizado o agorero, sé que este pueblo es fuerte , pero los prescindibles han hecho morada bajo estos cielos y pretenden una residencia eterna e irrevocable.
Están quienes evaden impuestos, confinando a los mas desprotegidos a nunca ver la mano del estado alrededor de su municipio en obras y programas que apuntalen su desarrollo o al menos la ruta al desarrollo; también están los que desde el núcleo público juegan a bandidos cometiendo actos de corrupción con modelos de poca vergüenza para lograr su cometido, reduciendo así la capacidad de la fuerza ejecutiva para consagrar los recursos públicos a quienes realmente los esperan; qué decir de los negligentes, ese selecto segmento que teniéndolo todo, bajo condiciones óptimas, prefieren no hacer nada y aún peor atrasar los procesos, todos, de esos se encuentran en lo público y en lo privado; ¡ah! pero asimismo tenemos a los lacayos, serviles y mercenarios que bajo un pago lucrativo no distinguen ocasión para dañar todo y para entorpecer hasta en sentido criminal la paz social; sigilosos están los oportunistas, esos son muy peligrosos, porque se saben tomar la confianza y el tiempo necesario para traicionar hasta a la misma tierra, inescrupulosos y sin asco; están los soberbios, que no disponen de paciencia ni de oído para enmendar sus caminos, a estos debemos ponerles lupas, son demasiado perniciosos; los apátridas no se nos deben olvidar porque por su condición lesionan en cualquier ámbito a la nación, sin escalofrío alguno; tampoco podemos olvidarnos de los guerreristas , a ellos les corresponde la actitud bélica ante cualquier momento social, sin condiciones creadas ellos sacian su sed de sangre; también son prescindibles aquellos que no creen en la educación, la ciencia y la cultura, porque matan la única herramienta que tiene la persona como recurso propio para avanzar en esta indetenible evolución de la humanidad.
La lista es inagotable, los prescindibles son muchos y de todas las formas, ahí están y debemos encontrar la forma de limitar y desarticular su capacidad antagónica; ese esfuerzo nos debe llevar a la concepción de una realidad planteada y es que también pueden ser los fermentadores para la construcción de una nueva sociedad, la lucha que podemos emprender contra ellos pudiera darnos un resultado de inflexión.
En El Salvador cabemos todos excepto los prescindibles, a ellos veámoslo como parte del “callejón de salida” del que hablaba también Bertolt Brecht, “Las revoluciones se producen en los callejones sin salida” ahí cuando los problemas son tantos y la salida es una.
Los sucesos que forman parte de la historia son vivos y cíclicos, en El Salvador se va formando algo, es muy temprano para descifrarlo con meridiana claridad, pero nos vamos acercando a la oportunidad de un nuevo momento en donde el cisma natural producido por la batalla contra los prescindibles lo empiece a vislumbrar.
Bertolt Brecht ejemplifica la vida de un poeta que vivió en un lugar equivocado y en la época equivocada, su osado, lustroso y valiente pensamiento le valió la persecución; hacía muy bien lo que otros no hacían: pensar y escribir con su forma característica rebelde.