Lo he dicho siempre: los Medios de Comunicación Social (MCS) no son malos, lo malo es el uso que, a veces, se hace de ellos. Y en aras de la libertad de expresión, nadie puede impedirles que expongan lo que su línea editorial crea conveniente, toda vez que no se dañe la moral y el orden público.
Sin embargo, la decisión de algunos MCS, en las últimas décadas, de suprimir las páginas o suplementos culturales dominicales, aunque, por inevitable, haya sido aceptada, nunca ha sido compartida por un gran sector de la sociedad; al contrario, es una decisión muy cuestionada por la población amante de la cultura.
Informar sobre arte y literatura no les es rentable. Un día, sin decir agua va, los llamados grandes MCS impresos, cortaron aquel verdadero aporte socio-cultural, al suprimir sus tradicionales paginas o suplementos literarios de los fines de semana. Una trayectoria de varias décadas, que satisfacía los afanes de los creadores y las aspiraciones de los amantes del arte y la cultura.
Muchos de nosotros, entonces jóvenes con vocación creadora, experimentamos ahí la satisfacción de ver impulsados nuestros inicios literarios. Hoy la oportunidad de divulgación/promoción para los poetas y escritores, ha sido reducida a mínima expresión.
Aquel Periodismo Cultural contribuía al desarrollo socio-cultural-educativo del país, a través de las páginas literarias de los principales periódicos: “Filosofía, Arte y Letras” y “El Magazine” de El Diario de Hoy; “Revista Dominical” de La Prensa Gráfica; “Sábados de Diario Latino”; “Pagina Literaria” sabatina de Tribuna Libre, todas acertadamente conducidas por excelentes escritores, algunos mencionados a continuación, indistintamente del medio: Luis Mejía Vides, José Enrique Silva, Ricardo Trigueros de León, Juan Felipe Toruño, Luis Fuentes, Rolando Elías y Serafín Quiteño, entre otros. Aquellas páginas literarias de mediados del siglo pasado, eran hermosas muestras de Periodismo Cultural. Yo las releía con fruición en mi niñez-adolescencia, allá en mi natal Villa El Rosario, al norte de Morazán.
Era una quijotada, por amor al arte. Ahora, solo sobreviven el suplemento literario sabatino “Tres Mil”, a cargo de Mauricio Vallejo y otros espacios literarios en revistas, pequeños periódicos y suplementos en las que, si bien hay expresiones culturales, casi siempre son anulados por artículos de tijera; es decir, publicaciones importadas.
Aquellas páginas, que antes eran surtidores de expresiones artísticas, hoy son apenas recuerdo. Pasan totalmente desapercibidas, saturadas de espectáculos y farándula en las ediciones de cada día, con mínimos rellenos diz que literarios al final del periódico, por no dejar de poner algo que parezca cultural. Son apenas remedo de aquellas páginas nostálgicas.
A partir de los años sesenta, ajenas a los grandes medios, inapropiadamente llamados grandes (la grandeza no se mide por el potencial económico ni por la gran cantidad de páginas), conocí varias de las revistas y paginas literarias existentes. También fui colaborador de algunas. Hasta mis recuerdos, en los primeros meses de aquellos años y siguientes circularon: la Revista “Gallo Gris”, dirigida por el poeta Oswaldo Escobar Velado; “Vida Universitaria” y “La Pájara Pinta”, órganos literarios de Extensión Universitaria de la Universidad de El Salvador(UES); la Revista “Tastalutz”, del Círculo Universitario Oswaldo Escobar Velado, del cual formé parte; la “Página Literaria de la Asociación de Escritores Salvadoreños (AES)”, de cuya plana de redacción también formé parte; la “Página del Taller Francisco Díaz”, mantenido por el grupo del mismo nombre; “El Gato en el Mundo”, de diario El Mundo y otras. También, de omisión involuntaria, otras páginas con mucha calidad, a cargo de escritores o grupos literarios.
Inevitable, el cierre de aquellas páginas es un hecho consumado, por criterio empresarial. Por eso, merecen reconocimiento quienes, contra lo ingrato del medio, mantienen espacios literarios impresos a base de esfuerzo y dedicación al arte. Y tales esfuerzos seguirán, porque, pese a los avances vertiginosos de la comunicación digital, la literatura impresa no pasará, son complementarias.
Además sería imposible dejar de disfrutar el olor a tinta y el susurro inspirador del papel; sobre todo, si la escena es complementada con una humeante taza de café…