Monseñor Oscar Arnulfo Romero es considerado el primer ombudsman o defensor del pueblo de El Salvador, pues a pesar de las amenazas constantes, las persecuciones y poner en riesgo su propia vida en la época previa al conflicto armado (1980-1992), abogó valientemente contra el injusto atropello y sufrimiento de su pueblo, afirmó la representante de la Fundación Monseñor Romero en El Salvador, Marisa de Martínez.
Monseñor Romero, “la voz de los sin voz”, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficializaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia. Fue silenciado por el odio de quienes lo consideraban un peligro ya que podía desbaratar sus intereses políticos.
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El religioso puso la Arquidiócesis al servicio de la justicia y la reconciliación en el país; fue, en muchas ocasiones mediador de conflictos laborales, y abrió las puertas de la iglesia para dar refugio a los campesinos que huían de la persecución en el campo y creó una oficina de derechos humanos a favor de los más desprotegidos.
“Monseñor se solidarizó con las víctimas del conflicto. En un primer momento con las madres de los desaparecidos y asesinados, a partir de esto abrió la Oficina del Socorro Jurídico, un apoyo muy importante y muy valiente, pues la Fiscalía, la Corte y los jueces eran adversos totalmente a las organizaciones populares”, explicó de Martínez a ContraPunto.
Ante la pasadía que muchas madres vivieron, el 24 de diciembre de 1977, Romero se reunió con las mismas en presencia de otros sacerdotes para aconsejarles abandonar la lucha dispersa y unirse en una sola voz, formando el Comité de Madres de Desaparecidos, (COMADRES).
Así inició un archivo de casos de violaciones de derechos humanos de la época de la guerra civil, el cual tuvo un impacto social y político.
A Romero le repugnaba la violencia desatada en su nación y levantó su voz contra la misma, “viniera de donde viniera”. Siempre instó a actuar con medios pacíficos, buscando la justicia y el bien para las mayorías pobres.
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“Monseñor no era ingenuo, sabía que eso le iba a traer repercusiones, pero sabía también que a la gente no podía dejarla sufrir sola; él, como cristiano, no podía darles las espaldas independientemente de que lo amenazaran o no”, indicó la representante.
A pesar de lo anterior y de sus duras predicaciones contra la violencia y las injusticias sociales, monseñor Romero fue calumniado; lo acusaron de revolucionario marxista, de incitar a la violencia y de ser el causante de todos los males del país. “Pero nunca jamás de sus labios salió una palabra de rencor o violencia; no se cansó de llamar a la conversión y al diálogo para solucionar los problemas”, detallan algunas fuentes documentales.
Por su parte, el representante de Tutela Legal “María Julia Hernández”, Ovidio Mauricio, secundó las declaraciones de la representante de la Fundación acotando que monseñor Romero fue el primer procurador de derechos humanos en el país y también a nivel centroamericano, que actuó sin nombramientos.
“Monseñor realizó una defensa férrea a favor de las víctimas de graves hechos de violencia, eso es un trabajo muy valioso porque defendió la vida e integridad de estas, labor que actualmente la Procuraduría no realiza con el afán de monseñor”, explicó Mauricio.
El representante de Tutela Legal insistió en que, aunque en el país exista desde 1992 una Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), ésta nunca podrá realizar una labor a favor de las víctimas de violencia cómo lo hizo monseñor.
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“Me atrevo a decir que monseñor realizó un mejor trabajo en defensa de los derechos humanos, la Procuraduría está realizando un trabajo burocratizado, a veces tiene con tintes políticos, y en sí, no es realmente una defensa sincera; quienes están ahí lo hacen por cumplir con su trabajo”, recalcó Mauricio.
Monseñor Romero fue beatificado por la Iglesia Católica el pasado 23 de mayo de 2015. Su lucha en contra de la violencia que atormentaba a los más desprotegidos fue reconocida internacionalmente. Actualmente, autoridades eclesiales en Roma, Italia, están estudiando sus milagros para dar paso a su canonización.