sábado, 27 abril 2024
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La educación de la falange en el trópico

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"Fuimos educados en colegios maristas, un poco los de mi generación, y bastante más los de promociones anteriores, estuvimos bajo el influjo disfrazado de la falange española. Esa mezcla perversa de religión y nacionalismo tropicalizado fruto de los seguidores de San Marcelino Champagnat": Gabriel Otero.

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Por Gabriel Otero


Recordé todo al ver el video. Ahí entrevistaban a una docena de españoles, un poco mayores que yo, que relataban anécdotas de cómo había sido la educación durante el régimen del general Francisco Franco, célebre caudillo y dictador que gobernó a España de 1936 a 1975.

Una tremenda retrospectiva se reveló ante mis ojos, cual película personal en blanco y negro filmada en cinemascope y teniendo como fondo musical el scherzo de la Sinfonía Número 9 de Antonin Dvorak, la del Nuevo Mundo, ahí me remonté más allá del medio siglo cuando cursé los primeros años de primaria, y aprendí a leer y a escribir y a abstraerme en cosas que realmente valían la pena.

Y puedo deducir que gran parte de los que fuimos educados en colegios maristas, un poco los de mi generación, y bastante más los de promociones anteriores, estuvimos bajo el influjo disfrazado de la falange española. Esa mezcla perversa de religión y nacionalismo tropicalizado fruto de los seguidores de San Marcelino Champagnat, que históricamente ha sido una de las congregaciones más conservadoras y reaccionarias.

Nuestros educadores eran curas nacidos en la península, monjas colombianas y un grupo selecto de profesores nacionales. El balance ideológico y educativo lo proporcionaban los maestros egresados de la normal. Recuerdo con mucho respeto a los profesores Eliseo Rivas y a Belarmino Alvarenga, y con cariño a Nachito que nos hacía marchar en los recreos.

El Liceo Salvadoreño fue fundado en 1881 pero en 1924 pasó a ser manejado por la congregación de hermanos maristas por lo que está a un año de cumplirse el centenario de ese suceso. El colegio durante mucho tiempo era de hombres, lo convirtieron en mixto en años recientes y ha tenido una influencia medular en el campo educativo en El Salvador, así como el deporte estudiantil. Mucha gente que ahí estudió ocupó cargos importantes en los sectores empresariales y gubernamentales y algunos han gozado una postura privilegiada en las artes.

Sin embargo, ello no implica omitir obviedades, a nosotros nos tocó ser educados con piedra y cincel, el aprendizaje con base a repeticiones y al ejercicio constante de la memoria, y un bombardeo de religión introducida con calzador, Dios nos veía en todo momento y en nuestra mente de niños habitaba la culpa del pecado. Se nos transmitían conceptos como el nacionalismo, la obediencia, el orden, la religiosidad, el respeto a la autoridad y a la tradición patriarcal, y el orgullo y la mística de pertenecer a un grupo exclusivo.

El uniforme de deportes del Liceo era de los colores de la bandera, azul y blanco, y el saludo en algunas ceremonias deportivas consistía en levantar lateralmente el brazo derecho con la mano extendida a los integrantes del presídium.

En todo había orden, en las formaciones, los salones, en las actividades públicas y si se transgredía los curas aplicaban métodos correctivos como el jalón de patillas, los reglazos con el metro de madera, el recibir como proyectiles los borradores o las tizas del pizarrón, quedarse parado en una esquina viendo a la pared, hacer cuclillas con la mochila en la espalda, y el buleo público.

La caridad cristiana y la labor social se practicaban en las zonas marginales mediante las cruzadas. Cada salón designaba a un representante y esto significaba un honor personal.

En actos públicos intramuros en los que participábamos todos los alumnos, se hacían donaciones de ropa y comida para posteriormente repartirlos, el altruismo se transformó en una competencia feroz para demostrar quien ponía más pantalones, camisas, calzoncillos o calcetines y los que siempre ganaban eran los hijos de judíos y libaneses dueños de supermercados y tiendas de ropa. Y se organizaban turnos o verbenas con fines de beneficencia en los que participaban las sociedades de padres de familia.

Uno no puede negar la cruz de su parroquia al analizar todos los aspectos decadentes de la educación de la falange y sus limitaciones, al final quedan las vivencias entre compañeros de promoción que a algunos nos sirvieron para reconocer el mosaico de otredades, le guardo gratitud a algunos maestros sensibles que nos convirtieron en mejores humanos.

Lo demás son lastres que deben ser desechados.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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