Me asombra la conmoción que ha causado el bloqueo que las redes sociales han hecho a Donald Trump. En un principio, lo interpreté como una maniobra necesaria para detener una arenga que manipulaba e incitaba descaradamente a una turba violenta. Claramente era una incitación al crimen, lo que no se puede permitir. Posteriormente, me di cuenta de que dicho bloqueo tenía una interpretación más grande, al ser percibido en el mundo, como violación a un derecho fundamental, la libertad de expresión. Entonces, me pregunté: ¿los derechos fundamentales son irrestrictos? ¿hasta dónde llegan los derechos individuales frente a los derechos colectivos? ¿Está bien definido lo que es libertad de expresión? ¿Quién los define?
Porque, desde que uso las redes sociales, me he visto frente a una permanente censura. Son los dueños de las redes sociales los que imponen los reglamentos de uso. En especial, reprimen las expresiones sexuales. No se puede mostrar el pecho femenino, ni siquiera mencionarlo con la palabra más popular, “tetas”, ni hablar de un chiste o un doble sentido. Ahora resulta que los árbitros de la moral son los dueños de las redes sociales. Pero todo eso pasaba sin pena ni gloria. Tengo una amiga chilena que sigo en Facebook, que, hasta ahora le han cerrado cinco páginas grupales y la han bloqueado en su cuenta personal, innumerables veces. Por chistes subidos de tono. La santa inquisición vive. ¿Pero esa no es libertad de expresión?
No es sino hasta que tocan la sacrosanta libertad de expresión política, que todos ponen el grito en el cielo. Cuando vieron las barbas de su vecino del norte pelar, los demás ponen su barba en remojo. López Obrador y otros, gritan por sus derechos. Individuales, aunque Donald Trump sigue siendo un individuo gritando sandeces a una turba. Por eso nos dimos cuenta de que, al presidente de Uganda, que busca su reelección, le han bloqueado su Twitter. ¡Qué casualidad! ¿Será la primera vez que bloquean a un presidente? ¿Será que Juan Orlando Hernández no usa Twitter, que no hemos oído historias al respecto?
Desde que yo recuerdo, existe la censura política. Aquí, en los 30 y 40, Martínez la ejercía fusilando a los opositores; en los 60, los mataban a golpes, como Edmundo Canessa, opositor del que nadie se acuerda. En los 70 los encarcelaban y torturaban; en los 80, al inicio, los descuartizaban y tiraban sus pedazos a las orillas de las carreteras, para “ejemplo de las gentes”. Adentrados los 80, los desaparecieron. Después de los Acuerdos de Paz (que no son farsa), se fusila civilmente, se condena al ostracismo, se les calumnia y, actualmente, se les memea (ataca con memes). El poder siempre se ha defendido.
Pero de la mordaza cultural y moral, nadie dice nada. Si no me creen, trate de colar una opinión sobre el aborto; si no quieren ser tan atrevidos, hablen de educación sexual a adolescentes. O tan solo de la masturbación (masculina y femenina).