…le decían, pero se llamaba Raúl Gustavo Paredes. A sus 27 años cobraba en un bus que partía del municipio de Olocuilta, departamento de La Paz, hacia San Salvador. Lo cosieron a balazos varios tipos cuando el 29 de noviembre del 2016, bien de mañana, se dirigía a su trabajo; iba a ganarse pocamente la vida, en el primer viaje de su jornada. Más allá de la violencia y la impunidad extendidas, ¿alguien sabrá el porqué de su trágica muerte? ¿Sería por su segundo nombre?
Iniciando ese año, tres jornaleros que laboraban en una finca ubicada en Comasagua, La Libertad, fueron asesinados con arma de fuego el 4 de febrero. Así falleció Gustavo ívalos, de 48 años, junto con 2 jóvenes de 28 y 25. Dieciséis días después, en un remoto cantón del departamento de La Unión, dos hermanos de 21 y 24 años fueron despachados de este mundo: Elmer Eliú y José Gustavo; otro “Gus” más.
Luego, el lunes 23, supuestos pandilleros fuertemente armados y con gorros “navarone” cubriéndoles el rostro ‒parece que fue ayer, cantaba Manzanero‒ ejecutaron otros dos jóvenes e hirieron a uno, presuntamente por ser parientes de un policía. Entre las víctimas fatales estaba Gustavo Rafael Sandoval.
En noviembre del 2015, unos gemelos aparecieron ejecutados en un caserío del municipio de Panchimalco: René Gustavo y Ovidio Edgardo Deodanes, de 16 años. Dicen las autoridades que colaboraron con pandilleros, pero ya estaban “retirados”.
Un enérgico opositor a la minería, fue detenido y desaparecido el 18 de junio del 2009 en San Isidro, Cabañas; semanas después lo hallaron sumergido en un pozo. También era dirigente del entonces estrenado partido de Gobierno. ¿Quién se acuerda de él? Seguramente quienes creían en su liderazgo y confiaban en su persona. La dirigencia del FMLN, ¿quién sabe? El actual director general de la PNC, Howard Cotto, siempre declaró que se trataba de un caso de “delincuencia común”. Cierto o no, tal Quijote de tan estratégica causa se llamaba Gustavo Marcelo Rivera.
Gustavo Adolfo Beltrán tenía 29 años; nació con síndrome de Down, pero murió luego que lo desaparecieran quién sabe quién el 24 de julio; encontraron su cuerpo sin vida el 30, en una finca situada en San Antonio Abad, San Salvador. Dicen que estaba golpeado. Las personas que lo conocían, afectuosamente le decían “Gustavito”.
Así se llamaba el hipopótamo asesinado en el zoológico. “Gustavito” solo, solito, a manos de tus victimarios. Toda la gente te recordará y hasta, quizás, un monumento te erigirá; de los otros “Gus”, quizás solo sus familias los evoquen. Fue terrible y aberrante tu muerte, ciertamente, en un país donde ese es el pan amargo de consumo diario entre sus mayorías populares. El sube y baja del “muertómetro” nacional, según los vaivenes electoreros, te llevó de encuentro.
Y usted, después de esto y de todo lo de siempre, ¿respira seguridad en la tierra donde se ensañan matando niñas, niños, adolescentes, adultos y hasta hipopótamos? Deberían siquiera, como dijo Roque, “dar premios de resistencia por ser salvadoreño”.